Ante los 100 años del nacimiento de Paul Newman el pasado 26 de enero, destaco una película un tanto desconocida de tan icónico actor. En especial porque actúa bajo la dirección del gran Leo McCarey del que ya he hecho referencia en otras ocasiones. Dos modos de entender la interpretación y la dirección de actores en perfecta compenetración.
Paul Leonard Newman fue un actor, productor, director y empresario estadounidense, estimado, tanto por su calidad como actor como por su carisma, talento y compromiso social, fue una de las figuras más emblemáticas de la industria del cine.
En efecto, Newman fue un comprometido defensor de los derechos civiles, involucrado también en la lucha por la mejora del medio ambiente. A través de su organización, Newman’s Own, recaudó millones de dólares para ayudar en diferentes causas. Tenía claro que “El dinero no significa nada si no tienes una vida decente y una buena colección de amigos para compartirla” (Paul Newman)
Casado durante 50 años con la actriz Joanne Woodward, mantuvo una vida discreta y alejada de la farándula de Hollywood.
Un marido en apuros es el título español de la película Rally Round the Flag, Boys! El guion de Leo McCarey y Claude Binyon, se basa en la novela de Max Shulman, escritor superventas y humorista norteamericano. Se trata de una comedia de enredo protagonizada por Paul Newman y su mujer Joanne Woodward junto a Joan Collins, en el papel de mujer discordante.
Harry Bannerman (Paul Newman) y su esposa Grace (Joanne Woodward), junto a sus dos hijos pequeños, son una típica familia americana del estado de New York. Grace es una mujer activista preocupada por sus múltiples compromisos políticos y, aunque hace lo que puede como ama de casa, su marido Harry se siente desatendido. La amenaza de la implantación de una base militar en su pequeña ciudad lo involucra, presionado por su mujer, en una rebelión repleta de malentendidos. Su matrimonio, sin problemas especiales, se verá zarandeado sin buscarlo. No solo será una amenaza la llegada de los militares. La mujer de un rico empresario, Ángela, pondrá los ojos en Harry y provocará situaciones absurdas por lo cómicas.
Penúltima película del gran Leo McCarey como director y productor. El Sindicato de Directores (DGA) nominó al mejor director de 1959 a McCarey por esta película.
Newman, novel actor por entonces formado en el Actor´s Studio, entra de lleno -y sin desentonar- en el estilo alocado del maestro de la vieja escuela como era McCarey. Una simbiosis interesante en la que tanto Newman como su mujer en la vida real nos divierten con su complicidad en esta comedia que recibió tres nominaciones a distintos premios en festivales de cine. Y es que la química del matrimonio compuesto por Paul Newman y Joanne Woodward se palpa, no en vano participaron juntos en diez películas a lo largo de su trayectoria artística.
La composición musical corrió a cargo de Cyril J.Mockridge, compositor inglés para cine y televisión, con más de cien películas en su haber desde la década de los 30. Entre las más conocidas destacan River of No Return y The Man Who Shot Liberty Valance. Tuvo una nominación al Oscar por Guys and Dolls de 1955.
McCarey no deja indiferente a nadie en sus críticas burlescas. Es maestro de los gags y los estira hasta lo imposible. No en vano su personalismo fílmico, como lo denomina Peris-Cancio en sus cuadernos de filosofía y cine, empezó con los hermanos Marx, W.C.Fields y Mae West. Un marido en apuros, rodada en un Cinemascope de vivos colores por Leon Shamroy, retrata como nadie al inútil marido manipulado por las mujeres; a la mujer en rebeldía frente a su papel sumiso; la estupidez de algunos miembros del ejército o la pesadilla insinuante de la mujer fatal siempre al acecho.
Miguel Marías señala que su estilo propio es la persona, el ser humano en sus múltiples encarnaciones y con sus incontables facetas a veces contradictorias. Increíble el fragmento en el que la mujer descubre a la supuesta amante escondida en el cuarto de baño o cuando Harry acaba colgado de una lámpara. Un film considerado “menor” por la crítica pero que, pese a sus altibajos, es entretenido en su visión irónica de la clase media americana.
