Fritz Lang (1890-1976) es un extraordinario director cinematográfico alemán que recabó en América huyendo del nacionalsocialismo. La familia materna era judía conversa al catolicismo. A pesar de las posibilidades ofertadas por Goebbels de hacerse cargo de los estudios UFA no quiso aceptar estar al servicio del régimen.
Lang ha sido considerado un genio del cine tanto en Alemania como en América. Dominaba cualquier género y sabía presentar personajes muy variados en una constante innovación técnica a nivel cinematográfico.
En Hollywood realizó veintidós películas abarcando diversos géneros pero el llamado film noir fue el que le proporcionó mayor éxito y en donde reflejó su experiencia en el expresionismo alemán.
Por su parte Zola fue un novelista francés de prestigio, condecorado con la Legión de Honor, presidente de la Sociedad Gente de Letras y candidato al primer y segundo Premio Nobel de Literatura en 1901 y 1902. Morirá en París en 1902 por las emanaciones de monóxido de carbono de una chimenea deteriorada. Este autor tenía un concepto determinista del ser humano, de su lado oscuro siempre presente, de su incapacidad de sobreponerse a sus límites.
¿Qué les une? Dos obras cinematográficas de la etapa americana de Lang nos recuerdan dos de las obras de Zola: La bestia humana y Yo acuso. En ambas entrevemos la bestia en la que puede convertirse el ser humano cuando se deja llevar por sus instintos o su afán de poder. Son dos obras muy diferentes pero con un punto común reflejado perfectamente en el cine de Lang: la despersonalización del ser humano cuando deja de ser libre, bien por convertirse en un hombre- masa, bien por convertirse en un ser animalizado. En ambos casos ha quedado atrofiado el uso de la razón y los sentimientos que les hace humanos.
Ya en su etapa alemana tenemos ejemplos similares con Metrópolis por ejemplo. De su etapa en Hollywood, La mujer del cuadro o Perversidad son un estupendo análisis de la debilidad intrínseca de la persona a todos los niveles. Una reflexión de cómo los seres humanos pueden dejar de ser personas hasta convertirse en auténticos monstruos si falta el sentido profundo de su vida.
La película Human Desire (Deseos humanos) o La bestia humana en países latinoamericanos está protagonizada por Glenn Ford y Gloria Grahame, y está basada en la obra de Émile Zola La Bête humaine. Publicada en 1890, esta novela fue llevada al cine con éxito en dos versiones: la de Jean Renoir en 1938, y la de Fritz Lang en su etapa americana, estrenada en 1954. En esta última versión se rebaja el nivel de crueldad de la historia. Para adaptar la obra de Zola, Lang recurrió al guionista inglés Alfred Hayes. Salvaguarda así la libertad humana que apenas existe en la obra del autor francés. Véase a este respecto uno de los diálogos de la película del 54 en donde Ellen, que ama a Jeff, le recrimina su actitud al verle ciego por otra mujer que está casada y le señala que necesita una buena chica…
– ¿Cómo se distinguen las buenas chicas de las que no lo son?
– Por la forma de quererlas…
– Una buena respuesta, puede que sea así…
– No sé mucho de esa clase de amor en que una persona le hace daño a la otra y tampoco quiero saberlo, pero sé que hay otra clase de amor que no es difícil encontrar lo único que hay que hacer es no cerrar los ojos.
El protagonista, esclavizado por su deseo, no hará caso de los consejos y acepta la sugerencia asesina de su amante que quiere deshacerse de su esposo. Sin embargo, pese a intentarlo, no podrá hacerlo y es tachado de cobarde. Pero él ha recapacitado, recuerda las mentiras que ha tenido que decir por ella para ocultar otro crimen y la mira con creciente horror.
– Lo nuestro está mal, ha estado mal desde el principio. Me siento sucio.
Tenemos personajes arquetípicos: Carl como hombre ordinario y violento, incapaz de gestionar sus impulsos primitivos. Su mujer Vicki, manipuladora y moralmente corrupta y Jeff personaje equilibrado, pero éticamente incoherente al perder la razón al enamorarse de Vicki. Tarda en darse cuenta de lo que esconde su manipuladora amante y poder abrir los ojos al amor sencillo de Ellen pero lo logra finalmente.
La dirección artística se encarga de subrayar la gran diferencia entre los hogares de los respectivos protagonistas como un símbolo de la integridad moral de sus habitantes: la suciedad frente a la limpieza, la oscuridad frente a la luz, la alegría frente a la tristeza. Y es que el ser humano está diseñado para alcanzar la plenitud, haciendo de sus dones una tarea de crecimiento a todos los niveles. No hacerlo, supone amputar las posibilidades personales y esa cirugía antinatural solo puede llevar al desequilibrio y a la tristeza sin fin.
Otra obra de Lang que nos recuerda a Zola es la primera película americana del gran director alemán titulada Furia, de 1936. Aquí la bestia humana es la masa incapaz de controlar lo que hace. El mayor exponente del naturalismo francés del siglo XIX, pese a su reduccionismo materialista, muestra en algunas de sus obras análisis certeros sobre el ser humano.
