PELICULA RECOMENDADA POR CINEMANET Título Original: In the Valley of Elah |
SINOPSIS
Hank Deerfield (Tommy Lee Jones), un veterano de guerra americano, debe investigar la desaparición de su hijo Mike, soldado destinado en Irak que inexplicablemente se ha ausentado de su base sin permiso. Con la ayuda de la detective Sanders (Charlize Theron) y de su mujer Joan (Susan Sarandon), irá reviviendo las experiencias del muchacho en Irak. Lo que descubre le hará incluso cuestionarse su propia carrera militar.
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CRÍTICAS
[Alberto Garcís Nahum – Colaborador de Cinemanet]
Heridas de guerra
Como sonámbulos incapaces de despertar del horror, los veteranos de guerra han tenido un tratamiento ambiguo por parte del cine estadounidense. Si obras como El regreso o Nacido el 4 de julio los situaban en la vanguardia del antimilitarismo, en otras como El cazador eran recibidos como héroes; héroes, sí, inadaptados, también, como fantasmas en vida. El regreso del infierno nunca fue tarea fácil.
En el valle de Elah ofrece esa doble dimensión como punto de arranque: un padre, veterano de Vietnam, se ve envuelto en la búsqueda imposible de su hijo, recién regresado de Irak y desaparecido de una base de marines de Nuevo México. La trama –asesinato, drogas, torturas y mentiras– se mantiene con fuerza, aunque exagera la metáfora del título: ese valle donde filisteos e israelitas luchaban, hasta que el aguerrido David superó su miedo y abatió a Goliath. En este caso, el gigantón bíblico adquiere los rasgos de la burocracia militarista y una administración sombría que pretenden lavar los trapos sucios de puertas adentro, barriendo bajo la alfombrilla las torturas y los traumas de un batallón de jóvenes soldados que se fueron a la otra punta del mundo a perder su inocencia: “No deberíamos enviar héroes a lugares como Iraq”.
Más allá de lecturas políticas, Paul Haggis -autor de la oscarizada Crash y guionista de Million Dollar Baby– sigue confeccionando lo que empieza a convertirse en un estilo moral: dramas vestidos de gris-ambiguo, con un protagonista atormentado, donde la sutilidad de los gestos del presente hace emerger con intensidad los detalles del pasado. En Elah, por ejemplo, siguiendo la estela de una fotografía austera, la fría relación del matrimonio se teje mediante silencios acusadores y reproches implícitos.
En este sentido, la dirección de actores es un seguro de vida para el “estilo Haggis”. Sus personajes remordidos, parcos, de miradas intensas, necesitan la cobertura de los mejores intérpretes. Aquí, el escarpado rostro de Tommy Lee Jones transmite las heridas del alma y la determinación de una roca; Susan Sarandon sigue manteniendo la mirada de sufrimiento –el de una madre– más creíble del cine y Charlize Theron evidencia que no es necesario ponerse fea para transmitir coraje, empatía o piedad. Estrellas unidas para luchar contra Goliath en una guerra que, en esta ocasión, se sabe perdida de antemano.
Las secuelas de Irak
Otra película más de las muchas por llegar sobre la guerra de Irak. La dirige Paul Haggis, y aunque no alcanza el nivel de su oscarizada Crash, es un título valioso, bien resuelto y con momentos conmovedores. La película sigue a Hank, un antiguo policía militar, al que comunican que su hijo Mike, un marine destinado en Irak que había regresado a Estados Unidos, no se ha presentado de vuelta a su cuartel. Temiendo que se haya metido en algún lío, Hank viaja a Fort Rudd, y una retahíla de dolorosas realidades van a convencerle de que su país está aquejado de una grave dolencia moral.
Haggis entrega una historia inteligente, que inicialmente sigue las convenciones del thriller de investigación en ambientes militares, piénsese en títulos como Algunos hombres buenos, Basic, En honor a la verdad, La hija del general. Pero el cineasta sabe dar otra vuelta de tuerca a la cosa, para hablar de los efectos que tiene la guerra en Irak en unos jóvenes que en principio son buenos chicos, pero que terminan convertidos en unos tipos insensibles, embrutecidos, hundidos en la violencia, la droga y el sexo, para los que la noción de que la vida es algo sagrado ha perdido validez. Esa bandera de Estados Unidos izada al revés dice mucho, Haggis se las arregla para, sin aspavientos, criticar la política de la administración Bush en Irak y la indiferencia de sus conciudadanos, y hacer una llamada de urgencia al cambio.
¿Es injusto Haggis en lo que dice? El caso terrible y sembrado de detalles sórdidos que cuenta, que se dice inspirado en hechos reales, puede conducir a la generalización. La guerra embrutece siempre, pero se diría que el miedo a los atentados que caracteriza a la actual, la presencia del terrorismo, convierte «impepinablemente» a todos sus protagonistas en desalmados. Y Haggis parece decir que esto es más la norma que la excepción.
Tommy Lee Jones está genial con su rostro rocoso, que cada vez le acerca más a un Clint Eastwood envejecido. Su personaje resulta clave como guía del descenso a los infiernos que propone el film, porque él es un patriota, ama a su país y a su familia, cree en Dios. Es un gran profesional -cuántas chapuzas saca a la luz en el trabajo de la policía, y qué bien construida está la relación con la inspectora-, sobrio -qué bonito el detalle de cómo «plancha» los pantalones, o recomienda la medias contra el frío-, enamorado de su mujer.
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