Jackson, Carlitos, Zahira y Samuel tienen que superar grandes obstáculos para llegar al colegio: largas distancias, animales salvajes, discriminación, discapacidad… Pero todos ellos afrontan el Camino a la escuela con determinación e ilusión. Pascal Plisson firma este documental que, si bien peca un tanto de simplista y moralista, es muy correcto en lo estético y muy positivo en el mensaje. Especialmente para niños en edad escolar.
Lee la entrevista al director Pascal Plisson
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Sur le chemin de l’école |
SINOPSIS
Camino a la escuela es un documental que narra la historia real y extraordinaria de cuatro niños, héroes cotidianos -Jackson, Carlitos, Zahira y Samuel- que deben enfrentarse diariamente con una multitud de adversidades y peligros para llegar a la escuela. Estos niños viven en cuatro puntos muy distantes de la tierra, pero comparten las mismas ganas de aprender y son conscientes de que sólo la educación les abrirá las puertas a un porvenir mejor.
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CRÍTICAS
[Albert Escuder – Colaborador de CinemaNet]
Cuando se suma una buena historia con una buena técnica, aparecen joyas como esta. Desde el punto de vista de la imagen, cada plano parece ser escogido para el disfrute de la vista. Con un montaje adecuado al tempo de la historia, el documental se nos hace muy fácil de ver; no se hace lento en ningún momento ni progresa demasiado rápido para asimilar lo que el director nos quiere transmitir. Y es precisamente lo que esta historia nos narra lo que hace de este documental una obra de obligado visionado.
Desde el primer minuto, este excepcional documental no deja de sorprendernos. La historia de cuatro niños que viven en remotos parajes, en las periferias de este mundo y que desde su pequeñez y su humildad, nos dan una impagable lección.
Jackson, junto a su hermana Salomé, recorre cada día una distancia de quince kilómetros desde su casa a su escuela intentando sortear a peligrosos animales salvajes como los elefantes. Carlitos recorre cada día 18 kilómetros a caballo junto con su hermana menor Micaela a través de los Andes. Zahira, junto con sus dos amigas Zines y Noura, debe afrontar la discriminación que se padece por parte de los que no creen que las niñas deban ir a la escuela y cada domingo recorren 22 kilómetros para llegar desde su casa hasta la escuela, donde residen entre semana. Samuel es un niño discapacitado que necesita una silla de ruedas para moverse. Cada día, arrastrado por sus dos hermanos pequeños, deben recorrer 4 kilómetros a través de caminos totalmente complicados para una destartalada silla de ruedas empujada por dos pequeños.
Todos ellos se enfrentan a muchas dificultades para acceder a la educación: distancia, discriminación, discapacidad… Y todos tienen en común dos cosas: la pasión por aprender y la conciencia de que su educación es un factor indispensable para su desarrollo. El modo que tienen de servir y cambiar el mundo pasa por acoger y afrontar sus propias circunstancias. Y así, con unos rostros que nos muestran un enorme deseo por seguir aprendiendo, cada día viven una odisea llena de obstáculos para llegar puntuales a la escuela.
Camino a la escuela nos muestra una extraordinaria humanidad de estos niños que viven intensa y apasionadamente lo que tienen con el deseo de aprovechar la oportunidad de poder estudiar para, en un futuro, ayudar a sus familias y a sus pueblos.
¿Qué hace que estos niños vivan la educación con esta pasión? ¿Por qué nosotros, que lo tenemos tan fácil y lo damos por supuesto, no afrontamos así nuestra propia vocación? Urge responder estas preguntas. Ojalá pudiéramos vivir los estudios y otros aspectos de la vida con la mitad de conciencia que tienen estos niños.
[Guillermo Altarriba – Colaborador de CinemaNet]
La idea de Camino a la escuela es sencilla: cuenta la historia de cuatro niños de diversas partes del mundo que han de superar diversos obstáculos cada día en su trayecto de casa a la escuela. La moraleja positiva del último documental de Pascal Plisson es tan evidente como la corrección política que impregna todo el metraje.
Jackson ha de cruzar la Sabana africana esquivando elefantes. Zahira tiene que atravesar las montañas de Marruecos soportando la presión social de ser una chica que quiere estudiar. Carlitos recorre la Patagonia a lomos de su caballo acompañado por su hermana pequeña. Samuel sufre una discapacidad y sus hermanos le llevan por los caminos llenos de baches de Bengala. Cuatro historias bienintencionadas en las que se apunta sin llegar a disparar.
Tal vez el pecado más grave que comete la cinta es la impresión de que el autor está de visita: en su afán por demostrar a los niños del primer mundo que la educación es algo bueno y deseable, Plisson cae en la postal. Los cuatro niños protagonistas son entrañables, pero están tan alejados de la realidad cotidiana de su público objetivo que en lugar de realismo documental parece que esté contando una fábula más bien artificial.
Todo en la película –el vestuario, las localizaciones, la fotografía…- parece montado para que el espectador occidental se conmueva por “los pobres negritos” y piense en lo afortunados que somos aquí por tener fácil acceso a la educación. En definitiva, más allá de la mirada condescendiente con que el director aborda el tema -y el hecho de que en la trama apenas pasa nada-, hay que reconocer que estéticamente la película funciona. El mensaje de superación llega claro, masticado y edulcorado para todos los públicos.
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