Sean McNamara nos ha sorprendido este año con una película sobre la vida del presidente Reagan basada en un libro de Paul Kengor. Se trata de un homenaje, bien interpretado por Dennis Quaid, pero excesivamente largo. Los variados y abundantes episodios de su historia difuminan al personaje ofreciendo una visión pobre y poco realista del mismo al alejarse de los puntos más conflictivos de su mandato. Ya se sabe que quien mucho abarca, poco aprieta.
En el caso de The President´s Lady, drama biográfico del siglo XIX, ocurre todo lo contrario, se abarca poco y se procura focalizar en algunos aspectos del también polémico presidente Andrew Jackson.
Basada en una novela de Irving Stone, la película recrea la biografía del séptimo presidente de Estados Unidos Andrew Jackson. Se centra en la historia de juventud, cuando conoce al amor de su vida, Rachel Donelson. Casada con un manipulador, al que acaba pidiendo el divorcio, es engañada y contrae matrimonio con Jackson sin sospechar que el divorcio no ha sido concedido. El ex marido de Rachel la acusará de adúltera, de bígama… y, bajo estos supuestos, le concede el divorcio que le permitirá casarse de nuevo legalmente. A pesar de ello, la mujer quedará marcada de por vida y Jackson tendrá que luchar por defender su inocencia una y otra vez. Logrará finamente rehabilitarla de un modo sorprendente, amargo y feliz a la vez.
Irving Stone fue un escritor norteamericano especialista en novelas biográficas de grandes personalidades de la historia entre las que se cuentan Agonía y éxtasis sobre la vida de Miguel Ángel y Anhelo de vivir sobre Van Gogh. Ambas historias fueron llevadas al cine con éxito. La novela The President´s Lady recrea la vida de Andrew Jackson desde su matrimonio con Rachel hasta ser investido presidente de EEUU. Perfectamente se podría titular esta obra El amor es eterno, como se tituló la que escribió este mismo autor sobre Abraham Lincoln y Mary Todd.
Dirigida por Henry Levin, artesano relegado a recibir encargos, la película tuvo dos nominaciones al Óscar en dirección artística y vestuario. El guion de la novela corrió a cargo de John Patrick y la música a cargo de Alfred Newman que, con 45 nominaciones en su carrera y 9 premios Óscar deja una impronta especial a esta biografía dramática. La preciosa fotografía de Leo Tover, en blanco y negro, remata un film de género histórico más que aceptable.
Levin cuenta en su haber películas apreciables como Viaje al centro de la tierra de 1958 y Un hombre solitario de 1957, sin embargo su primera gran obra es La dama marcada de 1953. Estamos ante un cine de época propio de los estudios Zanuck en los años previos al cinemascope. Conjuga magistralmente los elementos propios de un drama histórico pero focalizándose en la historia de amor de Jackson. Se describe sencillamente un amor que perdura a lo largo de la vida hasta el momento de la jura como presidente. Sometido a prueba durante muchos años, este amor crecerá de manera asombrosa. Se resalta en la película su relación amistosa, la empatía, la comprensión, el respeto y el cariño entre ambos cónyuges. Leales uno al otro vivirán en perfecta unidad los sinsabores de la historia que les marcaría a ambos.
La voz en off inicial, el fundido en negro, los exteriores, las elipsis y los paisajes, combinados con el ambiente intimista, aciertan en dar a la obra un ritmo adecuado, ágil y sereno a la vez. Según algunos críticos, ciertos desajustes en el desarrollo del film impiden llevar a la brillantez este drama biográfico, pero el resultado es muy bueno y ofrece escenas de una intensidad dramática difíciles de superar. Es muy emotiva la escena que nos sitúa junto al lecho de Rachel que espera ansiosa el resultado de las elecciones de su marido.
20th Century Fox inicialmente quería a Gregory Peck y Olivia De Havilland para interpretar a los protagonistas. Finalmente fueron Charlton Heston y Susan Hayward quienes ofrecieron una interpretación magistral coreados por unos secundarios de renombre como son John McIntire, Fay Bainter, Whitfield Connor.
Heston compone un retrato de Andrew Jackson bastante acertado en cuanto al carácter y modo de ser de un hombre hecho a sí mismo y con una infancia de duros sufrimientos. En efecto, Jackson, huérfano de inmigrantes irlandeses pobres, con trece años servía como mensajero en el Guerra de la Independencia de EEUU. Junto a su hermano Robert fue capturado y encarcelado. Las cicatrices de sus manos y de su cabeza fueron obra de un oficial inglés ante su negativa de limpiarle las botas. Su hermano murió a consecuencia de los maltratos unos días después de que su madre pudiera pagar su libertad. Al poco murió su madre contagiada de cólera. Jackson, que no había conocido a su padre, tenía 14 años cuando la perdió.
Con grandes esfuerzos logra ser general y estadista convirtiéndose en héroe nacional tras la batalla de Orleans deteniendo la invasión de los ingleses en 1812. Fue presidente desde 1829 a 1837. Durante las elecciones, Jackson fue apodado «estúpido» por sus oponentes. Le gustó tanto el nombre que usó el símbolo de un burro en su campaña durante algún tiempo. El burro se convertiría más tarde en símbolo del nuevo Partido Demócrata. Se le consideraba el defensor del “hombre común” ya que consiguió para todos los blancos el derecho al voto. Fue el primer presidente que invitó al público en general al baile de inauguración de su presidencia. Este populismo le valió el apodo de “rey chusma” porque, en general, a pesar de algunas decisiones polémicas, el tono de su política fue social, simpatizante con el pueblo y los granjeros.
