Lupin (Temporada 1)

Gabriel Sales

Periodista y especialista en Comunicación y Branding digital. Cinéfilo y crítico de cine y series de televisión.

En su ultimísima entrega, Netflix recupera a Arsène Lupin, clásico personaje de éxito francés del género novelístico de robos y atracos. No lo reproduce en la televisión, sino que traslada su esencia al protagonista de la serie homónima. En esta ocasión, George Kay y François Uzan crean un producto bien definido y de notable repercusión alrededor a la estrella de la historia, encarnada por un carismático Omar Sy (Intocable, 2011).

Los directores no dudan a la hora de marcar con gran precisión un objetivo de fondo para su personaje principal, que no es otro que conocer lo sucedido acerca de la muerte de su padre y vengarse de los responsables. Plasman de manera sencilla, sin necesidad de profundizar mucho, el eterno dilema de la decisión sobre el camino correcto.

Evidentemente, estamos ante la primera temporada, quizás demasiado corta, que todavía esconde las verdaderas conclusiones trascendentales al respecto de Assane y sus colegas de recorrido. Es de suponer que estos aspectos se resolverán en la segunda parte, ya confirmada.

Sin embargo, el motivo real que ha encumbrado a Lupin en las últimas semanas (en parte gracias a su promoción) ha sido la forma mediante la cual los creadores trasladan al espectador las aventuras de su protagonista. La gran personalidad de Sy en pantalla encumbra el gran trabajo narrativo que hay detrás. Grandes giros, realizados con inteligencia y sin altas pretensiones, para unas tramas que vuelan con ritmo gracias a la influencia de Louis Leterrier (Ahora me ves, 2013).

Es una pieza televisiva para todas las edades, muy divertida, incapaz de crear polémica. Simpática en todas sus facetas, sin maldad y, lo que más atractiva la hace, enormemente juguetona. El actor de ascendencia senegalesa es el fundamento de todo el valor cómico de la serie, en ningún momento forzado. La parte negativa llega con el planteamiento del enemigo, parte esencial en el género, pues de ningún modo está a la altura. Recordemos aquello de que «un guion es tan bueno como lo es su villano«.

En resumidas cuentas, hablamos de una obra de corte ligero, sin excesiva intensidad, con algún error de guion y previsibilidad, que no pasará a los anales de la historia del cine, pero que cautiva a los televidentes con grandes dosis de entretenimiento. En todo caso, recomendable al 100%.