La gran escapada | Travesuras y amor real con 89 años

Miguel Soria

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la UCM, Máster COPE de Radio y Televisión; crítico de cine en Pantalla90 y responsable de la sección de videojuegos en Aceprensa; director y presentador del pódcast 'Enciende el mando'

Hay formas y formas de despedirse de la gran pantalla, pero solo los más grandes saben hacerlo de la forma adecuada, y es exactamente lo que han hecho dos titanes del séptimo arte como Michael Caine y Glenda Jackson en La gran escapada con dirección de Oliver Parker y guion de William Ivory. Aquí se huye de la acción y de efectos especiales para entregar una cinta llevada totalmente por los personajes, una elección más que acertada.

En el verano de 2014, Bernard Jordan (Michael Caine), un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 89 años, se escapa de su residencia en la que vive junto a su mujer Rene (Glenda Jackson), para unirse a sus compañeros veteranos de guerra en una playa de Normandía, conmemorando a sus camaradas caídos en el 70 aniversario del Desembarco del Día D.

Lo primero que hay que decir es lo más importante, para que nadie se haga el despistado y todo el mundo se entere: el matrimonio de la película está basado en uno real y estuvieron juntos hasta que la muerte los separó, nada más y nada menos que 70 años. Repetimos: 70 años casados, sin segundas nupcias ni nada parecido. ¿Imposible? No, en absoluto, porque uno de los mensajes es que, si cuidas el amor de verdad, dura, y vaya si dura, porque las palabras “hasta que la muerte nos separe” o “todos los días de mi vida” tienen un significado, sagrado si además se hace en el altar ante Dios.

Y con ese mensaje ya habría suficiente, pero el libreto de Ivory tiene el gran acierto de no quedarse ahí y contar muchas más cosas y muy interesantes, como que los veteranos hicieron un inmenso servicio a la patria, que nosotros vivimos en paz porque otros se jugaron la vida y vivieron infiernos que los demás no podemos ni imaginar, y que esos infiernos pueden dejar secuelas de por vida y deben entenderse, respetarse y, llegado el caso, tratarse.

También que la vejez es como es por mucho que las redes sociales nos intenten hacer pensar otra cosa. No hay que intentar ocultarla: el deterioro de los músculos, las articulaciones, los dolores… y, aunque un buen estado físico es posible y hasta deseable, la biología no perdona. No se trata de huir eternamente de la muerte sino de ser conscientes de que tu hora puede llegar en cualquier momento y lo importante es haber aprovechado bien tu tiempo y haber cuidado de los que te importaban.

¿Parece poco? Pues aún hay más: que los que antaño eran enemigos hoy no tienen por qué serlo, que ante el revanchismo siempre puede más la reconciliación y la amistad si hay voluntad en ambas partes, y que la palabra dada tiene valor aunque hoy en día algunos nos hayan acostumbrado a que parezca que la mentira es un derecho y hasta un don.

No sería justo ignorar esas merecidas pullas a algunos ciudadanos que creen que por ir deprisa o ser “sostenibles” son mejores y por ello desprecian al resto, o a esos periodistas que no tienen reparos en invadir la intimidad si con ello consiguen “la noticia” o un clic.

Como decimos, solo los grandes saben despedirse adecuadamente del séptimo arte, y tanto Caine como Jackson han acertado de lleno: están fabulosos y el testigo que pasan es brillante.

Oliver Parker firma una película de muchos mensajes muy positivos que, al terminar, te hace sentir que puedes y deber ser mejor y que es una obligación absoluta cuidar a esa otra persona a la que en el día más importante y feliz de tu vida dijiste “sí quiero” para siempre, pase lo que pase.