Esta obra, como hemos comentado al inicio, nos recuerda su gran escrito: Yo acuso, un emblema de valentía en su búsqueda de la verdad. Yo acuso es un artículo publicado en 1898 en el diario L´Aurore en el que el periodista y escritor, aprovechando su fama, puso al descubierto la corrupción en Francia y consiguió la libertad para un inocente. Se trataba del capitán Alfred Dreyfus, condenado por traición en una trama de corrupción antisemita y nacionalista en el ejército francés.
Zola, aun sabiendo que podía perjudicarle personalmente, acusa al presidente francés y a diez actores del caso, entre ellos al ministro de guerra del estado mayor del ejército. De hecho este artículo le valió un juicio por difamación y, condenado a un año de cárcel por su intervención en el caso Dreyfus, en 1898 se exilia en Inglaterra durante once meses.
Aunque del caso Dreyfus se han hecho películas específicas, Furia nos puede servir como resumen de casos similares que la historia se ha encargado de recordar. Junto a Deseos humanos, esta película nos permite vislumbrar la precariedad humana cuando cede ante los instintos y la manipulación. Cuando desecha el juicio moral de la razón, evitando mirar la verdad por si le compromete demasiado.
La historia de Furia está basada en un relato de Norman Krasna, guionista, dramaturgo y director de cine oscarizado en varias ocasiones.
Producida y distribuida por la Metro-Goldwym-Mayer y protagonizada por Sylvia Sidney y Spencer Tracy, la película contó con un maravilloso elenco de secundarios como Walter Abel, Walter Brennan, Bruce Cabot o Edward Ellis y fue nominada al Óscar por el mejor guion original. La producción estuvo a cargo de J.L.Mankiewicz y el guion de Lang y Cormack con la música de Franz Waxman. De la estupenda fotografía se hizo cargo Joseph Ruttenberg.
Esta durísima película de Fritz Lang, puede ser considerada como basada en hechos reales ya que lo que se narra es un hecho que ha ocurrido no pocas veces tanto en EEUU como en el resto del mundo. Sin ir más lejos estamos inmersos en un mundo en el que la manipulación de las masas lleva a cancelaciones y a linchamientos injustos sin tener en cuenta la verdad sino los intereses inmorales y/o económicos de alguna minoría que incita a los demás. Hay auténticos linchamientos mediáticos de los cuales no sale indemne la víctima aunque finamente salga a relucir la verdad. De hecho, nos encontramos incluso con linchamientos artísticos que impiden el éxito de grandes películas en aras de las ideologías del momento como observamos en las últimas ediciones de los Óscar.
Lang manifestaba en sus obras una cierta crítica social y siempre hacía presentes sus inquietudes y dudas sobre la justicia, así como sus reflexiones sobre la soledad del individuo contemporáneo, su desamparo o su falta de recursos para mantener el equilibrio en situaciones cambiantes, duras o peligrosas.
En Furia, Lang nos hace ver lo peor del mundo político, lo peor del ser humano y lo peor de una sociedad que se deja llevar por las habladurías sin un mínimo de juicio crítico. La imagen de las gallinas cacareando es todo un alegato. En este film una persona inocente y buena, acusada injustamente, sentirá destruirse en su interior la fe en el hombre, en el sistema, en las leyes y en la justicia por lo que el afán de venganza crecerá en su interior. Tras incendiar la cárcel donde está preso todos le creerán muerto y así urdirá su venganza sobre los 22 culpables de su linchamiento. Sólo el amor de la mujer que sigue esperándole le obligará a recapacitar.
De estas dos grandes películas extraemos una gran enseñanza: Ninguna actitud es determinada por nada ni por nadie. La persona humana es libre respecto a su respuesta sean las circunstancias que sean. Como decía Irena Sendler, la enfermera del gueto de Varsovia, no hay excusa para no hacer lo correcto porque somos responsables de lo que conocemos y podemos hacer. Es cierto que nadie puede hacer todo, pero todos podemos hacer algo.
Al contrario de Emile Zola, para Irena el poder del bien siempre es mayor que el del mal y en este caso Fritz Lang lo deja claro en estas dos obras, inspiradas en el gran dramaturgo francés, pero embellecidas por la clarividencia del genio alemán.
“A los productores les interesan los beneficios, quieren saber cuántas personas han ido a ver la película. Pero ese no es mi objetivo. A mí me interesa saber a cuántas de esas personas les han llegado mis ideas” (F.Lang).
Y es que Zola olvidó que la persona es libre, puede trascender sus límites psicofísicos y es capaz de encontrar el bien y la verdad cuando forma y escucha su conciencia. Por eso se dice que la conducta ética es el esfuerzo inteligente por conquistar el máximo equilibrio personal y social.
Tanto Jeff Warren (Glenn Ford) como Joe Wilson (Spencer Tracy) lo consiguen pese a sus pasiones y a sus circunstancias. No es la voluntad de placer ni la de poder lo que acaba moviendo sus acciones sino la voluntad de sentido. En conciencia han resuelto elegir lo verdaderamente bueno. Es así como logran, sin buscarlo, el auténtico placer, el de sentirse hombres libres.