Rotunda denuncia de las lamentables actividades ilegales y los trapos sucios que esconde el negocio del fútbol profesional: el ascenso meteórico al estrellato y el olvido más absoluto en momentos de dificultad. A pesar de su guión plano y previsible, un peldaño por debajo de la emotividad pretendida, logra contundencia sin necesidad de aspavientos ni excesos en sus formas.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Diamantes negros. |
SINOPSIS
Llegaron a Europa desde África con 15 años y la promesa de que serían estrellas del fútbol. Amadou y Moussa son captados en Mali por un ojeador, separados de sus familias y traídos a Madrid para triunfar. Un periplo por España, Portugal y el norte de Europa les enseña de primera mano las sombras del llamado “deporte rey”, un negocio que dejará de tratarlos como niños para verlos como “diamantes negros”.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Amigos desde la infancia, Amadou (Setigui Diall) y Moussa (Hamidou Samaké) tienen dieciséis años, viven pobremente en Bamako (Mali) y sueñan con convertirse en estrellas de fútbol. Así que, cuando un ojeador español (Guillermo Toledo) les propone representarles en Europa, le entregan todos los ahorros de sus familiares y amigos, y marchan con él a España. Pero una vez allí, comprobarán trágicamente que las cosas no son como les habían prometido, ni como ellos esperaban. Tras ser probados por un modesto equipo español, Amadou firma con un nuevo representante (Carlos Bardem) y prueba suerte en Portugal, mientras Moussa lo pasa fatal hasta que le surge una oportunidad en Tallín (Estonia).
Premio del Público en el Festival de Málaga 2013, “Diamantes negros” es el tercer largometraje del cartagenero Miguel Alcantud (“Impulsos”, “Anastezsi”), realizador en los últimos años de diversos episodios de las series televisivas “El internado” y “Águila Roja”. Aunque está rodado con sobrio realismo —casi como un documental—, interpretado con veracidad y bien acompañado por una sugerente banda sonora, el filme se resiente de un guión demasiado plano y previsible, poco fluido en el desarrollo de sus acciones paralelas, y que sólo en contadas ocasiones alcanza la emotividad que pretende. De todas formas, la película funciona bastante bien como rotunda denuncia de las lamentables actividades ilegales del negocio del fútbol profesional, que han llevado a Europa a unos 20.000 menores africanos, dejando a muchos de ellos en situaciones dramáticas. En este sentido, resultan acertadas las implícitas comparaciones de Alcantud con la trata de mujeres.
[Juan Xipell, TAConline]
El realizador español Miguel Alcantud firma su tercera película tras debutar en 2002 con “Impulsos” y dirigir, cinco años después, la coproducción hispano-británica “Anastezsi”. Fuera de la gran pantalla, Alcantud ha contribuido al éxito de dos de las series nacionales con mejores datos de audiencia de los últimos años en nuestra televisión, “El internado” y “Águila Roja”, de las cuales ha dirigido diez episodios respectivamente. Con “Diamantes negros”, Premio del Público en el Festival de Málaga, se introduce en la ficción como instrumento de denuncia para retratar una de las grandes lacras del mundo del fútbol.
La película inicia en Mali un ilustrativo recorrido por el proceso por el cual, cada año, centenares de jóvenes africanos viajan a Europa con la esperanza de convertirse en los nuevos Drogba, Eto’o, Touré, Weah y compañía. Alcantud describe las injusticias y graves consecuencias para estos muchachos —y sus familias y comunidades— derivadas de ser convertidos por ojeadores y agentes sin escrúpulos en mercancía potencialmente valiosa, y cómo estos jóvenes pasan de ser futuras máquinas de generar dinero a un problema del que nadie quiere ocuparse cuando una lesión trunca su carrera o, simplemente, un entrenador decide que no valen para competir en la élite.
Más interesante e interesado en su vertiente reivindicativa, el film fusiona con naturalidad su exposición del problema con una dimensión dramática mantenida con oficio y corrección. La denuncia es sencilla, directa, necesaria y efectiva, y tiene la virtud de lograr contundencia sin utilizar grandes aspavientos ni excesos en sus formas.
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