Lupin (Temporada 2)

Gabriel Sales

Periodista y especialista en Comunicación y Branding digital. Cinéfilo y crítico de cine y series de televisión.

Dado el enorme hype generado alrededor de la primera temporada de Lupin, cumplir con las altas expectativas en la segunda era, como mínimo, una tarea muy complicada. Es por eso que, al bajar considerablemente el nivel, la sensación que queda al finalizar los cinco capítulos es de gran insatisfacción.

La serie de George Kay es por encima de cualquier cosa un producto de puro entretenimiento, cuyo objetivo no es otro que divertir al televidente a través de las (ya no tan) complejas estratagemas del personaje interpretado por Sy. Este es el aspecto que elevaba la obra a un nivel superior, un cúmulo de momentos entretenidos que flexibilizaron la crítica hacia las muchas inexactitudes narrativas, agujeros de guión y fallos de raccord.

Lo que sucede con la última temporada es que ni es tan genial en su misión principal ni tampoco se esmera en aprender de sus inconsistencias pasadas. Es más, los errores son todavía más graves y evidentes. A esto se suma un extraño ambiente de poca credibilidad en términos generales, y también en lo que a interpretación se refiere.

Igualmente, en estos cinco episodios tiene gran peso algo que es muy odiado por los críticos de cine: que el protagonista resuelva las crisis por su elevado nivel intelectual y largo repertorio de tácticas. Cuando parecía que su mundo se derrumbaba por haber antepuesto el amor de su familia a su ego, cuando daba la sensación de que se manifestaban sus debilidades, una línea narrativa más atractiva y pedagógica, resulta que los productores reproducen un flashback para explicarte que tenía todo pensado desde el principio. Esto es, un ‘as en la manga’ continuo, un recurso muy pobre para solventar las carencias de originalidad en el guión.