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Dirección y guión: Hirokazu Kore-eda. País: Japón. Año: 2008. Duración: 108 min. Género: Drama. Interpretación: Hiroshi Abe, Yui Natsukawa, You, Kazuya Takahashi, Shohei Tanaka, Hotaru Nomoto, Ryoga Hayashi. Producción: Yoshihiro Kato e Hijiri Taguchi. Música: Gontiti. Fotografía: Yutaka Yamazaki. Montaje: Hirokazu Kore-eda. Diseño de producción: Toshihiro Isomi y Keiko Mitsumatsu. Vestuario: Kazuko Kurosawa. Estreno en España: 5 Junio 2009. |
SINOPSIS
Este drama familiar, que transcurre en un solo día, habla de unos hijos adultos que regresan a casa para visitar a sus ancianos padres. Hace décadas que los padres viven en la casa familiar. Su hijo y su hija regresan después de mucho tiempo para una reunión familiar y traen a sus hijos. Se reúnen para conmemorar la trágica muerte del hijo mayor, que se ahogó hace quince años. La casa sigue siendo tan cómoda y espaciosa como antes; la comida que ha preparado la madre, tan buena como antes, pero todos han cambiado sutilmente. Esta es una típica familia desestructurada, unida por el cariño, el resentimiento y los secretos.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
En los años 50 y 60 del siglo pasado, cineastas como Kenji Mizoguchi (Cuentos de la luna pálida), Yasujiro Ozu (Cuentos de Tokio), Mikio Naruse (Cuando una mujer sube una escalera) o el propio Akira Kurosawa (Ikiru-Vivir) desarrollaron un neorrealismo japonés de alta calidad fílmica y antropológica. El mejor heredero actual de esos maestros es Hirokazu Kore-eda, nacido en Tokio en 1962 y director de premiadas películas como Después de la vida (1999), Nadie sabe (2004) o Hana (2006). Ahora, roza la perfección con la autobiográfica Still Walking. Caminando, Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y Mención Signis (Asociación Católica Mundial para la Comunicación) en San Sebastián 2008.
El título original —Aruitemo, aruitemo (Caminando, caminando)— hace referencia al estribillo de una canción romántica de los años 60, que conmueve a la abuela Yokoyama, una mujer sencilla y lista, que soporta con buen humor la hosquedad de su esposo, un médico que no lleva bien su jubilación ni el que ninguno de sus hijos haya seguido sus pasos. Esos sentimientos atenazan al padre de familia durante la reunión familiar que organizan en el aniversario del fallecimiento del idealizado hijo mayor, que murió como un héroe.
El acomplejado hijo mediano acude temeroso de la reacción de sus padres ante su propia situación laboral y ante su esposa, una guapa y cariñosa mujer viuda, con un simpático hijo de nueve años. Por su parte, la descarada e infantil hermana pequeña llega con su zalamero pero perezoso marido y sus dos traviesos hijos. Durante las abigarradas comidas, las conversaciones en común y las confidencias a media voz, se irán desvelando las heridas de estos entrañables personajes.
Universal por ser muy japonesa, esta película refleja magistralmente las grandezas y miserias del ser humano, y su permanente capacidad de amar. Así, Kore-eda se muestra realista al presentar los conflictos, pero mira esperanzado a la familia como el lugar natural donde encontrar ayuda, sobre todo en la actual sociedad individualista. E incluso defiende sin complejos una visión trascendente del ser humano, donde la oración tiene un enorme valor y la muerte no es un cruel punto final.
Esto lo desarrolla Kore-eda a través de una dirección de actores portentosa y de una planificación hipnótica, que aprovecha cada detalle de la casa y se luce en su audaz recurso al fuera de campo y en sus luminosas escapadas al exterior. En éstas se siente el calor veraniego, el sol deslumbra al espectador y hasta se huele el mar que bate a lo lejos.
Reunión familiar
Una película a lo Yasujiro Ozu. Aruitemo, aruitemo ya la hemos visto, el citado maestro nipón hizo al menos una docena de títulos que podrían conectar con éste, historias de familias corrientes, de hasta tres generaciones, que se reúnen por algún motivo. El mérito de su compatriota Hirokazu Koreeda (Nadie sabe, Hana) es entregar un film a la altura del modelo pero adaptado a los tiempos actuales, lo que suponía enfrentarse a un listón muy alto; y sí, el resultado es emotivo, con personajes entrañables, que se hacen querer, aunque no sean perfectos.
La cosa transcurre casi en su totalidad en apenas 24 horas, en la que los dos hijos casados de un matrimonio anciano acuden a verles al hogar de la infancia. La hija es una mujer sin pelos en la lengua, algo descarada, que desearía un día poder vivir con su marido e hijos en la casa. Y el hijo se ha casado recientemente con una viuda madre de un niño, algo que no hace gracia a sus padres, él un viejo cascarrabias, médico, que esperaba que su retoño siguiera sus pasos profesionales, ella ama de casa con bastante genio también. Planea en el hogar la muerte trágica años atrás del hijo mayor, al que honran en el aniversario de su deceso. Y hay recelos en aceptar a la nueva hija política, y algún secretillo de familia.
Hay en la narración un tono agridulce. Existe un aprecio por la familia, hay cariño, respeto y buenas maneras, un deseo de agradar al otro. Al tiempo hay roces, malos entendimientos, rencores, cabezonerías. Y también buenos deseos de volverse a ver, en otra ocasión, no cumplidos, algo no raro cuando se conciben ciertas visitas como una carga, que habría que reducir al mínimo que dicta la buena educación, porque hay tanto que hacer… Kore-Eda logra un equilibrio perfecto entre los detalles de suave humor que salpican la cinta, con cierto patetismo -el gordo patán por el que dio la vida el hijo fallecido-, y hasta con momentos mágicos, la mariposa de alas amarillas. No se cae en la sensiblería, mostrándose con realismo los buenos deseos que presiden las reuniones familiares, y las diferencias y puyas que surgen casi de modo inevitable. Los actores han captado perfectamente los pequeños detalles que definen a sus personajes, por lo que la película alcanza algo muy parecido a la perfección.