El día 16 de septiembre a las 19:15 horas se celebrará en el Salón de Actos de la Universidad Abat Oliba de Barcelona (c/ Bellesguard 30) un acto público con la proyección de la película Katyn. El acto ha sido organizado conjuntamente por la Universidad, el Consulado de Polonia en Barcelona y la Asociación CinemaNet.
Intervendrán el cónsul de Polonia, Marek Pernal, el vicerrector de alumnos de la UAO, Marcin Kazmierczak y el director de CinemaNet, Daniel Arasa. Este disertará sobre el tema: “El impacto periodístico y político de Katyn”.
La película es presentada en primicia en España. Es obra del gran director polaco Andrzej Wajda, que era hijo de uno de los asesinados en Katyn.
La entrada a la sesión es libre y gratuita. Tendrá lugar la misma víspera del 70 aniversario de la invasión de Polonia por los soviéticos. En la propia UAO se instalará a partir del 14 de septiembre una exposición con fotografías y textos sobre los hechos de Katyn. Un botón del uniforme del ejército polaco, lo que permitió identificar a las víctimas como militares polacos, es el símbolo del acto y la exposición.
Un capítulo de muerte y silencio
Hablar de Katyn en España es casi una referencia a lo desconocido. Muy pocos han oído jamás esta palabra y menos aún entre las jóvenes generaciones. Sin embargo, Katyn representa una de las grandes masacres del siglo XX y, a la vez, una maniobra política de gran calado y la historia de una mentira colectiva difundida y mantenida a nivel mundial durante casi 50 años.
En abril de 1943, en plena guerra mundial, saltó al mundo desde Berlín una noticia impactante: las fuerzas alemanas habían descubierto en los bosques de Katyn, cerca de Smolensk, en la Unión Soviética, unas fosas con los restos de muchos miles de oficiales polacos que habían sido asesinados por los soviéticos en la primavera de 1940. Habían caído prisioneros unos meses antes, en septiembre de 1939, cuando la URSS de Stalin, en connivencia con Hitler, invadió la parte oriental de Polonia sin mediar siquiera una declaración de guerra.
Katyn no era una masacre más de las muchas producidas en la Segunda Guerra Mundial. De un lado significada la eliminación con absoluta frialdad de una gran parte de la oficialidad y la intelectualidad polaca. Pero, desde un punto de vista más global, los alemanes la aireaban al mundo con toda la capacidad persuasiva y organizativa de Goebbels para hincar la piqueta y colocar dinamita en la solidez de la alianza entre sus adversarios. Trataban de resquebrajar la cooperación de británicos y norteamericanos con los soviéticos y enfrentarlos. No en vano los ingleses eran aliados preferentes de Polonia y habían ido a la guerra contra Hitler precisamente porque éste había invadido Polonia.
Stalin y la propaganda comunista reaccionaron con todos sus medios culpando a los nazis de ser los verdaderos autores de las matanzas y de atribuirlas a los soviéticos con objetivos de manipulación política. Aunque la noticia causó conmoción en Londres, los aliados occidentales, Churchill y Roosevelt, echaron tierra sobre el asunto –nunca mejor dicho tratándose de fosas—y por los intereses del momento aceptaron públicamente las tesis rusas, aunque se dudara de su veracidad. Ganar la guerra a Hitler les interesaba más que la clarificación de aquellos hechos o apoyar a los polacos. El único que rompió con Moscú fue el gobierno polaco en el exilio con sede en Londres, un símbolo de la lucha por la libertad de su país pero de peso insignificante en la estrategia mundial de las grandes potencias.
Terminada la Segunda Guerra Mundial persistió la versión soviética e incluso se rindieron homenajes a los fallecidos por parte de quienes habían sido sus verdaderos verdugos. En los países del Este, incluida la propia Polonia, durante décadas fue la tesis oficial. No sería hasta 1990, con Mijaíl Gorbachov, cuando se reconoció la culpabilidad de la URSS. Stalin, y su Comisario de Seguridad del Estado, Beria, eran los responsables. Los nazis habían cometido infinidad de barbaries, pero ésta no.
Aunque los hechos se aclararon, su difusión siguió siendo muy limitada. Fuera de Polonia tuvo escaso eco en la mayoría de países. En mayor grado aún así le ocurrió a la película. Apenas se difundió. En España ni siquiera encontró distribuidora en mucho tiempo. Las masacres y atropellos a la dignidad de persona se miden a menudo con distinto rasero según quien los cometa.
Daniel Arasa
Director de CinemaNet y profesor de la UAO
Como modesto historiador vocacional y muy interesado en los acontecimientos acaecidos durante la II Guerra Mundial, siempre me ha intrigado el para mí misterioso y asombroso hecho de que tras la invasión del este de Polonia por las tropas de la URSS, el 17 de septiembre de 1939 Fancia y el Reino Unido NO DECLARASEN LA GUERRA a dicho país, que ERA ALIADO DE ALEMANIA, en aplicación del tratado de alianza y defensa mutua que tenían con Polonia y en el que se basaron para declarar la guerra a Alemania el día 3 de septiembre, después del ultimátum que dieron a dicho país, por los incidentes fonterizos y algún ataque sobre el pasillo de Danzig ocurridos entre el 1 y el 2 del mismo mes. Siempre he pensado que detrás de esta extraña actuación de los llamados «Aliados» había un trasfondo misterioroso que con los años nadie ha investigado, o no ha sobrevivido a tal labor. Está claro que la historia siempre la escriben los vencedores o quienes lo permiten.
Gracias a Cinemanet- consulté su web-he podido asistir al acto en la UAO y a la proyección de la película.Cinematográficamente impecable, al verla subtitulada, se aprecia mucho mejor, oyes polaco, alemán, ruso.Los intérpretes magníficos, sin alardes, contenidos y austeros, pero lo más importante, la trama ,su contenido de drama humano, entrelazando diversas historias,en la que se manifiesta una profunda fe cristiana en los personajes polacos, sin morbosidad la tragedia, y el reflejo de la posterior manipulación histórica, para mí es una película imprescindible, para verla y comentarla adultos y jóvenes.