Película notable, bastante profunda, muy entretenida y sutil en sus contados golpes de humor, que da continuidad a la mejor línea de renovación del cine de superhéroes, tan fructífera en la última década. Tienen entidad dramática, moral y emocional todos los dilemas de los personajes, relacionadas con la misión de cada uno de ellos en orden al bien común, su responsabilidad personal ante ella, y los sacrificios, a menudo heroicos, que exige su cumplimiento.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Man of Steel. |
SINOPSIS
Un niño descubre que posee poderes extraordinarios y que no pertenece a este planeta. En su juventud, viaja para descubrir sus orígenes y las razones por las cuales ha sido enviado a la Tierra. Pero el héroe que lleva dentro tiene que emerger para que pueda salvar al mundo de la aniquilación y convertirse en el símbolo de esperanza para la humanidad
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE]
Creado en 1938 —hace 75 años— por el guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster, para las tiras de DC-National —hoy DC Comics—, Superman gozó muy pronto de popularidad universal. De 1941 son los 17 cortometrajes de animación que sobre el personaje realizaron los hermanos Max y Dave Fleischer. Y, desde entonces, Superman ha protagonizado siete largometrajes, numerosas series de televisión y 35 producciones para el DVD. El primer largo para el cine fue Superman and the Mole-Men, de 1951, dirigido por Lee Sholem y protagonizado por George Reeves. Después vino el popular Superman: The Movie, rodado en 1978 por Richard Donner, con el fallecido Christopher Reeve como El Hombre de Acero, y con Marlon Brando en la piel de su padre, Jor-El. A este filme siguieron dos secuelas de menor calidad, hasta que Bryan Singer (Sospechosos habituales, X-Men 1 y 2) resucitó al personaje en 2006 para Warner en la discutida Superman Returns, que no gozó de las buenas críticas ni de la taquilla esperadas, aunque aportaba una perspectiva sugerente, que subrayaba los aspectos dramáticos y místicos del veterano superhéroe.
Ese fracaso relativo —Superman Returns recaudó casi 400 millones de dólares en todo el mundo— ha llevado a la Warner a reiniciar una nueva saga de películas con un equipo técnico y artístico distinto, también con un enfoque realista y serio del personaje, pero con un mayor espacio para el espectáculo epatante. La veracidad y la hondura las intentan poner el productor Christopher Nolan y el guionista David S. Goyer —responsables de la exitosa nueva saga sobre Batman, iniciada con El Caballero Oscuro—, mientras que los fuegos de artificio corren a cargo de Zack Snyder, que ya ha adaptado a la gran pantalla los cómics 300 y Watchmen. Por el momento, El Hombre de Acero ha entrado bastante bien entre el público y, en una semana de exhibición, lleva recaudados más de 225 millones de dólares en los pocos países donde se ha estrenado.
La acción se inicia en un planeta Krypton convulso y agonizante, donde el matrimonio formado por el prestigioso científico Jor-El (Russell Crowe) y la valiente Lara Lor-Van (Ayelet Zurer) desafían a la ley que controla la generación artificial de hijos, y tienen de modo natural a un niño, Kal-El, al que logran enviar al planeta Tierra durante la rebelión del cruel general Zod (Michael Shannon) y poco antes del colapso definitivo de Krypton. Ya en la Tierra, el bebé es adoptado por un matrimonio de granjeros, Jonathan Kent (Kevin Costner) y su esposa Martha (Diane Lane), que ponen al chaval el nombre de Clark Kent y lo crían lo mejor que pueden.
Aconsejado por su padre adoptivo —que teme el miedo de la población a lo que no entiende—, Clark Kent crece ocultando sus impresionantes superpoderes, que sólo muestra para salvar vidas en casos de extrema necesidad. Ya mayor, Clark Kent (Henry Cavill) recorre el mundo en busca de pistas sobre sus orígenes. Así conocerá, en una base militar secreta del Ártico, a la aguerrida periodista del Daily Planet Lois Lane (Amy Adams), a la que su jefe, Perry White (Laurence Fishburne), prohíbe publicar nada sobre el atractivo Superman, como ella le llama. Pero muy pronto, el Hombre de Acero deberá salir a la luz pública, cuando el malvado general Zor llega con sus astronaves alienígenas y amenaza con un genocidio de la especie humana si no le entregan a Kal-El que, según dice, guarda con él el secreto de la regeneración de los kryptonitas.
Ciertamente, El Hombre de Acero no depara demasiadas sorpresas ni novedades sustanciales. Y es verdad que su segunda mitad es mucho menos redonda que la primera y que, en ella, Snyder abusa hasta el hartazgo de las destrucciones aparatosas y algo confusas. Pero también es cierto que El Hombre de Acero ofrece el mejor reparto de todas las películas sobre Superman, con un Henry Cavill sobrio pero muy expresivo, y un elenco de secundarios difícilmente superable. Además, los efectos visuales y sonoros son espléndidos, tanto en la sugestiva ambientación retrofuturista del arranque como en las más convencionales peleas del final.
