Reflexionar sobre la naturaleza de los afectos es una tarea fundamental para cada persona y para toda sociedad, porque la esfera afectiva influye poderosamente en la vida humana. A esa tarea dedica Coín Tomás y Garrido este ciclo de cinefórum, dividido en seis capítulos.
La vida afectiva
Al iniciar este ciclo de películas nuestro objetivo era centrar la atención, más especialmente, en los sentimientos que se reflejan en la gran pantalla. Durante estos meses hemos ido vivenciando existencialmente que sí, que los afectos son los grandes compañeros del hombre y que nuestra felicidad depende, en gran medida, de nuestra capacidad afectiva. Reflexionar sobre su naturaleza, su dinámica, es una actividad que conduce a conocerlos y a reconocernos en ellos no solo personalmente, sino también en el entorno familiar y social en el que nos movemos; porque de esa red que nos rodea depende nuestra instalación en una existencia concreta.
“Puñales por la espalda” presenta -según la acertada expresión atribuida a Chesterton– una “selva de afectos”, en la que se pone de manifiesto lo mejor y lo peor de las grandes pasiones del ser humano: el amor desinteresado -el más noble de los afectos- se hace evidente, así como también la alegría y el odio, el agradecimiento, la avaricia, la nobleza de espíritu o el deseo de venganza. Explorar la vida afectiva es una tarea irrenunciable porque los sentimientos juegan un papel fundamental en la dinámica de la propia vida y en la de las personas que nos rodean.
La película. Un simpático homenaje a Agatha Christie
A pesar de ser la historia de ¿un suicidio? ¿un asesinato? Se trata de una película de intriga, e inteligente, simpatiquísima y divertida, sabia por donde la mires en la que el entretenimiento, la intriga y el arte van de la mano.
Rodada con encanto y un estilo en donde el humor siempre está presente -además de ser protagonista en muchas ocasiones-, parece heredar la trama y el estilo de las novelas de Agatha Christie, que flota todo el rato sobre la película. Llena de sorpresas detectivescas en donde abundan el lujo, el dinero, los sentimientos y los lugares ocultos, elementos deudores de las novelas de la afamada escritora. Sus novelas, al ser adaptadas a la pantalla, se llenan, como es el caso de esta cinta, de estupendos actores estelares. Y así ocurre en el misterio de la muerte de Harlam Thrombe: está salpicado del buen hacer de sus protagonistas. Observamos también una puesta en escena con modos formales propios de Alfred Hitchcock y algunos movimientos de cámara al estilo Steven Spielberg.
Los acontecimientos tienen lugar en la gran mansión campestre del inmensamente rico Harlam Thrombe, escritor de renombre, cabeza de un gran clan familiar, quien, con motivo de la celebración de su aniversario, convoca a toda su excéntrica familia para hablar individualmente con cada uno de ellos al “descubrir” que ha sido una equivocación la hiperprotección con que, creyendo hacer lo mejor, los ha tratado a todos ellos a lo largo de su vida. De alguna manera, quiere poner algún tipo de solución.
La película arranca con el aparente suicidio o probable asesinato del anciano tras la celebración de su 85 cumpleaños. Los descendientes, todos muy peculiares -y también el personal de servicio-, quedan impactados con la noticia. La estrafalaria y malavenida familia se comporta desde primer momento con una evidente avaricia, anhelantes y codiciosos hasta el extremo, deseosos de saber la parte que les va corresponder en la fabulosa herencia que se avecina. Es lo único que parece importarles. El asunto se va complicando a medida que avanza el metraje y aparecen mentiras y embustes de cada uno de los personajes, que tienen algo en común: todos tienen algún motivo para hacer desaparecer al anciano.
Una semana después de la inesperada muerte del patriarca, la familia y el personal de servicio son llamados a la mansión para ser interrogados por la policía. En la oscuridad se sienta un hombre, detective contratado de manera anónima para investigar el caso por alguien cercano a la familia, que toca una tecla del piado cada vez que quiere realizar una pregunta. Es el famoso investigador Benoît Blanc, interpretado magistralmente por un sorprendente Daniel Craig, que descubre que la familia es un nido de víboras que acechan la fabulosa fortuna de Harland.
Director y reparto
El director Rian Jonhson ha mostrado que maneja a la perfección las ficciones detectivescas. Se confiesa un apasionado de los clásicos de intriga: de Agatha Christie y Alfred Hitchcock. Nos entrega una entretenida y certera historia en la que adopta las reglas del cine moderno, consiguiendo una cinta muy atractiva para el espectador de nuestros días.
El cuidado guion es una seña de identidad. Escrito por el propio Rian Jonhson, da muestras de gran maestría a la hora de manejar un espectro de variados personaje -odioso grupo, a cuál más repulsivo- y captar al espectador a base de preguntas y respuestas, de sembrar dudas y sospechas entre los miembros del clan. Es como una trama de “tela de araña”, con diálogos acerados como cuchillos, en los que se da la magia de mezclar el tono cómico con el drama. Mérito del director es que asistimos a una función en la que se nos lleva de un lado a otro a través de pistas falsas, con personajes de ocultas motivaciones que provocan que sospechemos de todos los que desfilan por la pantalla. Como en “Orient express”, todos parecen ser culpables.
El reparto es estupendo y atractivo. El director juega con unos actores carismáticos y las interpretaciones son perfectas; todos están fantásticos. Aparecen dos ancianos gloriosos: el colosal nonagenario Christofer Plummer en el papel de patriarca de la familia y el actor secundario M. Emment Walsh; también están presentes la genial Jamie Lee Curtis, Michael Shannon, actor siempre inquietante, Toni Colete, Khaterin Langford, Don Johnson y Jaeden Martell.
De entre todos ellos es justo destacar a los dos ejes principales de la trama: Daniel Craig, en el papel del sorprendente detective Blanc, y Ana de Armas, seguramente en el mejor trabajo de su vida. Ana interpreta a Marta, enfermera del anciano Plumer y su mejor confidente. Según la actriz: “Se la puede juzgar como una joven de gran corazón que se ve atrapada en esta locura y trata de proteger a la familia. Se encuentra en un momento vulnerable, pero no deja que nadie la pisotee. Digamos que se defiende como puede”.
El papel del detective Benoît Blanc nos descubre una faceta cómica desconocida hasta ahora en Craig. El mismo actor declaró: “Con este filme he vivido uno de los rodajes más divertidos de mi carrera”. Aparece como detective exótico, educado que inicialmente parece ingenuo y torpe, pero que se revelará tan sagaz como concienzudo. Ambos acabarán convirtiéndose en una pesadilla para la desquiciada familia.
Esta ha sido la cuarta entrega del ciclo de cinefórum «El laberinto de los afectos». Puedes consultar la introducción en la página principal del evento, y las anteriores entregas aquí: «Wonder» y el amor a la familia,«Prefiero el paraíso» y «Entre la razón y la locura».