Cadena Perpetua
Dirección: Frank Darabont. |
SINOPSIS
La vida de Andy Dufresne, un joven banquero de éxito, cambia drásticamente cuando un tribunal le encierra injustamente de por vida, en una prisión de alta seguridad, por el asesinato de su esposa y su amante. En la prisión, Andy traba amistad con Red Redding, un preso atípico y muy respetado con el que descubre la mafia de sobornos y el mercado negro de la cárcel. No sólo se gana el respeto de los presos sino también el del despiadado director del centro, para el cual trabajará como contable.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
Espléndido melodrama carcelario, escrito y dirigido por Frank Darabont, hasta ahora sólo conocido como guionista de La mosca y del Frankenstein de Kenneth Branagh. Precisamente el guión es su primera gran baza; basado en un relato de Stephen King —Rita Hayworth & the Shawshank Redemption—, describe la amistad a lo largo de veinte años —entre 1946 y 1967— de dos reclusos condenados a cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad de Estados Unidos.
Red (Morgan Freeman) es un negro de buen corazón y escasa cultura, que maneja el mercado negro de la cárcel; Andy, un famoso banquero de exquisitos modales, que supuestamente asesinó a su mujer y a su amante en un ataque de celos. Su amistad será puesta a prueba por la brutalidad de algunos presos y de los violentos guardianes, así como por los turbios negocios del hipócrita y cruel alcaide de la prisión, que se aprovecha de los conocimientos de economía de Andy. A pesar de los pesares, la amistad ayudará a los dos a sobrellevar el peso de la reclusión y a encontrar un sentido a sus vidas, sobre todo echando una mano a los demás reclusos.
Además de la riqueza antropológica de su guión, sorprenden la solidez narrativa, la personalidad visual y la magnífica dirección de actores que muestra Frank Darabont en este su primer trabajo como director para la gran pantalla. Así, la película, a pesar de transcurrir en su mayor parte dentro de la cárcel, es muy rica en situaciones sugestivas, en las que se mezclan muy bien la tragedia y el buen humor, siempre marcados por una profunda mirada humanizante a los personajes. El tono épico-sentimental —a veces un poco excesivo, sobre todo en la última parte— lo pone la bella partitura de Thomas Newman.
Más allá de estos atractivos formales, destaca la hondura dramática de la película. Tienen mucho valor, sobre todo, su encendido elogio de la amistad —por encima de diferencias raciales, culturales y sociales— y su defensa de la capacidad de redención del ser humano, que incluye certeras reflexiones sobre el auténtico sentido de la libertad y de la lucha por la supervivencia. En este punto, se defienden vehementemente los esfuerzos de los dos personajes principales por aferrarse a la esperanza, aun en situaciones de gran degeneración moral. También cabe elogiar la apología que hace la película del valor de la formación humanística —sobre todo a través de la música y los libros— como medio poderoso de enriquecimiento personal.
Todo este inteligente idealismo suaviza la crudeza de algunos pasajes, y deja la agradable sensación de haber visto una gran película.