“Live is life, when we all feel the power!”
Y luego Naná naraná, en estribillo.
En 1984, retumbaba en las radios el exitazo Live is life, la canción del grupo de rock-pop Opus. Tanto, que incluso años más tarde, en 1989, la bailó el futbolista Diego Armando Maradona en el calentamiento de un partido contra el Bayern. Maradona también vivió los ochenta, y la pelota nunca se mancha.
Live is life es la banda sonora de Live is life. La gran aventura, filme del director y guionista Dani de la Torre, que también vivió los ochenta. Nacido en 1975, el reportero que escribe esto tiene su misma edad.
Sería fácil comparar este sencillo con Los Goonies (Richard Donner, 1985), la pandilla de chicos y chicas (sí, dos chicas, Andy y Stef) que huyen de los mafiosos Fratelli y que acaban dando con el fabuloso navío del pirata Willy el Tuerto. Alguna semejanza guarda con esa cinta, pero Live is life bebe de otras fuentes.
Para empezar, y puesto que la acción transcurre en la Ribeira Sacra gallega, la música que mejor le pega es Siniestro Total, que afirman que se retiran. Suena en la fiesta de la aldea Bailaré sobre tu tumba (1985): “Te mataré con mis zapatos de claqué…”. El cantante Germán Coppini vivió los ochenta, como Maradona, como Dani y como este reportero.
Live is life cuenta las peripecias de un grupo de jóvenes que no son los Goonies (la benjamina es un bebé, hija de una yonqui). Un día intenso en la campiña, en las horas previas a la noche de San Juan de 1985.
Para los que no vivieron los ochenta y tuvieron la desgracia de nacer más tarde se informa que Sant Joan sí es una noche mágica: en los días que antecedían, se agigantaban las hogueras con los muebles viejos y las tablas de los garajes. Sería 1987 cuando este reportero cargó con los tablones del sótano del bar Casino Seat, donde los trabajadores de la factoría automovilística se tomaban el trifásico de Baileys para darle leña al mono.
El sueldo de dos horas de esfuerzo y sin contrato: una cocacola. El fuego se comía lo malo, y la noche más corta del año se convertía así en la noche más larga del año. Tantas cosas podían pasar, y pasaban, que al final el no creyente, creía, aunque fuera en las ninfas, en la Santa Compaña o en David el Gnomo.
El primo de este reportero, Isidoro, aguardaba con impaciencia esa noche. Ya desde noviembre contaba los días. Mi primo nació en 1966, por lo tanto, también vivió los ochenta.
Live is life homenajea, con permiso del irreemplazable Antonio Mercero (Verano azul, 1981), la bicicleta BH; no confundir con HB. Así que Javi y Pancho también vivieron los ochenta, y aún se acuerdan, porque los dos se pegaron por obtener el amor de Bea. Hoy, esas bicis las compran los coleccionistas en Milanuncios.com.
La colla, en los pueblos, iba en bici: luego se inventaron las motos, y durante un tiempo convivieron juntas. En América, como siempre ocurre, las bicis y las motos llegaron mucho antes: no fue casualidad que la nave de E. T. el Extraterrestre (Steven Spielberg, 1982, algo así como un Alfonso X el Sabio) se posara en los claros de los bosques de California y no en Bollullos Par del Condado, en Huelva, donde nació la madre de una compañera de clase en EGB (la madre no nació en los ochenta aunque sí los viviera).
El director de Live is life ha agitado en la coctelera de esta divertida película sus momentos de gloria (los de la infancia) y sus tesoros como cinéfilo. Por ejemplo, la escena en la que el Pancho del grupo lanza piedras al pazo del que cayó su padre mientras trabajaba está sacada de Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), con la pareja Forrest-Jenny, que también vivieron los ochenta cada uno por su lado.
Y juraría que el sepulcro templario en el que se resguardan los chicos conecta con la iglesia del Temple, en Londres, que tanto juego dio a Dan Brown para escribir El código Da Vinci. Y claro, la patada del judoka Del Pozo (en mi barrio se estilaba más el taekwondo) remite a Karate Kid (John G. Avildsen, 1984), que este reportero no vio en su día porque en su casa, hasta los noventa, no se compró el vídeo.
Con todo, y percibiendo en algunos momentos un aire a Alcarràs (por eso de rodar en streaming, sin pausas), vale decir que Dani de la Torre ha fraternizado con su promoción: la amistad, siempre. “Vivir cada día como si fuera el último”, aconseja uno de ellos, el que se va pero que no se irá, como Siniestro.
Para finalizar, os contaré un cuento que a cuento viene:
En 1985, Televisión Española emitió la serie de dibujos animados del cowboy Lucky Luke, el más rápido del Oeste. En la fila del colegio, este reportero –que entonces, como hoy, no era más que un mocoso– se puso detrás de Sergio Morato, el más crecido de los chavales, Alpha Pup. Uno iba con su taco de cromos de Lucky Luke. Morato se giró y, echándose la mano al bolsillo trasero como si fuera a sacar la chori (navaja en lenguaje quinqui), me enseñó sus cromos de los Hermanos Dalton. Y soltó: “Joder, creía que nadie se iba a hacer la cole”.
En la peli, Lucky y Dalton pueden ser los sustitutos de El Buitre (Real Madrid) y Lobo Carrasco (Barça). No sé si Sergio Morato sobrevivió a los ochenta. Mi primo Isi no quiso ir a ver una exposición sobre perros callejeros y demás, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona. A los suyos se los llevó la droga, la mala vida de Mano Negra.
Aun así, todos ellos, como Dieguito, La mano de Dios, y como Mikey, el alma de los Goonies, como Quique y Javi, como Dani, como Isidoro…, no habrían sido nada si se hubieran perdido lo que se encuentra en Live is life.
“Te asfixiaré con mi malla de ballet…”
Yo no vivi los ochenta, pero he visto todas las películas de las que se han copiado muchas escenas de esta película, da pena