Se trata de un modo de narrar que resalta el papel de la persona común, de los hombres y mujeres de carne y hueso. De lo ordinario se puede hacer mucha filosofía. Al decir de David Pérez Chico: “Las apropiaciones filosóficas del cine varían desde las que utilizan el cine exclusivamente como herramienta pedagógica para la enseñanza de la filosofía, hasta aquellos que, como Cavell, defienden que el cine en general, y no sólo las películas explícitamente “profundas”, es una manera de hacer filosofía.”
En efecto, nos encontramos con algunas ideas interesantes a partir de esta descabellada comedia, para algunos críticos irregular, pero dignamente acabada. Temas serios bajo un toque de comedia alocada y puntos geniales de locura en la puesta en escena.
Por un lado, el concepto de las comedias de rematrimonio al estilo de Capra según los críticos J.A Peris y Sanmartín siguiendo a Cavell. El rematrimonio como expresión de amistad que se realiza entre los esposos que se reencuentran superando sus crisis. Películas que “se pueden interpretar como parábolas… donde se establece una lucha por la reciprocidad o igualdad de conciencia entre una mujer y un hombre, la lucha por el reconocimiento de los sujetos, una lucha por la libertad mutua… Esto exige que se fomente la complementariedad, la conversación igualitaria entre la mujer y el varón. Por eso, las protagonistas de estas películas tienen que ser ágiles de mente y de palabra. No pueden quedar calladas ante las provocaciones del varón.” Y en ocasiones intercambian los roles.
Por otro lado, vemos reflejada la tendencia en nuestra sociedad a juzgar de modo superficial las situaciones en las que nos encontramos. La verdad hay que buscarla, pasar de la duda a la opinión y de ahí a la certeza. Una escalada que nos empuje a reflexionar para formar criterios sólidos antes de emitir juicios y condenas. Como dice Luis Meana en un artículo de opinión: “ocurrió en 1914, en 1933, en 1940. Y se está repitiendo ahora por la creciente y gravísima degradación de la Razón en nuestras sociedades. Dominadas por credos aberrantes y por la más peligrosa herejía: la negación/decapitación de la Verdad. Pilar fundamental de toda agrupación humana”. En Un marido en apuros, como en otras obras, McCarey tratará con total desvergüenza de la fidelidad, de la sinceridad, de la verdad, de las pasiones humanas… Del ser humano en definitiva con sus problemáticas inherentes a su condición de vulnerabilidad en una sociedad cada vez más compleja.
A pesar de no figurar entre las obras maestras de Leo McCarey, Un marido en apuros es amena, divertida y muy recomendable. McCarey había demostrado su maestría en múltiples ocasiones. En esta película se lanza a una extraordinaria mezcla de estilos fusionando la nueva escuela representada por Newman y la vieja escuela representada por él mismo con un resultado refrescante y curioso.
En los ya citados cuadernos de filosofía y cine, sus autores comentan: “hay quien afirma que quien ama el cine ama la vida” y, estando de acuerdo con esta afirmación, sitúan las de McCarey como aquellas películas que se aman y ayudan a amar la vida. Desde luego no estamos ante Ruggles of Red Gap (Nobleza obliga, 1935), que sería su modelo ejemplar, pero encontramos elementos significativos. Un ejemplo sería la presentación de la casa como lugar de retorno. Un lugar donde lo que importa es la seguridad del encuentro humano. Se trata de un cine que invita a vivir y valorar la vida, las relaciones, la autenticidad y la alegría de hacer lo correcto en un mundo falto de calor. La humana dulzura frente a la inhumana frialdad.
“El personalismo fílmico de Capra tiene como eje la esperanza que mueve a confiar en el triunfo de una civilización del amor; el personalismo fílmico de McCarey gira en torno a la vinculación de las personas y su mutuo reconocimiento, que teje lazos más fuertes que los creados por la economía o la política” (Personalismo fílmico de Leo McCarey III, 258)
Todas las obras de McCarey tienen este sello esencial: la primacía de la persona. Siempre resurge con fuerza entre las risas provocadas por escenas cómicas y disparatadas. Una alegría genuina que es casi un exorcismo frente al pesimismo existencial que nos envuelve.