Los Anillos de Poder y La Casa del Dragón han sido, seguramente, las dos series más esperadas de este año 2022. Cualquier estreno o temporada final de otro título se ha visto ensombrecido por la llegada de estas dos megaproducciones. La inversión millonaria, la calidad de ambas producciones, la amplísima promoción desplegada, el fenómeno “fan” desbordado, la grandeza de los mundos literarios en que están basadas, el carisma de sus escritores, incluso las fechas de estreno tan próximas… Todo hacía presagiar un combate sin cuartel.
En definitiva, Amazon Prime Video contra HBO, dos plataformas de entretenimiento buscando reventar audiencias a nivel mundial y rentabilizar su producto. Así que, una vez emitida la primera temporada de ambas series, ¿cuál de ellas ha ganado el primer asalto?
¿Adaptaciones de los libros o pura invención?
La fidelidad a las obras literarias en que están basadas ambas series ha sido uno de los grandes temas de debate. Especialmente críticos han sido los seguidores de J.R.R. Tolkien y su mundo fantástico de la Tierra Media, con la adaptación llevada cabo por Los Anillos de Poder. Ciertamente era una misión difícil, ya de partida, llevar a la pantalla la Segunda Edad y sus hechos y personajes más relevantes, sin contar apenas con los derechos del material de Tolkien necesario para presentar esta Edad. De ahí a la adaptación libre y la inventiva total que muchos han denunciado, transcurre una finísima línea.
Más plácidas han discurrido las aguas por la orilla de La Casa del Dragón y su fidelidad a la obra de George R.R. Martin, que recoge en su libro Fuego y Sangre la historia de la Casa Targaryen, precuela de todo lo que vimos en Juego de Tronos. Las adaptaciones y cambios han sido menores, aunque los ha habido, y no han perjudicado el resultado final de la serie. En ese acierto, tal vez tenga que ver el hecho de que el propio Martin haya velado por la calidad de la adaptación, siendo uno de sus asesores.
Actores y personajes… personajes y actores
Llama la atención que, en Los Anillos de Poder, uno de los personajes más interesantes, si no el que más, por su historia, interpretación y desarrollo, es Adar, un elfo oscuro que, en realidad, no existe en la obra de Tolkien. En cambio, la elfa Galadriel, protagonista absoluta de la serie y personaje principalísimo en la obra de Tolkien, transmite muy poco al espectador, desarrollando sólo la faceta de guerrera, y mostrando actitudes y comportamientos muy poco élficos. Además, la serie dedica demasiado tiempo a personajes secundarios que no aportan nada a los hechos que se narran.
Por su parte, La Casa del Dragón tenía un reto clave. Y es que, al transcurrir varios años desde los primeros hechos narrados hasta el desenlace del último capítulo, los personajes protagonistas de Rhaenyra Targaryen y Alicent Hightower debían crecer necesariamente en edad. Y, aunque el cambio de actrices es abrupto cuando llega, todo termina encajando bien, acompañado por un guión sólido y unas soberbias interpretaciones de todos los actores principales. Todos los personajes que se muestran en la serie, principales o secundarios, son importantes para las tramas que se plantean y el desarrollo de la historia principal.
El dinero es importante, pero no lo es todo
La inversión en ambas series ha sido multimillonaria, y se ha notado. Desde las localizaciones de ciudades y paisajes, pasando por los efectos del CGI para mostrar pueblos, reinos diversos y batallas, hasta la música y el vestuario, todo ha sido cuidado al milímetro. Y es una gozada para el espectador. Númenor, Khazad-Dum, el detalle de armaduras y trajes, la variedad de dragones, Desembarco del Rey, la magnificencia de los salones reales, y mucho más; todo queda fenomenal en pantalla.
Los Anillos de Poder es intachable a nivel técnico y visual, y podríamos decir que supera incluso a La Casa del Dragón. Amazon ha mostrado mucho músculo en este apartado y poco hay que discutir. Ahora bien, el despliegue visual de Los Anillos de Poder, por sí solo, no ayuda a mejorar el resultado final de la serie, y se queda en chispazos, brillantísimos, no cabe duda. Mientras que en La Casa del Dragón el derroche técnico está en línea con el resto de elementos sobresalientes de la serie, que son el guión y las interpretaciones, consolidando el buen sabor de boca que va dejando episodio tras episodio.
La traca final
Dos megaproducciones de este tipo debían presentar un capítulo final redondo, que mantenga el hype en los espectadores hasta la llegada de la segunda temporada. Y aquí hay que decir que, quizás, Los Anillos de Poder ha puesto más carne en el asador. Tras un desarrollo lento y algo errático de las tramas en los capítulos anteriores, el último episodio pisa el acelerador para cerrar historias y presentar a Sauron y la forja de los primeros anillos, confirmando lo que ya muchos sospechaban. ¿Por qué no han sido igual de ágiles en los episodios anteriores?
El capítulo final de La Casa del Dragón es muy correcto, a la altura de la gran calidad de los episodios anteriores, si bien es cierto que adolece de cierta espectacularidad. ¿La necesita? Seguramente no, cuando todos los capítulos precedentes, sin excepción, han estado a un nivel muy alto.
¿Entonces?
Los Anillos de Poder es una serie que entretendrá al espectador que se acerque a ella sin mucho más propósito que el de pasar un buen rato; pero tiene un desarrollo lento, y las tramas son de interés muy diverso, por lo que puede parecer que avanza a tirones. El despliegue visual, de una calidad indiscutible, no esconde las carencias de la serie; le falta alma, épica, personajes con los que empatizar… Tal vez le falta mucho Tolkien.
Por su parte, La Casa del Dragón ofrece todos los ingredientes que ya vimos en Juego de Tronos y que le llevaron al éxito más absoluto. Personajes muy bien construidos, tramas interesantes, sangre y muertes por doquier, muchos dragones y su pizca de sexo gratuito; ojo aquí con las costumbres de los Targaryen para el espectador poco familiarizado con Martin. En este sentido, no engaña y da lo que se espera de ella, manteniendo un nivel notable a lo largo de toda la temporada.