En Cinemanet nos gusta el cine clásico, y en nuestro afán por rescatar joyas un tanto olvidadas hoy presentamos una película que rebosa humanidad. Se trata de Forja de hombres, largometraje de 1938 que tiene como título original Boys Town y que nos sumerge en la obra del padre Flanagan y su obra la Ciudad de los muchachos.
Edward Flanagan fue un sacerdote de origen irlandés que dedicó su vida a la educación de niños y jóvenes abandonados en Estados Unidos. A lo largo de la primera mitad del siglo XX desarrolló una labor social muy importante, que sigue en funcionamiento en la actualidad. Algo tendrá de extraordinario y sobrenatural cuando su proceso de beatificación está abierto.
Forja de hombres es una película sencilla, de esas que transmiten buenos sentimientos y positividad a raudales, y quizás sea por eso que atrapa de principio a fin. Su director, Norman Taurog, no es de los que suenen al común de los aficionados al cine como uno de los directores importantes de la historia, pero sabía de su oficio y lo demostró con Forja de hombres ganando 2 Oscars, uno para Spencer Tracy como Mejor Actor interpretando al padre Flanagan, y otro para el Mejor Argumento. El mismo Taurog ya venía de haber conseguido una estatuilla en 1931 con Skippy, una comedia infantil con niños actores.
A nivel de interpretaciones, el protagonismo indiscutible lo tiene Spencer Tracy en el papel del padre Flanagan, acompañado por el joven Mickey Rooney interpretando a Whitey, un chico conflictivo e inadaptado, pero tremendamente gracioso. Ya hemos dicho que la película es sencilla y positiva, pero es que además es amable, simpática y entrañable, lo que hará que el espectador mantenga una sonrisa casi permanente. Y en esto tiene mucho que ver el personaje de Boliche, un niño de corta edad que es el alma de la Ciudad de los muchachos.
Forja de hombres no tiene un guion elaboradísimo, o una construcción de personajes compleja, o una sucesión de tramas diversas que acaban convergiendo, más al gusto del cine actual; pero es que tampoco lo necesita. Es una película simple, un estilo de cine directo sin apenas adornos, pero que toca el corazón, y eso no está al alcance de cualquiera.
Si vamos al mensaje de fondo de la película, toca varios temas entrelazados que son la educación, la dignidad de la persona y los vínculos afectivos. Y de alguna manera, la iniciativa del padre Flanagan, un sacerdote católico, desafía la visión protestante encarnada en una pequeña ciudad de la América profunda donde los niños delincuentes y abandonados son encerrados en reformatorios, porque en realidad no se confía en que puedan cambiar y se les da por perdidos. En cambio, el padre Flanagan mira con esperanza a todos esos chiquillos que deambulan por las calles. Y cuando las cosas se complican, no duda en arrodillarse para rezar a Dios en una de las escenas más cuidadas, cinematográficamente hablando, de toda la película.
Vamos a detenernos en 3 escenas, aunque bien podrían ser otras, que enmarcan muy bien el mensaje de la película:
- La primera escena que queremos destacar es justo con la que da comienzo la película y es, a mi juicio, la que da el sentido a todo lo que vamos a ver a en Forja de hombres. Un atribulado preso a punto de ser ejecutado pide confesarse, y allí acude el padre Flanagan. El preso se confiesa por miedo, no porque tenga fe, pero en su arrebato final dice una gran verdad al alcaide y al resto de presentes: “Un amigo, un solo amigo que hubiera tenido a los doce años y yo no estaría aquí.” Es la necesidad de la amistad verdadera, de la comunidad y de referentes que hagan de nosotros mejores personas. Este grito desesperado es el que acogerá el padre Flanagan para comenzar su Ciudad de los muchachos.
- La segunda escena puede pasar desapercibida porque se desarrolla muy rápidamente, pero que también tiene su interés. Se trata de la conversación del padre Flanagan con otro preso, en este caso con Joe, que quiere a toda costa que el sacerdote se haga cargo de su hermano, un tanto descarriado. Joe es un preso que reconoce su delito y asume la pena recibida, incluso parece no arrepentirse de lo que ha hecho. Pero sabe identificar el bien y quiere rescatar a su hermano Whitey de un futuro oscuro y sin esperanza. No quiere que su hermano siga sus pasos, sino todo lo contrario; quiere para él otro porvenir, el que Joe nunca pudo tener.
- La tercera escena se sucede casi al final de la película, con Whitey como protagonista. Aunque él se ha resistido todo lo que ha podido al influjo benefactor del padre Flanagan y su Ciudad de los muchachos, casi sin quererlo se ha impregnado de su espíritu y ha visto el bien tan inmenso que hace a tantos chicos abandonados. Es entonces cuando Whitey elige y toma partido por el porvenir de la Ciudad de los muchachos ante un potencial cierre de las instalaciones, en lugar de no delatar a su hermano y su banda en un intento de robo a un banco de la ciudad. Es una elección difícil pero que incluso cuenta con la aceptación de su hermano Joe. Ése que quería a toda costa que su hermano Whitey abandonara el mal camino de la mano del padre Flanagan. Parece que no se equivocaba.
En definitiva, Forja de hombres es una película que merece mucho la pena y que es muy adecuada para ver en familia y hablar en torno a ella. Una película que deja un muy buen sabor de boca y que, oh milagro, incluso ofrece una imagen positiva de un sacerdote. ¿Qué más podemos pedir? Es el encanto del cine clásico.