Por otra parte, la magnífica banda sonora de Hans Zimmer por lo menos iguala la que compuso John Williams para el filme de Richard Donner. Y, sobre todo, tienen entidad dramática, moral y emocional todos los dilemas de los personajes, relacionadas con la misión de cada uno de ellos en orden al bien común, su responsabilidad personal ante ella, y los sacrificios, a menudo heroicos, que exige su cumplimiento. Hasta funcionan bastante bien varios pasajes místico-religiosos, en los que Snyder establece paralelismos entre Superman y Jesucristo, sobre todo en la jugosa conversación del superhéroe con un sacerdote católico.
O sea, que a pesar de sus defectos y excesos —sobre todo de estos últimos—, El Hombre de Acero es una película notable, bastante profunda, muy entretenida y sutil en sus contados golpes de humor, que da continuidad a la mejor línea de renovación del cine de superhéroes, tan fructífera en la última década.
[Marta Gª Outón – Colaboradora de CinemaNet]
Frente a un héroe vulnerable, humano, que sufre y se derrumba moralmente, tal y como nos presentó a Batman Christopher Nolan en la última adaptación del cómic (El caballero oscuro), el personaje de Kar-El (Superman), un héroe al que ni siquiera las balas afectan y que cruza el espacio volando a una velocidad inimaginable, nos cuesta imaginarlo en pantalla como un protagonista con el que podamos empatizar; sin embargo, en la nueva adaptación de Zack Snyder, el superhéroe se vuelve mucho más cercano y transparente para el público.
El conflicto de la historia de esta obra se halla en el encuentro entre dos mundos, dos identidades diferentes que se enfrentan tras la llegada de uno de los nacidos en el planeta Krypton a la Tierra. La debilidad que afecta a este personaje atraviesa todos sus escudos, que a primera vista perecen inquebrantables, pues reside en su propia naturaleza, distinta e incomprendida por el resto de personas, ya que es hijo de ambas sociedades; por eso, su objetivo reside en la búsqueda de sus orígenes y en convertirse en la esperanza de ambos mundos.
La nueva película de Superman, Man of Steel (El hombre de hierro), como así lo conocen muchos de sus fans, se apoya en el cómic original de Jerry Siegel y Joe Shuster, aunque Snyder le aporta un tono diferente; respeta la historia original, así como la dirección y la dimensión del personaje, pero se indaga mucho más en el drama del héroe y en su pasado. La creación de Superman se apoya en las características de los protagonistas de las grandes épicas de la literatura clásica griega, como Sansón, Hércules o Aquiles, ya que destaca por su naturaleza, diferente y superior a la humana, por su vinculación con habitantes de otro mundo (con los dioses en el caso de algunos héroes de la mitología griega) y por su código moral, siempre al servicio del bien. Los autores originales son judíos y parte de su religión influenció en la aportación simbólica del cómic, como la cercanía de la figura de Moisés al personaje de Superman (Kal-El se parece a la terminología hebrea de “Voz de Dios”), aunque en realidad se le ha vinculado más a la identidad de Jesucristo como salvador de la humanidad.
El hecho de que se hayan encontrado dos creadores, iconos del cine de acción actual y de las adaptaciones de los cómics de superhéroes (Christopher Nolan, director de las últimas películas de Batman, y Zack Snyder, reconocido por el éxito cosechado tras 300 y Watchmen), en esta costosa y ambiciosa producción, confirma la potencia y el valor de la puesta en escena de esta cinta; aunque se demuestra más la mano de Nolan en el tono dramático y realista del guión y la de Snyder en la mirada creativa de la dirección, producto de la mezcla de varias artes de las que originalmente parte el cine, como la fotografía, la pintura o la literatura.
Aunque, a pesar de que se indaga en la complejidad dramática del héroe no humano, por la exagerada explosión de acción y el ritmo frenético desarrollado en la última parte de la película, parece el propio espectador el propio protagonista, que desde el comienzo de la historia no deja de cuestionarse interrogantes sin responder, en especial entorno a la relación de este superhombre con la humanidad (quizás porque nos falta conocer mejor la realidad emocional de Clark Kent y su relación con los habitantes de la Tierra, que se oculta tras una fría interpretación del actor Henry Cavill, que a pesar de su parecido razonable con el personaje, hace más gala de ello con el traje puesto; en este sentido, quizás, resulte más interesante el pequeño Clark, quien sí posee un verdadero conflicto dramático en las escasas escenas que se le otorgan). Por lo demás, el tono épico de la película se arrastra desde principio a fin, empapándonos durante un largo prólogo en los orígenes de Superman en Krypton con la destrucción de su planeta.
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