Muerte de un presidente
Dirección: Gabriel Range. País: Reino Unido. Año: 2006. Duración: 90 min. Género: Drama, thriller, falso documental. Interpretación: Hend Ayoub (Zahara Abu Zikri), Brian Boland (Larry Stafford), Becky Ann Baker (Eleanor Drake), Robert Mangiardi (Greg Turner), Jay Patterson (Sam McCarthy), Jay Whittaker (Frank Molini), Michael Reilly Burke (Robert H. Maguire), James Urbaniak (Dr. James Pearn), M. Neko Parham (Casey), Seena Jon (Samir Masri). Guión: Gabriel Range y Simon Finch. Producción: Gabriel Range, Simon Finch, Ed Guiney y Robin Gutch. Música: Richard Harvey. Fotografía: Graham Smith. Montaje: Brand Thumim. Dirección artística: Gary Baugh. Vestuario: Eileen McCahill. Estreno en España: 5 Diciembre 2007. |
SINOPSIS
"Muerte de un presidente", bajo la forma de un documental para la televisión que se emitiría en 2008, se centra en el análisis de un magnicidio: el asesinato de George W. Bush el 19 de octubre de 2007. En el falso documental aparecen imágenes de archivo y entrevistas elaboradas especialmente, presentado todo ello de una forma respetuosa y digna, dando vida a un provocativo thriller político que profundiza en problemas más profundos, sin apoyar en ningún momento la violencia sino mostrando sus efectos dañinos.
CRÍTICAS
En diversas declaraciones recogidas de las promociones de Death of a President, su artífice (en tareas de guión, producción y dirección) Gabriel Range admitía el talante subversivo de su propuesta (o al menos de la premisa de la que parte), y un enunciado de fondo (pero menos) encauzado en la feroz crítica a la política (sobre todo en materia de defensa y seguridad) de la Administración Bush.
Esa premisa argumental ?un atentado acaecido en Chicago en octubre de 2008 termina con la vida de George W.Bush– es sin duda llamativa, pero no original: ya desde los tiempos en que Orson Welles radió en clave periodística ?como si se tratara de un suceso real- la llegada de los alienígenas hostiles del libro La Guerra de los Mundos de H.G. Wells, el falso documental, actuando a modo de parábola o reflejo especular de la realidad documentada, empezó a germinar como fórmula idónea para criticar lo que damos en llamar «el estado de las cosas» en el orden sobretodo político (como el caso que aquí nos ocupa, o en el de CSA:Confederated States of America), pero sin excluir cualquier otro foco de interés radiográfico (pienso en las lecciones de antropología que el Zelig de Woody Allen nos legaron, o en el maravilloso divertimento cinematográfico pergeñado por Peter Jackson en Forgotten Silver).
En los últimos años, cuando los documentales han alcanzado un nivel de interés y prestigio crítico envidiable, esa fórmula ha proliferado de tal modo que se le ha acuñado un título, el mockumentary (cuya referencia en wikipedia alberga más o menos un centenar de títulos). Ni siquiera Gabriel Range es neófito en tales lares, y, bien al contrario, a juzgar por su filmografía previa (en la que se cuentan The Day Britain Stopped o The man who broke Britain, obras en las que especulaba con la posibilidad de un colapso en el transporte que paralizara Inglaterra o la City londinense), cabe decir que el realizador británico está haciendo del faux documental su medio de exploración y expresión artística.
Toda esta parrafada viene al caso para contextualizar esta Death of a President y para advertir al espectador de que, a pesar de que el filme recree la secuencia del asesinato ?mediante efectos digitales que permiten manipular en ese interés narrativo imágenes de archivo del presidente Bush junto a otras tomadas expresamente durante sus comparecencias públicas-, las intenciones, estrictamente documentales, de Range no se sitúan en el aspecto mórbido o en la sátira violenta. Bien al contrario, Range recorre un camino no muy alejado del transitado en estos dos últimos años por tantos otros escritores, músicos o cineastas (mayoritariamente norteamericanos): la clara amonestación a las USA Patriot Act desarrolladas por la presente administración republicana, las normas de seguridad nacional y prevención del terrorismo que vienen menoscabando ?en pro de intereses superiores, según sus avalistas- las libertades civiles de los ciudadanos norteamericanos. Una mirada no tan heredera del desgarro radiográfico que presidía el Road to Guantanamo de Michael Winterbottom como de la abierta crítica jurídica e intelectual de la película (mucho menos conocida) Strip Search de Sidney Lumet. ¿Y cómo lo hace Range? Simplificando al máximo su arenga, como veremos.
