Dirección y guión: Amin Matalqa. País: Jordania. Año: 2007. Duración: 110 min. Género: Drama. Interpretación: Nadim Sawalha, Rana Sultan, Hussein Al-Sous, Udey Al-Qiddissi, Ghandi Saber, Dina Ra’ad-Yaghnam, Mohammad Quteishat, Nadim Mushahwar, Faisal Majali, Lina Attel, Ali Maher. Producción: Amin Matalqa, Laith Al-Majali, Nadine Toukan, David Pritchard y Kenneth Kokin. Música: Austin Wintory. Fotografía: Reinhart Peschke. Montaje: Laith Al-Majali. Diseño de producción: Gerald Sullivan. Vestuario: Jamila Allaeddin. Estreno en España: 18 Marzo 2009. |
SINOPSIS
Abu Raed es un solitario miembro del equipo de limpieza del aeropuerto internacional de Ammán. Siempre ha querido viajar por el mundo, pero al no poder hacer realidad su sueño, lo vive a través de libros y de breves charlas con algún viajero. Un día, encuentra una gorra de capitán en una papelera y un chico del barrio le ve con ella puesta camino de casa. Al día siguiente, un grupo de niños le espera delante de la puerta, convencidos de que es piloto. Nace una amistad entre el hombre y los niños. Feliz de tener compañía, hace viajar a los niños por el mundo mediante historias inventadas.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
Abu Raed es un anciano limpiador del aeropuerto de Amman. Cariñoso, culto e imaginativo, sigue hablando con su esposa, fallecida hace años. Un día encuentra una vieja gorra de piloto, con la que fascina a los sufridos niños de su pobre barriada, que le obligan a contar fabulosas aventuras. Mientras, Abu Raed confía sus dramas a Nour, una bella piloto de 31 años, cuyos ricos padres ansían casarla cuanto antes y con quien sea.
Cae simpática esta entrañable fábula, Premio del Público en Sundance 2008. Ciertamente, su guión es esquemático, alguna interpretación infantil flaquea, y a ratos se vuelve tosca la realización del debutante Amin Matalqa. Sin embargo, se impone finalmente su reivindicación de la lectura y la fantasía, y su exaltación de la dignidad humana, abierta a la trascendencia, asentada en la caridad y muy dura en su denuncia de los malos tratos, la explotación infantil y la discriminación de la mujer en ciertos ámbitos musulmanes.
Todo eso adquiere veracidad gracias a las excelentes interpretaciones del veterano Nadim Sawalha y de la popular presentadora televisiva Rana Sultan. Ambos son mimados por la ágil cámara de Matalqa, que arranca escenas muy emotivas al sublimar los variados parajes de Amman con un hábil recurso al travelling y a los contraluces, reforzados por la preciosa banda sonora de Austin Wintori.
La vida es cuento
Abu Raed, un anciano viudo y rebosante de humanidad, trabaja como empleado de la limpieza en el aeropuerto de Amán, en Jordania. Un día, vaciando un cubo de basura, encuentra una gorra de las que llevan los comandantes de los aviones. Cuando vuelve a su casa con la gorra puesta, Tarek, uno de los chicos de su barrio, se empeña en llamarle capitán Abu Raed, y difunde entre sus amigos que acaba de conocer a un auténtico piloto de aviones comerciales. Aunque al principio niega que esa sea su profesión, el entusiasmo de los chicos le lleva a convertirse en contador de fantasiosas historias acerca de los viajes que habría realizado a lo largo y ancho del mundo, al mando de imponentes aviones. Todos le creen a pies juntillas… excepto Murad, un chico que ha perdido la capacidad de soñar, por los malos tratos que padecen él y su familia de parte del padre.
Interesante película jordana, la primera que ha logrado tener cierta repercusión internacional, con premios como el del público en Sundance. La película nace del empeño de su director, Amin Matalqa, que pasó sus primeros años en Jordania, para formarse luego profesionalmente en Estados Unidos. Para su debut en el largo, tras dirigir numerosos cortos, ha escrito una historia sencilla y bien trabada, que utiliza elementos de su experiencia personal para ofrecernos la mirada del entrañable Abu Raed, un hombre que habla con su difunta mujer cuando llega a casa, que inventa cuentos para entretener a los chicos y para mitigar cierta pena que ocupa desde hace años su corazón, y que se preocupa de los chavales, ya sea en lo referente a su educación, o del ambiente familiar en que se desenvuelven.
Llama la atención la extraordinaria delicadeza del personaje, que sabe escuchar, y trata de ayudar sin humillar. Está muy bien insertada además la subtrama de Nour, una hermosa comandante de avión a la que su padre está tratando de buscar marido, y que logra una conexión muy especial con Abu Raed. Hay en el film toda una loa al amor por los libros, que en el caso del protagonista le han procurado una educación autodidacta, y que le empujan a preocuparse de Tarek, un chaval muy espabilado que se ausenta de la escuela para ejercer de vendedor ambulante, por indicación paterna.
Se agradece la falta de pretensiones, la narración directa y sin artificios, lo que no significa incapacidad de conmover para Matalqa, sino todo lo contrario. El director pinta unos personajes -sobresale la naturalidad de los actores, su interpretación sin aspavientos, empezando por el protagonista, Nadim Sawalha– y situaciones convincentes, fotografía muy bien las diversas escenas, y las envuelve de una sugerente partitura musical compuesta por el desconocido Austin Wintory. Tal vez se precipita un tanto en el último tramo de la película, donde al hablar de generosidad y sacrificio mitiga en parte su innegable regusto amargo.
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