Una familia de superhéroes | Héroe de sí mismo

Mª Ángeles Almacellas

Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Crítica de cine. Vicepresidenta de SIGNIS-España. Miembro del Círculo de escritores cinematográficos. Directora del curso "El arte de ver películas" en la UPM. Directora de CinemaNet-Madrid.

El héroe Superleón, cuya auténtica identidad es un secreto, es el encargado de proteger a un pequeño pueblo y a sus habitantes de cualquier posible desgracia. En la vida real es un hombre viudo, sencillo y bonachón, que se transforma en un superhéroe gracias a las propiedades mágicas que le proporciona su traje.

Hedvig, su hija de 11 años, es una niña alegre y despreocupada, bastante irresponsable, que pasa horas jugando al ordenador con su amigo Thomas. En la escuela no es muy brillante, pero la verdad es que tampoco se esfuerza demasiado en sus estudios. Su buen padre no sabe muy bien cómo conseguir que Hedvig sea un poco más ordenada y cumplidora.

Por accidente, el traje de superleón va a parar a la lavadora y encoge tanto que el fortachón del padre ya no puede ponérselo y, por tanto, ya no le es posible seguir con su misión de protector de la población. De acuerdo con la línea sucesoria, Hedvig debe heredar la responsabilidad de convertirse en la nueva superheroína de la ciudad. El traje encogido tiene ahora el tamaño adecuado para ella, pero, de todos modos, sustituir al padre en el papel de defensora de la gente va a resultarle muy complicado, puesto que es torpe físicamente y no se ha esforzado jamás en nada más que en los videojuegos.

El padre, apenado por no poder transmitir a su hija el cargo de superhéroe, decide delegar en su sobrino Adrián, brillante en todo lo que hace, pero fatuo y egoísta. Entonces Hedvig reacciona y va a pedir consejo y ayuda a su pintoresca y divertida abuela.

El director noruego Rasmus A. Sivertsen nos ofrece una deliciosa película de animación para toda la familia, basada en un conflicto de superación, visualmente agradable y, sobre todo, muy divertida, con algunos gags hilarantes. Pero lo mejor de la cinta lo constituyen los valores y las lecciones de vida que encierra.

Un gran acierto del guion es la ausencia del villano, porque no se trata de destruir a nadie, sino de vencerse a sí mismo para ser mejor. La abuela perdió sus superpoderes porque no estuvo a la altura de su responsabilidad y lo mismo le sucede a Adrián. Es la primera lección: las capacidades y las oportunidades que recibimos (la familia en la que nacemos, la inteligencia que tenemos, la escuela a la que podemos ir…) constituyen un don especial, y todo don se nos da como una tarea. No para que nos vanagloriemos o lo utilicemos en nuestro exclusivo provecho, sino para que lo desarrollemos al servicio del bien de todos.

Cuando Hedvig reacciona a su dejadez, pretende convertirse en una superheroína, pero eso no hay traje que lo consiga. Ni tampoco nadie necesita convertirse en un superhéroe capaz de vencer gracias a fuerzas mágicas, sino que Hedvig debe esforzarse en ser héroe de ella misma, desarrollar sus propias capacidades, los dones que ha recibido. Y ha de hacerlo, no con egoísmo sino con amor hacia los demás.

El bondadoso padre aprende a dedicar más tiempo a estar con su hija, a no pretender que sea como él había esperado o programado. Tanto él como la arisca maestra aprenden que la misión de un educador es acompañar al niño para sacar lo mejor de sí mismo, ayudarle a desarrollar esos dones que ha recibido para que llegue a ser la mejor versión de sí mismo.

Los habitantes del pueblo enseñan que no debemos delegar en otros lo que es nuestra obligación. Es muy cómodo que un superhéroe venga a resolvernos todos los conflictos, mientras nosotros permanecemos pasivos, pero para ser libres y maduros cada uno debe ser responsable de sí mismo al mismo tiempo que nos ayudamos unos a otros para, entre todos, colaborar al bien común.

Una familia de superhéroes es una película alegre y divertida, con una historia bien planteada y con un fondo lleno de valores. La historia de Hedvig invita a la reflexión y al diálogo educativo, en familia o en el aula escolar.