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Dirección: James Mangold. País: USA. Año: 2007. Duración: 117 min. Género: Western, drama. Interpretación: Russell Crowe, Christian Bale, Logan Lerman, Ben Foster, Peter Fonda Vinessa Shaw, Alan Tudyk, Luce Rains, Gretchen Mol, Dallas Roberts. Guión: Halsted Welles, Michael Brandt y Derek Haas; basado en un relato corto de Elmore Leonard. Producción: Cathy Konrad. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Phedon Papamichael. Montaje: Michael McCusker. Diseño de producción: Andrew Menzies. Vestuario: Arianne Phillips. Estreno en España: 5 Septiembre 2008. |
SINOPSIS
Dan Evans es un veterano del ejército de la Unión que está a punto de perder su rancho a causa de las malas cosechas. La fortuna le ofrece una oportunidad cuando es capturado el célebre forajido Ben Wade, un violento y despiadado atracador cuya banda lleva años asolando la vía férrea de la Southern Pacific, asesinando a quien encuentran a su paso. Pero el arresto de Wade no es sino el primer paso, ya que tendrá que ser escoltado hasta la ciudad de Contention. Desde allí, sale un tren con un vagón-celda que le llevará a Yuma para ser juzgado por un tribunal federal.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
Lo clásico nunca cansa. Este lúcido aforismo parece el grito de guerra del cineasta neoyorquino James Mangold, cuya filmografía repasa todos los grandes géneros: el drama (Heavy, Inocencia interrumpida), el biopic (En la cuerda floja), la intriga (Identidad), el thriller policiaco (Cop Land), la comedia sofisticada (Kate & Leopold)… Ahora redondea esa lista con El tren de las 3:10, un brillante western, ambientado en la agitada Arizona de finales del siglo XIX. Se inspira en un relato corto de Elmore Leonard, ya llevado al cine en 1957 por Delmer Daves, con Glenn Ford y Van Heflin como protagonistas.
Lo mejor son las excelentes interpretaciones de todo el reparto, y especialmente de Russell Crowe y Christian Bale, cuyo duelo interpretativo refleja con sorprendente vigor el pulso moral que llevan a cabo sus personajes: un brutal forajido al que acaban de capturar, y un pobre y honesto ranchero, que se ha comprometido a trasladar al preso a la ciudad de Contention, donde tomará un tren con destino a Yuma. Se trata de un pulso violento y agridulce, marcado por el acoso constante de la banda del bandido, y que subraya la fuerte inercia del mal, pero sin restar valor a la poderosa capacidad de transformación de la honestidad y la coherencia.
Todo esto lo envuelve Mangold en una densa atmósfera hiperrealista, más cercana al desencanto crepuscular de Sam Peckinpah que al sereno clasicismo de Delmer Daves, John Ford, Howard Hawks o Anthony Mann. De todas formas, los espíritus de todos ellos asoman por las esquinas de la esmerada ambientación —obra de Andrew Menzies—, entre los destellos de la dura fotografía —a cargo de Phedon Papamichael— o en algún acorde de su espléndida banda sonora, compuesta por Marco Beltrani. En fin, un ejemplo casi perfecto de lo que debe ser un remake.
El wester fue un género tan popular en su pasado como marginal y de culto en el presente. Con una producción escasa pero de calidad, quien se embarca en la realización de una historia de este tipo sabe que su trabajo se va a mirar con lupa.
En el caso de James Mangold (“Inocencia interrumpida”, “Identity”, “En la cuerda floja”), su amor por el western es algo que nació hace años y que ha introducido indirectamente en algunas de sus películas (“Cop land”). De hecho, “El tren de las 3:10” es un remake de la adaptación que hizo Delmer Daves, (co-guión del propio Halsted Welles) en 1957, del relato de Elmore Leonard. Un relato que se publicó por primera vez en 1953 en “Dime Western Magazine”.
Ahora, en el 2007 y con un absurdo año de retraso en nuestras pantallas, la película ofrece un antagónico y, al mismo tiempo, complementario retrato de dos posturas morales y vitales ante las dificultades de la vida. Sin descifrar nada de lo que configura a cada uno de los protagonistas, puede decirse que la seducción por el mundo fuera de la ley puede que no sea tan sugestiva cuando se palpa de cerca o cuando se contrapone a una supuesta vida sedentaria y sujeta a humillaciones y abusos, que “parece” no se gestionan con “suficiente” fortaleza y decisión.
De nuevo las dinámicas entre lo nómoda y lo sedentario, lo moral y lo inmoral, la familia y la soledad, la violencia justificada y la caprichosa, las posturas encontradas y el nacimiento de una amistad, por citar algunas de muchas más que ofrece la película, configuran la riqueza del western. Es decir, en medio de esos puntos extremos, el género de la conquista humana conquista, precisamente, el territorio de lo intermedio que, en ocasiones, ofrece el punto de vista más acertado de la realidad. Además, Mangold sabe trasladar muchos debates contemporáneos a la arena de un género histórico, algo que demuestra su flexibilidad, fertilidad y capacidad, y que tan bien han descubierto los hermanos Coen.
Por otra parte, la adecuada banda sonora de Marco Beltrami (“The eye”, “La jungla 4.0”, Los tres entierros de Melquíades Estrada”, “Yo, robot”), la realización y el montaje claustrofóbicos a pesar del vasto terreno físico en el que se rueda, y el guión que profundiza en las motivaciones y en los perfiles psicológicos, así como el acertado elenco de actores, encabezados por Bale y Crowe que saben compartir generosamente el protagonismo, hacen del film un sólido referente del género en el siglo XXI
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