Sweet Tooth: El niño ciervo (Temporada 1)

Gabriel Sales

Periodista y especialista en Comunicación y Branding digital. Cinéfilo y crítico de cine y series de televisión.

Siempre se agradecen las películas y series de fantasía. Son entretenidas y ofrecen la posibilidad de viajar a mundos inimaginables. Sweet Tooth sigue esta dinámica y va más allá, como las grandes producciones del género, al utilizar esto como un medio, no quedándose en superficialidades. La intención de los creadores, adaptando el cómic de DC, es manifestar una reflexión profunda sobre diferentes aspectos que condicionan al ser humano.

Con una estructura sencilla, la historia, centrada en Gus, avanza a pequeños pasos, parejos a los de su protagonista, para mostrar al espectador que no se trata de llegar al final, aunque sea importante, sino de descubrir la riqueza del camino. El viaje del pequeño híbrido es una metáfora en sí mismo. Puede interpretarse de muchas maneras, tantas como personas vean la serie.

El error podría estar en reducir la obra a una reivindicación animalista, pues los detalles están ahí: El hombre no es digno de la tierra, la ha explotado, es un ser maligno con contraindicaciones, es hora de dar paso a una especie en sintonía con la naturaleza, el híbrido. De quedarse ahí, uno solo recoge frutos tan amargos como absurdos.

Sin embargo, puede analizarse desde otros focos, como el crecimiento de un niño que madura a base de reveses, la crisis de la inocencia y su duelo con la violencia propia a los adultos, si el fin justifica los medios, la lucha ideológica entre la selección natural y las decisiones manipuladas en un tubo de ensayo…

Además, con el don de la oportunidad como bandera, la producción acierta de lleno en múltiples aspectos relacionados con la pandemia actual. Salen a relucir fantasmas, errores, pecados y virtudes. No solo se ve el sentido extremo de supervivencia, también brillan, en varias ocasiones, la empatía, la compasión y la solidaridad.