Black Rabbit | Perseguidos por el pasado

José Martín Goenaga

Cinéfilo por afición, me gusta seguir de cerca la actualidad cinematográfica para comprender mejor a la sociedad actual y valorar la idea que esta transmite sobre la persona humana y sus circunstancias.

Black Rabbit es la última apuesta de Netflix en miniseries con los conocidos Jude Law (El talento de Mr.Ripley, Cold Mountain, A.I.) y Jason Bateman (Ozark, Air, Up in the Air). Con este plantel de actores y con la aparición estelar del actor mudo Troy Kotsur, más conocido por su papel en CODA, que le llevó a las nominaciones en los Oscar, la miniserie prometía emoción. Pero lamentablemente se ha quedado bastante corta.

Es una miniserie oscura, con persecuciones constantes y preocupaciones omnipresentes durante la mayor parte del metraje. Toca todas las teclas ideológicas del momento, como si tuviera que ir haciendo check en las casillas correspondientes, pero sin que necesariamente hilen con el argumento, que ya de por sí resulta bastante pobre y previsible (quitando algún giro).

Jude Law vive con cara de desesperación durante el 70% de la grabación, y son casi 8 horas de acción, lo cual agota un poco al espectador, que busca a un actor multifacético que consiga hacer creíble su personaje. Y Jason Bateman tres cuartos de lo mismo pero sin ducharse. Los personajes carecen de profundidad suficiente para ser atractivos, aunque se intenta ese camino una y otra vez, con contínuos flashbacks que no acaban de salirse de un guión que carece de la necesaria emoción.

Ni la banda sonora, que también hace grandes esfuerzos por captar la atención con melodías indies, ni los planos de cámara, que circulan por Nueva York pero no consiguen llegar ni al corazón ni a la cabeza, levantan esta producción que arrastra más pena que gloria.

Quizá lo único que se llega a disfrutar son los decorados y el aire grunge-moderno del bar-restaurante Black Rabbit, y algún que otro tema musical que incluso interpretan los mismos actores, por lo menos en la serie. Y, quizá, las actuaciones del mencionado Troy Kotsur y de la británica de ascendencia indo-nigeriana Amaka Okafor, la chef del local. El resto es previsible, en gran medida, y poco creíble, en general.

Los aficionados al séptimo arte nos merecíamos más de estos actores protagonistas que ya han demostrado su valía en trabajos anteriores. Sólo queda buscar una digna salida con el acierto en la elección de nuestra próxima serie/película. Dispensable.