Dirección y guión: Tamara Jenkins. País: USA. Año: 2007. Duración: 113 min. Género: Drama, comedia. Interpretación: Laura Linney (Wendy Savage), Philip Seymour Hoffman (Jon Savage), Philip Bosco (Lenny Savage), Cara Seymour (Kasia), Peter Friedman (Larry), Gbenga Akinnagbe (Jimmy), Tonye Patano (Srta. Robinson), Guy Boyd (Bill), David Zayas (Eduardo), Debra Monk (Nancy Lachman). Producción: Ted Hope, Anne Carey y Erica Westheimer. Música: Stephen Trask. Fotografía: Mott Hupfel. Montaje: Brian A. Kates. Diseño de producción: Jane Ann Stewart. Vestuario: David C. Robinson. Estreno en USA: 28 Noviembre 2007. Estreno en España: 4 Abril 2008. |
SINOPSIS
Lo último que hubieran deseado hacer los hermanos Savage es volver atrás, a su difícil historia familiar. Después de haberse liberado del dominio de su padre, ahora se encuentran firmemente anclados a unas vidas propias bastante complicadas. Wendy es una autora de teatro que se esfuerza por salir adelante, una desocupada que pasa sus días solicitando becas, robando suministros de oficina y quedando con su vecino casado. Jon es un neurótico profesor de facultad que escribe libros sobre oscuros temas. Pero entonces llega la llamada que le informa de que el padre al que siempre ha temido y evitado, Lenny Savage, se consume lentamente. Ahora, mientras dejan de lado sus ajetreadas vidas, Wendy y Jon se ven obligados a vivir juntos bajo el mismo techo por primera vez desde su infancia, redescubriendo las excentricidades que les sacaban de quicio. Enfrentados con una agitación total y luchando por la manera en que deben hacerse cargo de los últimos días de su padre, se encuentran confrontados con el significado de la vida adulta, la familia y, lo más sorprendente, lo que significan el uno para el otro.
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CRÍTICAS
Tamara Jenkins, una artista dedicada a las videoinstalaciones y con otros 4 largometrajes (aún no estrenados en nuestro país), escribe y dirige esta historia sobre la familia desde su peculiar punto de vista: crudo, realista pero no exento de un humor ácido, aunque sin dejar de ser humano. A Tamara le fascina ver cómo los adultos reaccionan ante el envejecimiento de sus padres, muchas veces con esa perplejidad propia de la sociedad occidental ante el desvanecimiento de la juventud y de la autonomía y la cercanía de la muerte. De hecho, la autora interpreta su propia historia como un cuento de hadas, en el que dos hermanos –Hansel y Gretel-, abandonados por su padre, están ahora perdidos en la “surrealista Tierra de la Ancianidad”.
La concepción de los personajes funciona porque desprenden naturalidad, al mismo tiempo que son un claro exponente de esa generación que roza los 40 y que no ha sabido anclar su vida en los resortes adecuados, quizá precisamente a causa de una familia desestructurada desde su infancia.
No obstante el tono crudo –no hay concesiones al sentimentalismo- y a veces pesimista y carente de trascendencia, la película demuestra, una vez más, que la familia es una institución que sostiene a las personas y, por tanto, a la sociedad a pesar de los grandes errores que cada uno pueda cometer y a pesar de los grandes defectos que cada uno tenga. En este caso, una familia que nunca funcionó debe hacerlo a las puertas de la muerte de uno de sus miembros. Sin experiencia en el compromiso y en dar cariño y afecto, Wen, Jon y su “demente” padre –interpretados por un magistral trío de actores- se convierten para el espectador en una oportunidad para reflexionar sobre el papel que cada uno juega en ese fantástico puzzle que es la vida. Precisamente, en ese periplo, los dos hermanos se acercarán a la madurez en un camino que la película no deja completo, pero sí inciado y bien encarrilado.
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