Una amable comedia romántica que no olvida repartir un buen puñado de vísceras entre sus zombis protagonistas y que, sin destacar en exceso en su conjunto, ofrece sorpresas en su tratamiento del tema principal, así como algún que otro mensaje simple, pero interesante, sobre el amor como fuente.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Warm bodies. |
SINOPSIS
R es un zombie que vaga perdido, solo y sin rumbo tras una plaga mundial que ha convertido a casi toda la población en muertos vivientes. En una excursión a la ciudad junto con su amigo M para buscar algo fresco que llevarse a la boca, R conoce casualmente a Julie, una joven humana a la que salva de convertirse en el menú del día sin saber muy bien por qué. Poco a poco, y gracias a Julie, el corazón muerto de R comienza a latir de nuevo y vuelve a recordar cómo era estar vivo. Aunque el padre de Julie, el general Grigio, líder de la resistencia humana, no termina de ver con buenos ojos al nuevo amigo de su hija…
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CRÍTICAS
[Juan Orellana, Pantalla 90]
Desde hace algunos años estamos asistiendo a un florecimiento del cine de zombis, que va más allá de una moda comercial, y ya tiene la categoría de síntoma cultural. Junto a los títulos puramente taquilleros y de entretenimiento, encontramos otros que encierran propuestas antropológicas y filosóficas de cierto interés. Es el caso que nos ocupa. A pesar de su tono fresco, aderezado con ribetes de comedia, y de su trama romántica, la película de Jonathan Levine indaga en cuestiones de más hondura.
El argumento se basa en la novela R y Julie, de Isaac Marion, y nos cuenta la relación que se establece entre una humana, Julie (Teresa Palmer), y un zombie, R (Nicholas Hoult). Ella es una cazadora de zombis, y R, obviamente, es un atacante peligroso. Pero cuando, después de haberse comido a su novio, ve llorar a Julie, en R se pone en marcha un eco de humanidad que va a despertar paulatinamente todos los anhelos que caracterizan al corazón humano. Esta humanización rompe la barrera insalvable entre vivos y no-muertos, y enseguida se manifiesta contagiosa: todos los zombis albergan el deseo de volver a sentir. La bondad y la belleza se convierten en el horizonte de los no muertos, pero el ejército de hombres capitaneados por el padre de Julie, el Coronel Grigio (John Malkovich), se negará a creer en la posibilidad de dicha humanización. Obviamente esta estructura dramática, como se desprende del título de la novela, es un trasunto de Romeo y Julieta. Pero la condición de no-muerto de los Montesco introduce necesariamente originalidades antropológicas.
Quien vea en la moderna eclosión zombie una metáfora de nuestra sociedad posmoderna, no puede no interpretar esta cinta en clave esperanzada: a pesar de nuestra deshumanización, es posible volver a despertar nuestro corazón. Cualquier gesto de ternura, compasión o hermosura puede reabrir la herida cerrada de nuestra exigencia infinita de bien, paz, amor, belleza, justicia…, que se resumen en los llamados “trascendentales del Ser”: bondad, verdad, unidad y belleza.
Cinematográficamente, la película está muy pegada a las convenciones del subgénero en maquillaje y puesta en escena —con la salvedad de la originalidad de los esqueletos—, pero ese toque a medio camino entre lo cómico y dramático, con sus momentos de terror, funciona sorprendentemente bien. A pesar de las comparaciones inevitables que se han hecho con Crepúsculo, lo cierto es que está resulta más interesante. Además, la belleza australiana Teresa Palmer tiene muchos más litros de sangre en las venas que Kristen Stewart. Y Nicholas Hoult, a pesar de ser un zombi, es mucho más expresivo que Robert Pattinson.
[Juan Xipell, TAConline]
Un misterioso virus ha convertido a sus víctimas en monstruos devoradores de carne, y lo poco que queda de la humanidad se encuentra refugiada en búnkeres tremendamente reforzados. El día que unos hambrientos zombis en busca de comida se cruzan con un equipo de reconocimiento humano, uno de ellos queda tan cautivado de la joven Julie que, en vez de devorar sus sesos, la salva de ser pasto de sus compañeros y la lleva consigo al avión abandonado donde vive
La novela Warm bodies, de Isaac Marion, sirve a Jonathan Levine para traer a la gran pantalla una nueva historia de amores imposibles entre adolescentes. Ambientada en un mundo apocalíptico asolado por una epidemia de muertos vivientes, Memorias de un zombi adolescente relata el romance entre un joven infectado y la hija del jefe de la resistencia humana.
Lo que parecía el último fruto de la alargada sombra de Stephenie Meyer se convierte en una simpática y afable revisión, en clave contemporánea, del mito de Romeo y Julieta, un referente que no esconden ni el nombre de los protagonistas (R y Julie), ni el propio encuentro entre miembros de dos mundos enfrentados (con escena de balcón incluida).
No se puede negar que Levine y Marion vendan sensiblería en su obra, pero también tratan de quitarle gravedad al asunto añadiendo toques de humor irónico y autoparódico (sobre todo en la primera mitad), que otorgan a la cinta un agradecido tono desenfadado, pese a cierta falta de soltura en esta faceta más relajada del film.
Una amable comedia romántica que no olvida repartir un buen puñado de vísceras entre sus zombis protagonistas y que, sin destacar en exceso en su conjunto, ofrece sorpresas en su tratamiento del tema principal, así como algún que otro mensaje simple, pero interesante, sobre el amor como fuente.
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