El filme se plantea como un documental de actualidad sobre el magnicidio, que se centra en el desarrollo del capítulo trágico y en su posterior investigación, y que incluye principalmente testimonios de miembros del gabinete presencial y de sus servicios de seguridad, de la policía o del FBI. Todos ellos pasarán de ser parte a jueces, y jueces injustos. Porque Range y el coguionista Simon Finch ofrecen al espectador dos sospechosos del asesinato, que se corresponden a título reactivo con dos posturas ideológicas claramente antagónicas. Uno de los sospechosos es sirio, y a pesar de que las pruebas contra él son a todas luces insuficientes (un eufemista diría «circunstanciales»), el peso de la ley recae sobre él, un Jurado le condena como magnicida y sus pasos terminan en el corredor de la muerte; el otro sospechoso es sobrevenido, y las pruebas contra él son contundentes: es un hombre de color, de condición social baja, padre de un soldado muerto en Irak, que antes de suicidarse dejó una nota explicando que responsabilizaba al Presidente de los EEUU de la muerte de su hijo y que por eso le había matado.
Ya digo, existe la visión patrocinada por los poderes públicos, la versión oficial, la Mentira, que mira al exterior (relacionar la nacionalidad siria del sospechoso con su filiación a Al.Qaeda); y existe la visión patrocinada por un ciudadano anónimo (otro hijo del suicida-magnicida), la versión no-oficial -pues es ninguneada por el FBI-, la Verdad, que mira al interior (relaciona en términos de causalidad el asesinato con el dolor y la paranoia de una generación abocada a la guerra por razones aún poco claras). En esa diatriba, de la que el filme toma claro partido, se mueve Range constante se van desarrollando los acontecimientos que el filme desgrana, y su mayor acierto estriba en la absoluta supeditación del discurso al tono, que es sombrío, triste en todos esos testimonios que van construyendo ese convincente reflejo especular con la realidad. Así, hasta los últimos compases de la película da la sensación de que se deja en manos del espectador (y su ideología) el contenido discursivo ?en realidad tan simple- de la película. Pero nada se halla más lejos del objetivo de Range. Y la crítica a la Administración en el Poder (crítica no individualizada a su presidente, a juzgar de la toma de postura que le subsigue por parte de sus herederos políticos) se recubre de ese manto lúgubre del que hemos hablado. Así descubrimos que el panegírico que el realizador nos invita a entonar es otro bien distinto, y no se refiere a un Presidente, sino a unos Derechos cada vez menos inalienables, y a los parias sociales, que se hallan en su punto de mira. Y no es un panegírico falso.
George Bush tiroteado
El británico Gabriel Range levantó la polémica, sobre todo en Estados Unidos, con este documental falso que narra el supuesto asesinato del presidente George W. Bush. Diversos comentaristas y líderes políticos hicieron hincapié en el mal gusto y el afán sensacionalista del autor del documental, y en su falta de ética a la hora de manipular la imagen de personajes públicos.
El film se inicia con la llegada en avión de Bush a Chicago, donde está previsto que dé una conferencia ante los miembros de una asociación de empresarios locales. Un grupo de activistas violentos se manifiestan en contra del presidente, y acaban enfrentándose con la policía. A la salida del hotel donde ha tenido lugar el encuentro, Bush se da un baño de multitudes, ante la atenta vigilancia de los guardaespaldas. Al ir a subir al auto presidencial, se convierte en blanco de los disparos de un francotirador, situado en un edificio cercano. El vicepresidente Dick Cheney se oculta en un lugar seguro y asume el cargo de presidente. Mientras, la policía investiga a los manifestantes más violentos, y acaban deteniendo a Jamal Abu Zikri, un emigrante sirio vinculado en el pasado a Al Qaeda.
El film mezcla secuencias de archivo del propio Bush y otros personajes relevantes con otras retocadas por ordenador, como la que presenta el atentado contra el presidente, de enorme realismo. El film muestra que es posible presentar imágenes de cualquier personaje conocido haciendo cualquier cosa imaginable, y plantea el debate de si es necesario fijar un límite.
Frente a otros documentales falsos, Gabriel Range logra testimonios de un realismo inusitado, pues los supuestos entrevistados no están actuando, sino que casi siempre están realizando declaraciones reales, sacadas de contexto. En realidad, todo es una excusa para realizar una dura crítica contra la administración Bush, sus recortes de libertades para favorecer la lucha antiterrorista, y sobre todo su política exterior. El film parece querer decir que el presidente ha provocado tal descontento, que tiene muchos enemigos que desearían su muerte. El arranque es original, aunque la idea se va desinflando a lo largo del metraje.