[María Martínez. CinemaNet]
CinemaNet cerró en Madrid su ciclo “El cine como instrumento educativo” analizando ¡Esto es ritmo!, el retrato de una experiencia real que consiguió acercar música clásica y ballet a jóvenes alemanes
Cuando fue elegido director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, el británico sir Simon Rattle puso como condición el contar cada año con un presupuesto para actividades educativas y de divulgación musical. Su primer proyecto fue interpretar “La consagración de la primavera”, de Igor Stravinski, con 250 niños y jóvenes de centros educativos berlineses en el escenario.
Entre los desafíos a los que se enfrentó el coreógrafo y “profesor” de los alumnos, Royston Maldoom, estaban interesar a los chicos por la música clásica y el ballet, ganarse su atención y conseguir que trabajaran con disciplina. Thomas Grube y Enrique Sánchez Lansch grabaron más de 200 horas de las semanas de preparación, y las resumieron en ¡Esto es ritmo!, documental que se analizó en la última sesión del ciclo “El cine como instrumento educativo”, organizado por CinemaNet en Madrid. La presentación y comentario de la cinta corrió a cargo de Jerónimo José Martín, crítico de cine y presidente del Círculo de Escritores Cinematográficos. El ciclo fue clausurado por Daniel Arasa, director de CinemaNet.
En la película –explicó Jerónimo José Martín-, se ve un método pedagógico que “va contra corriente”, pues integra la educación tradicional –transmisión de un contenido, disciplina- con la creatividad y el fomentar que “cada alumno saque, espontáneamente, lo mejor de sí; eso sí, conduciéndolo”. Este método “a veces puede resultar traumático”, y despierta recelo e incluso miedo entre los profesores que supervisan el proyecto. Curiosamente, mientras ellos temen que los alumnos “estén al límite”, dos chicas reconocen que no están dando todo y que podrían hacerlo mucho mejor. Sin embargo –añadió-, “la profesora se va implicando más a cuando ve por dónde van los tiros”.
El documental muestra un Berlín multicultural en el que todavía persiste la división entre la zona oriental y la occidental. Sin embargo, se centra en las historias de varios chicos, además de en la de Rattle y Maldoom: un inmigrante huérfano de Nigera, y un chico y dos chicas alemanes. En el caso de los alemanes, Jerónimo José Martín hizo ver cómo las historias de estos últimos dejan ver, aunque no profundizan, en la huella que han dejado en ellos diversos conflictos familiares.
Uno de los casos que centró el debate posterior es el de la chica a la que, junto a otras, se invita a pasar a un grupo más avanzado. En el diálogo posterior a la película, se señaló el acierto e interés de esta opción. Sin embargo, en la cinta, la chica rechaza esta oportunidad escudándose en que no tiene “ni tiempo ni ganas”. Es un buen ejemplo –explicó el ponente- de “la inseguridad del alumno contemporáneo”, a la que el profesor debe adecuarse, “pero para sacar algo de ella”.
Entre el público, se encontraban también las ponentes de las dos sesiones anteriores del ciclo, María Ángeles Almacellas, autora del libro “Educar con el cine”, y Ninfa Watt, profesora de Ética y Deontología de la Universidad Pontificia de Salamanca. La primera subrayó “lo importante que es para el educador saber que no se trata de enseñar desde fuera”, sino de implicarse para que también el alumno se implique y saque su creatividad.
Recordó asimismo que el coreógrafo afirma que “pensemos lo que pensemos, la disciplina es necesaria”, pues los chicos luego van a necesitarla en el mundo. Y –añadió-, aunque “al principio la disciplina se impone desde fuera, acabas imponiéndotela tú”, asumiéndola como propia. Por su parte, Ninfa Watt señaló la aparente contradicción de que sea “el artista, que se supone que es el bohemio, el que quiera enseñarles disciplina, y los profesores”, encargados de educarles, pretendan tenerlos “en una burbuja”.
También estuvo presente el director de cine Rafael Gordon (La Mirada de Ouka Leele), que analizó el formato del documental, elaborado de tal forma que no lo parece. Efectivamente, explicó Martín, los creadores, que no tenían un guión previo, cogieron las historias más interesantes y las presentaron “aplicando técnicas de ficción, dosificando muchísimo” el desarrollo de las historias. Sin embargo, recordó que la presencia de la cámara “influye en las personas: hace que el coreógrafo quiera ser especialmente pedagógico yque los chavales quieran quedar bien, ser profundos”.
En otras intervenciones del público surgieron también aspectos interesantes. Por ejemplo, la importancia de que el educador sienta pasión por su labor, ya que “si siente algo, lo transmite”. Otros asistentes se centraron en el protagonismo que se da al silencio y al cuerpo, que expresa y manifiesta a la persona. Incluso se dio pie a una pequeña reflexión sobre el debate del velo islámico en el aula. Jerónimo José Martín alabó que se presente a una chica que lo lleva “de un modo natural, sin ironía ni caricatura. Es una cuestión de libertad religiosa, independientemente de que lo lleven por motivos religiosos o no”.
La clausura del acto y del ciclo corrió a cargo de Daniel Arasa, director de CinemaNet, quien afirmó que “vale la pena centrarse en la educación en valores, aunque suponga ir contracorriente. De la crisis se saldrá, en dos años o en seis, pero de la crisis de valores que tenemos tardaremos varias generaciones en salir”. Ante este panorama, lanzó un guante al público: “Todos podemos aportar algo para mejorar el cine y, con ello, mejorar a las personas”.