[Txema López Angulo – Colaborador de CinemaNet]
Fruto del ingenio y también parador de la constancia, a diferencia de lo que muchos piensan, la creatividad no se retroalimenta sino que debe ejercitarse, en cada oportunidad, paso tras paso. Por ello mismo, es un realidad intrínseca al arte cinematográfico.
¿Sabía que Paul McCartney odiaba la música cuando iba a la escuela? ¿Que el guitarrista de los Beatles, George Harrison, sintió el mismo rechazo? O mejor: ¿sabía que a Elvis Presley le negaron la entrada al club de canto de su colegio? Con estas preguntas inicia sus conferencias Ken Robinson, uno de los más reputados gurús de la creatividad a nivel mundial. Y aún dice más: «Tengo el convencimiento de que la mayoría de adultos no tienen ni idea de cuáles son sus talentos, que dedican sus vidas a trabajos que quizás les parecen interesantes, pero no sienten pasión».
Ciertamente, la creatividad se viste de musa que puede acompañarte durante todo la vida para dejarte plantado justo en el momento en el que más la necesites. Fruto del ingenio y también parador de la constancia, a diferencia de lo que muchos piensan, la creatividad no se retroalimenta sino que debe ejercitarse, en cada oportunidad, paso tras paso. Por ello mismo, es un realidad intrínseca al arte cinematográfico: guionistas, directores, compositores la persiguen; e incluso en el trabajo de producción la creatividad se asocia a una sensibilidad para detectar una buena historia y superar lo indecible llevarla a la gran pantalla. Un ejemplo de productor con ese «don trabajado» lleva por nombre Robert Evans. El documental The kid stays in the Picture nos narra el ascenso y caída en la trayectoria profesional y personal de uno de los pesos pesados de Hollywood desde el inicio de su industria en 1903 (año en el que llegaron a LA los primeros cineastas procedentes de Chicago). Al frente de Paramount Pictures entre 1966 y 1974, el afamado productor dio luz verde a títulos como El padrino de Francis Ford Coppola; La semilla del diablo, de Roman Polanski; o Love Story, de Arthur Hiller. Y gracias al éxito de todas ellas – salvó a Paramount de la ruina – se ganó el apodo de «chico de oro» de Hollywood. La creatividad sobrevive a cualquier oficio.
En el ámbito del guión, es sin duda una cualidad indispensable. Toda obra maestra tiene, como requisito principal, su originalidad. En Cómo llegar a ser un guionista excelente, la analista de guiones Linda Seger explica que el hecho de recordar es ya un acto creativo: ganarse la vida con los recovecos de nuestra propia vida. Y a continuación, nos ofrece una metodología para obtener nuevas ideas a la hora de ponernos a escribir: Asocia libremente ideas, películas, situaciones…; Añade para hacer la escena más interesante; Sustrae con menos gente y objetos más pequeños; Multiplica, por ejemplo, varias persecuciones, lugares a la vez; Divide mitad de personas, mitad de la escena; Cambia el punto de vista entre los personajes; Define el objetivo; Cambia la acción; Cambia la función de la acción (en vez de perseguir, alejar); Cambia la función de los objetos que utilizas; Y pregunta ¿por qué? a todo. Si buscas a tu musa, recuerda y anota lo recordado.
La escritora y diseñadora estadounidense Edith Wharton hablaba de que la creatividad no consiste en una nueva manera, sino en una nueva visión. ¿Una visión sobre qué? Sydney Lumet habla del autoengaño en su libro Making movies: «El trabajo creativo es muy duro, y algún tipo de autoengaño resulta necesario, aunque solo sea para ponerse manos a la obra. Para empezar, debes creer que aquello que acometes va a salir bien. ¡Y ocurre tan a menudo que no es así! He hablado con novelistas, directores de orquesta, pintores… De modo infalible, todos admiten que el autoengaño es importante en su trabajo. Quizá una expresión mejor sea creer en lo que haces. Pero yo tiendo a ser un poco más cínico, y lo llamo autoengaño. Si buscas a tu musa, encuentra antes tu visión.
Quizá, la razón por la que el buen cine resulta tan evocador y maravilloso sea consecuencia de la multitud de personas – de mentes y, por tanto, de musas – que trabajan por el mismo objetivo. Y la historia del cinematógrafo nos ha dado infinidad de ejercicios prácticos dotados de originalidad. Puede traducirse en una secuencia genial, como en la introducción de Magnolia. El prólogo del film de Paul Thomas Anderson avanza mientras escuchamos el sentido tono del narrador mientras nos relata las tres pequeñas y curiosas historias que se nos presentan para dejar entrever una de las tesis sobre las que está construida la historia. Además, el montaje dinámico, la repetición didáctica, el cambio de punto de vista, la agilidad de los flashbacks… todo el conjunto hace de esos escasos minutos una pieza audiovisual brillante.
En el punto en el que nos encontramos de la transición a la sociedad digital, la creatividad tiene multitud de canales por los que llegar a materializarse más rápido y mejor. En la era de internet, emprender es sinónimo de ser creativo. Y dar un paso más en el séptimo arte supone una forma de autoengaño al alcance de todos. Como en las historias que a veces se cuentan en él, el cine en sí mismo es también una fábrica de sueños reales que cobran vida entre las calles del mundo en el que nos ha tocado vivir. Porque existen dos clases de personas: quienes agotan su vida esperando una oportunidad y quienes la fabrican con sus propias manos. Y si no, vean el caso de Fede Álvarez, entre otros. La globalización trae consigo la interacción de contenidos, la universalidad de las artes, la democracia cinematográfica. No todo el mundo puede hacer cine, ya que éste requiere experiencia, técnica, conocimiento y, por qué no, unas gotas de genialidad; sin embargo, el cine está al alcance de todos. Al igual que sucede en el ámbito del periodismo televisivo o escrito, hoy en día Internet es sin duda un canal de expresión a la vez que un ecosistema repleto de oportunidades, donde tu voz – tu habilidad – puede ser conocida por todos a una velocidad pasmosa.