Camino a la escuela es un documental francés en el que se muestran los obstáculos y dificultades que niños alrededor del mundo han de hacer para llegar hasta el colegio. Mediante las historias de Samuel, Carlos, Zahira y Jackson, el director Pascal Plisson pretende llegar a las familias del llamado primer mundo y hacer tomar conciencia del valor de la educación. Por eso, cuando después de ver la película hemos tenido la oportunidad de hablar con Plisson, no la hemos dejado escapar:
¿Qué has querido transmitir con esta película a la gente de Occidente?
El punto central de la película es reflexionar sobre que para nosotros es muy fácil ir a la escuela y no le damos importancia. Aquí el colegio es gratis en la mayoría de países y no es peligroso ir. Nos olvidamos que lo importante que es la educación para tener éxito en la vida.
¿Qué puede transmitir la película a los alumnos de países como el nuestro?
La diferencia entre los alumnos aquí y los chicos de la película es que ellos desde muy pequeños comprenden que si quieren vivir mejor, tienen que ir a la escuela. Sus padres no tuvieron la oportunidad y -excepto en el caso de Carlos, el chico argentino- es la primera generación que va al colegio. Estos chicos quieren una vida mejor que la de sus padres. Para ellos la escuela, la educación, no es un trabajo. En nuestra sociedad muchas veces se concibe la escuela como algo aburrido o rutinario, pero para ellos el colegio es la felicidad, porque les pone en un escalón más alto en la sociedad. Esa es la principal diferencia.
Desde un punto de vista más amplio, ¿la educación se limita al éxito profesional o sirve a algo superior?
La educación es la clave de la sociedad, porque nos hace resistentes al control de los poderosos. Una población educada se defiende a sí misma y conoce su ley, tiene un sentido de la responsabilidad, la fraternidad y el coraje. Por eso creo que ahora se habla tanto del tema: la educación es la clave para un mundo mejor.
¿Cómo escogiste estas cuatro historias?
La idea se me ocurrió en Kenya, donde viví un tiempo mientras trabajaba para la BBC y National Geographic. Entonces me encontré a unos niños yendo por la sabana. Como nunca había visto ni la escuela ni la casa, lo único que veía eran dos chicos corriendo. Ellos iban al colegio pero no sabían si el tiempo que tardaban en llegar era cinco minutos, una hora o dos, así que decidí hacer una película sobre este tipo de niños que viven lejos de la escuela y que cada día corren riesgos para llegar.
Pero, ¿por qué estos cuatro niños específicamente?
No fue fácil encontrar cuatro historias, porque teníamos quince. No obstante, pienso que las cuatro escogidas también aglutinan en cierta manera a las otras. En cada una de las cuatro historias de Camino a la escuela hay un mensaje. En el caso del niño indio, Samuel, es la discapacidad, mientras que con Zahira he querido tratar el tema de la discriminación hacia las mujeres en Marruecos. También se habla sobre la relación entre hermanos. En definitiva, estas cuatro historias permiten dar una idea general del fenómeno.
¿Cómo llegaste a contactar o a enterarte de que existían estas historias?
Estuve investigando mucho, y además he estado haciendo documentales alrededor del mundo durante mucho tiempo. Tenemos contactos en Australia, Asia, Rusia, Brasil, y les pedimos a nuestros amigos en los diferentes países que buscaran historias de niños que luchasen por ir a la escuela. Además de encontrar al niño o la niña, hay un montón más de factores: la familia, el país, la lengua, la situación política… No ha sido fácil pero al final teníamos esas 15 historias, y algunas de las que no han aparecido en la película las sacaremos en televisión. En Francia las estrenará Channel 5 pero podrían estar también en National Geographic.
Después de ver la película, hay quien piensa que el tono del documental es algo artificial, que da la sensación de estar preparado… ¿qué le respondes a esas personas?
Pues yo digo que hay algunos de estos chicos que nunca antes habían visto una cámara ni una película. Intentar dirigir a este tipo de niños sería un fracaso, porque no sabrían cómo moverse ni cómo actuar. Lo que les pedí a estos chicos fue lo mismo que hacen cada día, por lo que no fue nada raro para ellos. De hecho, ellos ni siquiera piensan que ir a la escuela sea algo difícil. Lo que hice fue pedirles que no miraran a la cámara y lo filmé en doce días. Cada día hacíamos una pequeña parte, y no les daba miedo la cámara porque para ellos esta no significaba nada. Antes de grabar estuve un mes y medio con ellos sin cámaras y se hicieron amigos míos, todo fue natural.