4 meses, 3 semanas y 2 días
Dirección y guión: Cristian Mungiu. País: Rumanía. Año: 2007. Duración: 113 min. Género: Drama. Interpretación: Anamaria Marinca (Otilia), Laura Vasiliu (Gabita), Vlad Ivanov (Sr. Bebe), Alex Potocean (Adi), Luminita Gheorghiu (Sra. Radu), Adi Carauleanu (Sr. Radu), Madalina Ghitescu (Dora), Catalina Harabagiu (Mihaela), Sanziana Tarta (Carmen), Mihaela Alexandru (Daniela). Producción: Oleg Mutu y Cristian Mungiu. Fotografía: Oleg Mutu. Montaje: Dana Bunescu. Diseño de producción: Mihaela Poenaru. Vestuario: Dana Istrate. Estreno en España: 25 Enero 2008. |
Otilia y Gabita comparten habitación en una residencia de estudiantes. Ambas van a la universidad en una pequeña ciudad de Rumanía durante los últimos días del comunismo. Otilia alquila una habitación en un hotel barato. Han quedado con un tal Sr. Bebe por la tarde. Gabita está embarazada, el aborto es ilegal y ninguna ha tenido que enfrentarse a algo así antes.
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CRÍTICAS
Decisiones con consecuencias
Rumanía, 1987. Otilia, una joven compañera de habitación de Gabita en una residencia universitaria, decide ayudar a ésta en la grave decisión que ha tomado de abortar. Como en el país esto es un delito hasta los cuatro meses, y a partir de ese momento tiene la consideración de asesinato, acuden a un tipo que realiza abortos clandestinos. Se citan en la habitación de un hotel, y las dos amigas serán protagonistas del alto precio que tienen que pagar por seguir con sus intenciones. Un precio más que económico, moral, y por el que nunca volverán a ser las mismas.
Una película dura y terrible, que fue premiada con la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Cristian Mungiu articula una trama inteligente, donde parece haber sido su guía la idea de que ni contrarios ni partidarios del aborto pudieran reprocharle nada. Su mirada es una consciente mirada gris, como los cielos rumanos cubiertos de nubes, y ni una nota musical hace más llevadero el viaje que propone al espectador. Allí están, mostradas fríamente y de modo aséptico Otilia y Gabita, con sus inseguridades, sus miedos y sus remordimientos. Además, el director sabe combinar los mecanismos del drama, con los del suspense, creado jugando al despiste, [SPOILER] por la ausencia de la habitación unas horas de Gabita, que ha acudido a la fiesta de cumpleaños de la madre de su novio, y las llamadas telefónicas al hotel no respondidas; [FIN DEL SPOILER] también hay acierto en el uso de la cámara en mano en las escenas nocturnas, que expresan bien la confusión y el temor de Gabita; o en cierto planteamiento pudoroso, a pesar de la crudeza de lo narrado no hay regodeos innecesarios. Es formidable también el contenido trabajo de actoras de las protagonistas, Laura Vasiliu y Anamaria Marinca.
Dicho todo lo anterior, parece claro que Mungiu quiere hacer una llamada de atención sobre el aborto, tan trivializado en la actualidad, o sobre el que muchas veces se corre un muy tupido velo; por ejemplo en lo que se refiere a la soledad de la mujer que se plantea la cuestión. Ya desde el título del film -que nos da la edad exacta del feto en el momento de su muerte-, como en la reveladora escena en el cuarto de baño del hotel, donde queda claro muy gráficamente lo que ha ocurrido en esa fatídica noche.
La opinión del director
Además de una impecable lección de cine, 4 meses, 2 semanas y un día es una película que reabre la cuestión del aborto. Preguntado en Cannes, Cristian Mungiu no quiso posicionarse y se evadió señalando que él simplemente ha querido hacer una película sobre una realidad en su país en los años ochenta: el aborto ilegal. Posteriormente, en diferentes entrevistas, el realizador rumano ha declarado que, durante esos años, el aborto se llegó a ver como una forma de oposición al régimen comunista.
Por otra parte, el director reconoce su propia perplejidad cuando señala: «El primer año tras la caída del comunismo se produjeron un millón de abortos. No sabíamos cómo comportarnos. La gente pensaba: si la ley permite hacerlo, perfecto. Pero tienes que pensar en la clase de libertad que se te da«.
De todas formas, y sean cuales sean los propósitos del autor, la realidad es que no hay ni un ápice de frivolidad en la puesta en escena de la película y que los terribles sucesos que se cuentan no son sólo patrimonio del aborto ilegal. Por otra parte, Mungiu es cineasta y lo que quiere decir, más que con palabras o entrevistas, lo dice con imágenes. Y más concretamente, con un plano. Un plano que rompe el tono elíptico del resto de la película. Un plano que, como hablamos de un thriller, no se puede desvelar. Pienso que, para quien quiera y sepa verlo, en ese plano está la clave.