La receta perfecta | Comedia rural del 2025

Gabriel Sales

Licenciado en Periodismo, Máster en Comunicación y Branding Digital, Máster en Matrimonio y Familia y Máster en la Unión Europea. Apasionado comunicador y crítico de cine, personalista practicante y absoluto seguidor del séptimo arte más reflexivo. Cada película es una ventana hacia nuevas perspectivas y emociones, no subestimemos las historias que retan nuestro acomodo mental.

Cuando se pone delante de nosotros una pieza diferente, solo queda aplaudir el coraje del autor, en este caso Louise Courvoisier, que ha firmado su ópera prima con el don de conquistar crítica y público allá por donde ha pasado desde que se lanzara oficialmente en 2024. La receta perfecta llega ahora a España, esta tierna comedia social, lejana a la crítica europea habitual, tras llevarse mejor primer largometraje y actriz revelación en los César, Premio de la Juventud en Cannes y Galardón del público en la SEMINCI de Valladolid. Una cinta de corazón y experiencia, concebida y ejecutada por una cineasta nacida en Jura, absoluta conocedora de la vida rural, que basa su narración en un realismo más vital que de colmillo.

Nos sitúa frente a Totone, un joven de 18 años, sumergido en la fiesta y el alcohol, sin previsión de futuro. A su debido tiempo, la vida le pondrá delante la enorme responsabilidad de hacerse cargo de su hermana pequeña y, por ello, buscar sustento económico. Su solución quizá esté en fabricar el mejor queso Comté y ganar los miles de euros del concurso agrícola local. Esta fábula transformada huye del clásico cuento de superación y se aproxima al retrato de la bella imperfección humana a través de los protagonistas.

Algo que requiere de una autenticidad inusual, por lo que la cineasta francesa opta por actores no profesionales de su propia región para dotar al relato de credibilidad. Fijémonos en Clément Faveau, encarnando a un Totone torpe, tierno y obstinado, en medio de una pandilla, incluyendo niños, que aporta veracidad y realismo en cada mirada, gesto y sueño compartido.

Esta narrativa coral de La receta perfecta queda arropada por una estética que canta a la luz natural y a los paisajes de Jura, capturados con planos abiertos y pequeños detalles, por una cámara que se detiene en el trabajo del queso, las risas espontáneas o el barro de las uñas sucias. Del mismo modo, la fotografía es testigo de la belleza magnífica que esconde una apariencia minúscula. El ritmo es pausado pero nunca pesado, deja respirar a unos personajes que nunca son juzgados, que crecen sin manipulación artística ajena a su propia experiencia vital.

La escritura del guion balancea convenientemente la comedia con el drama dentro de una historia que no se sujeta a los códigos del coming of age, sino que simplemente se deja llevar por una mirada empática, sin discursos épicos ni redenciones memorables. ¡Al contrario! La grandeza está en lo cotidiano, la belleza reside en la dignidad de los que luchan cada día por seguir adelante, con un sentido de comunidad, familia y esperanza. Con aciertos, errores, caídas y fuerzas de flaqueza, La receta perfecta adquiere el cariz de la típica noche de verano eterna.

La cinta baila al son de la familia como núcleo del sentido y la responsabilidad primera, aplaude a la comunidad como raíz y legado, abraza el sacrificio y la entrega como vía para el bien común. Todo ello sin subrayar en exceso, moralizar ni caer en el sensacionalismo; más bien, la directora se acerca a la verdad tras la vida rural.