Tehilim
Dirección: Raphaël Nadjari. Países: Israel y Francia. Año: 2007. Duración: 96 min. Género: Drama. Interpretación: Michael Moshonov (Menachem), Limor Goldstein (Alma), Yonathan Alster (David), Shmuel Vilojni (Eli), Ilan Dar (Shmuel), Yoav Hait (Aharon), Reut Lev (Dvora), Dov Berkovitz (rabino), Ilanit Ben Yaakov (Orna), Naomi Tzvick (abuela), Robert Hoenig (inspector Kaufman). Guión: Raphaël Nadjari y Vincent Poymiro. Producción: Geoffroy Grison, Fred Bellaïche, Marek Rozenbaum e Itai Tamir. Música: Nathaniel Mechaly. Fotografía: Laurent Brunet. Montaje: Sean Foley. Diseño de producción: Dror Sarogati y Benny Afar. Estreno en Israel: 11 Octubre 2007. Estreno en España: 4 Enero 2008. |
SINOPSIS
En el Jerusalén actual, una familia judía lleva una vida normal, pero un accidente de coche provoca la misteriosa desaparición del padre. Cada miembro de la familia intenta sobrellevar como mejor puede esta ausencia, superando las dificultades de lo cotidiano. Mientras los adultos se refugian en el silencio o la locura, los dos pequeños, Menachem y David, tratan, a su manera, de encontrar a su padre.
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CRÍTICAS
La familia judía busca orientación
[Julio Rodríguez Chico. labutaca.net]
Muchas veces, la pérdida de algo de valor se convierte en clave para que salgan a la luz los fundamentos de la vida, con la consiguiente maduración de los afectados. Esto resulta más determinante cuando lo que se pierde es la figura del padre, y la familia debe recomponerse en su quehacer diario y en su equilibrio emocional. En ese momento, todo cambia y las nuevas circunstancias exigen a los que se quedan asumir unos papeles antes no contemplados. Este es el marco en que vive el joven Menachem, el mayor de dos hermanos, que ve cómo la estabilidad familiar se pone a prueba cuando su progenitor desaparece tras un accidente de coche en Tel-Aviv. De nada sirven las investigaciones policiales ni las oraciones elevadas a Yavhé para encontrar a su padre. Es preciso adoptar una postura que asuma lo ocurrido y sepa orientarse en la nueva vida que ante ellos se abre.
Con esta mínima trama construye el francés Raphaël Nadjari este drama familiar ambientado en la ciudad israelí, coproducción de ambos países. No hay bombas ni cuestión palestina por medio en esta película, pero sí está marcada a fuego por la tradición judía y los nuevos aires de modernidad que corren por sus calles, en una búsqueda de identidad entre el peso de las prácticas religiosas y el poder aglutinante de la familia, entre la indiferencia de unos y la intransigencia de otros. Por eso, Nadjari nos propone una indagación acerca de un pueblo dividido entre la cosmovisión religiosa y el laicismo contemporáneo, desorientado ante la acelerada pérdida o disolución de su tradicional elemento integrador ?la religión?. De esta manera, la pérdida del padre para la familia Frankel serviría de metáfora en clave sociopolítica del Estado de Israel, un país en busca de definición y una nueva seña de identidad.
Tras un inicio que recoge la lógica algarabía familiar, con las intrascendentes riñas de hermanos o la plácida y rutinaria convivencia de padres e hijos, el accidente y extraña desaparición del padre se convierte en desencadenante de la historia. Desde luego, el percance de carretera es del todo inverosímil en su puesta en escena y nunca resulta convincente tanto misterio ni tanto despliegue policial. Nada se vuelve a saber del padre, ahora convertido en fantasma, pero es que no es necesario para el propósito del director: su intención no es tanto descubrir lo que pasó sino acercarse al mundo judío y a su doble mentalidad a través de los restos del naufragio. Por eso no hay signos de dramatismo en el accidente ni en la desconsolada esposa, pero sí cuando salta la chispa y los primeros roces con la familia del desaparecido: el abuelo y tío de Menachem viven con estricta observancia la práctica religiosa, y enseguida organizan reuniones de oración y caridad en el domicilio familiar. Esto lo agradece el piadoso Menachem, formado en el estudio y rezo del Talmud, pero saca de quicio a una madre que necesita soledad y tranquilidad. El conflicto está servido y viejas discrepancias afloran: mientras la rama del marido ?curiosamente todo hombres? siempre atiende a soluciones trascendentes y emprenden una campaña de petición de plegarias repartiendo el Libro de los Salmos ?Tehilim en hebreo?, la de la esposa ?mujeres, más cercanas a lo inmediato? se preocupa en cambio por la subsistencia y asistencia legal. Choque de mentalidades para una familia rota, donde la tristeza se instala y la incertidumbre y el desconcierto amenazan con destruirla, con un hijo mayor que rechaza la compañía humana y busca consuelo en Dios, un niño que quiere «hablar de cualquier cosa» porque la soledad le da miedo, y una madre que encuentra las cuentas bancarias bloqueadas ?eran cosas que «llevaba su marido»? y que debe reconducir a sus hijos en este difícil momento.
La naturalidad y frescura iniciales, la melancólica ambientación con rincones de la ciudad y prácticas judías ?la misma preparación o la celebración del sabbat?, y el buen uso de la cámara ?que no tiene prisa por contar nada y que sabe recoger los sentimientos de duelo de sus personajes, sin estridencias ni excesos? no ocultan un ritmo parsimonioso de la película, y a ratos anodino. El tono de la cinta es en todo momento realista, con una fotografía de baja definición y luces frías que dan gravedad al asunto, que se adentran en la intimidad herida de la familia sin permitir que nunca derive hacia el melodrama sentimental. No parece, sin embargo, apropiado el tono enfático que la banda sonora adopta repetidamente, entre la estridencia y la solemnidad, porque no resulta coherente con el tratamiento visual ni argumentativo de la historia, ni tampoco se requería ese aire de suspense o enigma subrayado.
Estamos ante una pequeña producción, que elige con acierto el punto de vista de Menachem para reflejar la perspectiva religiosa de una parte del pueblo judío y la más pegada al terreno de otra, para quedarse finalmente con el afecto de la familia. Film de carácter minoritario, reflejado también en su ambigüedad y en el carácter abierto del desenlace, entre el misterioso destino del hombre desaparecido y el de esa familia que espera la llegada del autobús… para seguir unida su propio viaje.