Como muchos terratenientes antes de la abolición, fue dueño de cientos de esclavos en su hacienda “Hermitage plantation”. Jackson era considerado un dueño de esclavos bondadoso que proveía comida y techo para sus esclavos y que no prohibía a sus esclavas criar a sus hijos ni las separaba de ellos. En la obra cinematográfica, la amistad de su mujer con una de sus esclavas y la adopción de un bebé indio, suavizan parte de las polémicas que rodean su vida.
El acierto de la película es centrarse en lo esencial de la novela: los elementos biográficos en relación a su vida familiar iniciada con equívocos que marcarían su existencia hasta la llegada a la presidencia del país. La química entre Heston y Wayward, aunque puede parecer extraña, resulta eficaz, cargada de pasión a la par que de ternura en variadas manifestaciones. Juntos enfrentaron desafíos y controversias, pero nunca dejaron de ser leales el uno con el otro. Se sabían seguros en esa lealtad y ese amor frente a los que querían arrasarlo.
El film combina momentos de aventura con otros melodramáticos, romance y violencia, en una época de pioneros donde la ley del más fuerte tenía su lugar. La historia novelada se decanta hacia los intereses románticos de la biografía de Jackson por lo que algunos contenidos dudosos o cuestionables de su historia quedan al margen.
La vida de Rachel y Jackson se verá llena de complicaciones y situaciones humillantes inmersos en una sociedad puritana incapaz de perdonar los errores y de ver, sin envidia, la realidad que brilla ante sus ojos: Un matrimonio que se ama, que lucha duramente por el sustento diario y que trata con humanidad a los esclavos que posee. Como señalaba Esquilo, dramaturgo griego, la mayor parte de los hombres, falseando la verdad, quieren aparentar ser mejores.
Como señalaba George Washington “perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia”. Es lo que hizo cada día Rachel. En su soledad, las continuas cartas de Andrew mitigaban las largas esperas. Nunca se quejó de las ausencias de su esposo militar al que siempre apoyó. Sin embargo, la calumnia, hija de la ignorancia y hermana gemela de la envidia al decir del refranero popular, iba minando las fuerzas de esta valiente mujer. Y es que las heridas de la calumnia se pueden cerrar pero quedan las cicatrices… Su mayor sufrimiento fue ser causa de problemas para su esposo que iba escalando celebridad y renombre por sus acciones en favor de la Unión. Por eso tal vez no luchó para seguir viviendo cuando supo que había ganado las elecciones. Esta experiencia vital tan dolorosa queda muy bien reflejada en las escenas finales de la obra cinematográfica que comentamos.
Rachel vive en una sociedad que, como la nuestra, da pábulo a las murmuraciones y está a la caza de los chismorreos más turbios. Y, una sociedad que se deja atrapar por las habladurías y los cotilleos más inverosímiles puede llegar a hacer el vacío a una persona inocente. Se puede llegar a matar con la lengua. Porque no se puede probar la inocencia y así, presuponer la culpabilidad, ya es un juicio y una sentencia. No hay mayor injusticia.
Podemos observar en la película como este mundo de mentiras e hipocresía incitan la agresividad del militar defendiendo el honor de su mujer, con lo que su reputación queda cuestionada en ocasiones por este motivo. Una vez presidente será esta una faceta relevante, la de no dar crédito a los rumores. Recordará siempre que fueron estos bulos los que llevaron a la tumba a la mujer que amaba. Con su victoria logrará encumbrar y rehabilitar el honor de Rachel, casi al final de su vida. Su primera y única dama se convierte en la primera dama del país y, aunque nunca podrá ostentar el cargo, descansará en paz. Las promesas de Jackson se habían hecho realidad en su vida siempre. Se dice que la reacción de Andrew ante la muerte de Rachel fue de conmoción, devastación y duelo perpetuo. Creía firmemente que sus enemigos políticos habían precipitado su muerte.
Andrew Jackson, valiente en la lucha y amigo de sus amigos, fue un compañero de vida fiel a su mujer con la que compartió muchos sinsabores. Un hombre hecho a sí mismo, con la mentalidad racista de su tiempo, pero con la humanidad suficiente para respetar la dignidad de todo ser humano, en especial de los pobres, de los campesinos y de la plebe en general. En temas de honor era capaz de saltarse la ley si no se correspondía con su conciencia. No podemos juzgar con los parámetros de hoy las actuaciones de otra época, pero sí podemos aprender lecciones valiosas.
Esta novela y esta obra fílmica de calado nos invita a darnos cuenta de que la vida de los demás está en nuestras manos también. Debemos velar por la sinceridad de las palabras que usamos, para que no sean un mundo de iniquidad, mortíferas para los que nos rodean. Donde hay amor hay vida. En ese amor se refugió Rachel para sobrevivir a las injusticias con que fue tratada. Es un llamamiento a ser hombres y mujeres que buscan cerrar heridas con actitudes de benevolencia y no de crítica o juicios temerarios. Como decía Jacinto Benavente: “Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes”. Y es que la honestidad es el mejor regalo que podemos ofrecer a los demás.