El poder del perro

José Martín Goenaga

Cinéfilo por afición, me gusta seguir de cerca la actualidad cinematográfica para comprender mejor a la sociedad actual y valorar la idea que esta transmite sobre la persona humana y sus circunstancias.

Las palabras que dan nombre al título El poder del perro, son una referencia al Salmo 22 de la Biblia donde el perro es la figura del mal. Está será una de las claves de interpretación del film. La otra son las palabras de Peter en el comienzo: “Cuando mi padre murió, no me importaba nada más que la felicidad de mi madre. ¿Qué clase de hombre sería si no ayudaba a mi madre? ¿Si no la salvaba?”  Adelanto que la película no es de fácil visionado, ahí lo dejo, pero con siete nominaciones a los Globos de Oro 2022 (película, dirección, actores, guion, banda sonora) no se podía pasar por alto. Además, está disponible en la plataforma Netflix, por lo que no hace falta acercarse a las salas para verla.

En realidad, la trama no importa tanto como los personajes y su personalidad. Nos encontramos en el año 1925 en un rancho vaquero del estado de Montana, en el centro norte de EEUU. Allí viven los hermanos Burbank, Phil y George (Benedict Cumberbatch y Jesse Plemmons), dos personajes absolutamente antagónicos: Phil es avispado, inteligente, sucio y, sobre todo, un auténtico bully; mientras que George es amable, educado, limpio y no demasiado listo. A estos dos personajes hay que sumarles a Rose y su hijo, el citado Peter (Kirsten Dunst y Kodi Smit-McPhee), que viven en el pueblo de al lado. Rose regenta un restaurante y vive sola con su hijo, ya que, como dice Peter, su padre falleció. El resto de la película son las idas y venidas y las relaciones que se van creando entre estos cuatro personajes principales. No quiero desvelar nada más.

Ahora vienen las críticas. A mi parecer, el largometraje se hace algo demasiado extenso (algo más de dos horas de grabación) y su banda sonora, aunque cumple su función, resulta muchas veces incómoda y estridente. Las interpretaciones son buenas, sobre todo la del actor británico Benedict Cumberbatch, que dice poco pero transmite mucho. Además, al escuchar la película en versión original vemos su buen trabajo con el acento. La fotografía es también sobresaliente, con el paisaje montañoso de Montana (valga la redundancia) siempre de fondo.

Aún así, no puedo dejar de mencionar el aspecto más erótico y sexual que también deja transmitir su directora Jane Campion. Es cierto que la sexualidad juega un papel en la película, pero hay escenas, a mi parecer, que pueden ser desagradables e incómodas para un público que tiene como ideal el humanismo cristiano.

Dejando esto de lado, y teniendo en cuenta la importancia las múltiples nominaciones que tiene El Poder del perro para distintos premios, cabe destacar que la obra es muy humana, y logra transmitir muy bien los conflictos que existen entre poderosos y débiles. Entre los modos de ser más reservados y delicados, y otros intimidantes y con aires de superioridad.

La obra está basada a su vez en la novela homónima de Thomas Savage, y aborda cómo este tipo de relaciones humanas y cotidianas afectan psicológicamente a las personas y pueden causar muchos traumas y dificultades, no siempre fáciles de solucionar. De hecho, y con esto termino, la historia soluciona el conflicto de una manera que el espectador puede tardar en discernir.

Por último, el título El poder del perro, según lo explicó la misma directora en una entrevista para Indiewire, se refiere a “todos esos impulsos profundos e incontrolables que pueden llegar a destruirnos”. Ahí lo dejo, para que sirva como reflexión post-visionado.