Dirección y guión: Neill Blomkamp |
SINOPSIS
Hace casi treinta años, los alienígenas contactaron por primera vez con el planeta Tierra. La raza humana esperó un ataque hostil o un gran avance en la tecnología. No ocurrió ninguna de las dos cosas. Los alienígenas eran refugiados, los últimos sobrevivientes de su planeta de origen. Al tiempo que las naciones del mundo intentaban ponerse de acuerdo en lo que tenían que hacer con ellos, las criaturas fueron instaladas de forma temporal en el Distrito 9 de Sudáfrica. Ahora, la paciencia en cuanto a la situación de los alienígenas se ha agotado. El control sobre los extraterrestres ha sido delegado en la Multi-National United (MNU), una compañía privada que lo que le interesa no es el bienestar de los alienígenas sino las formidables ganancias que les podría reportar su impresionante armamento, en el caso de que pudieran hacerlo funcionar. Hasta el momento no lo han logrado; la activación de las armas requiere ADN alienígena. La tensión entre los extraterrestres y los humanos llega a un punto crítico cuando un operario de campo, Wikus (Sharlto Copley), contrae un misterioso virus.
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CRÍTICAS
Buscando el ADN alienígena y el humano
[Julio R. Chico, La Mirada de Ulises]
Ahora que medio mundo anda preocupado por no contraer el virus de la gripe A, el bueno de Wikus van der Merwe se pone a rebuscar entre la basura de los alienígenas… para acabar contagiándose con un fluido fabricado para poder “volver a casa”. Ese es el drama de este operario de la Multi-National United (MNU) que, de buenas maneras, quiere proceder al desalojo de los refugiados del “District 9”, y que acaba descubriendo “el pastel” de la corporación que representa, que no es otro que el tráfico de armas y la investigación genética en su insaciable ambición y abuso de poder.
Entre la ciencia ficción y el cine político, con abundantes dosis de crítica e ironía que dan un toque de comedia a la cinta, y con un metraje considerable de la acción y aventura más trepidantes, Neill Blomkamp –apadrinado por Peter Jackson– consigue una síntesis de géneros, tan compensada y armónica como la que se da entre lo humano y lo alienígena en la persona de Wikus o en el extraterrestre Christopher y su retoño.
El buen hacer del director se confirma al dar a la película una estructura que navega entre el falso documental y lo fantástico sin naufragar en ningún momento. La presentación de la historia a través de entrevistas a algunos de los protagonistas, el ofrecer muchos de los acontecimientos por medio de imágenes televisivas al servicio de la noticia o el empleo de una estética hiperrealista con sangre, suciedad y escombros acercan al espectador a una realidad impactante que sabe reconocer, mientras que la introducción de “bichos”, robots y de la sofisticada nave espacial le trasladan a otros mundos de aventura y evasión. Una mezcla explosiva que funciona y que le atrapa desde su paródico comienzo –caricaturesco pero genial la presentación del personaje de Wikus– hasta los compases finales a golpe de ráfaga de metralleta alienígena.
Entre medias, mucha angustia y momento dramático, persecución y estallido de violencia, sangre a borbotones y cuerpos que se atomizan en el aire… y también algunos rasgos de humanidad –más en los alienígenas que en los corruptos hombres de la MNU– y la mencionada carga de humor negro.
Mucha acción y enfrentamiento entre blancos, negros –interesante ese grupo de supersticiosos “nigerianos”– y alienígenas para hablar de otras realidades serias y graves como las injusticias cometidas en los campos de refugiados, la hipocresía de los gobiernos y corporaciones entregadas al tráfico de armas, las actitudes racistas de muchos o la experimentación genética realizada sin planteamientos éticos.
Un universo real mostrado en el espejo de la ficción por medio de una alegoría que va más allá del apartheid sudafricano –aunque los alienígenas y el director hayan escogido Johannesburgo para aterrizar– y que debería dar que pensar a quienes llevan las riendas del mundo… antes de que Christopher vuelva para terminar su faena (seguro que habrá secuela). El problema –o la cuestión– es que el espectador no tiene tiempo para pensar, dado el ritmo vibrante y agitado de la cinta, que avanza sin altibajos y con los puntos de giro bien dispuestos para cambiar de registro y abrir un nuevo reto al protagonista.
Es cierto que apura cada tramo y que el espectador presiente que ese tono cómico de los desahucios, que esa angustia en el centro de la MNU o que esa lucha final se estiran demasiado, pero son defectos menores para una película entretenida, inteligente e interesante (aunque también fría y demasiado efectista con mutilaciones y sangre).
Existen evidentes guiños a películas como “E.T.”, “Transformers” o tantas otras apocalípticas del género de ciencia ficción, pero Neill Blomkamp y Terri Tatchell nos ofrecen una historia original y bien contada, puesta en escena con una cámara en mano, con planos cortos que ganan dinamismo en el montaje y que son acompañados por una banda sonora que aporta estremecimiento y vértigo, y una fotografía sucia que no desentona del clima de decadencia moral de una civilización venida a menos. Sharlto Copley hace un buen papel cómico-dramático, mientras que los “bichos” gozan de una buena caracterización y de excelentes efectos especiales, y los secundarios no escapan a los clichés de militares de poca reflexión o políticos de nula conciencia. No creo que los amantes de la ciencia ficción ni del cine de acción se sientan decepcionados, como tampoco quienes busquen una lectura sociológica y política o quienes se empeñen en rastrear ADN humano entre tanta miseria.