Un ejemplo más del guion concebido como género literario específico y del cine como documento de una época en una película llena de encanto y de nostalgia. Nostalgia de paz, de relaciones auténticas, de compromiso y de solidaridad. Algo no muy lejano a considerar en un mundo repleto de guerras como el de hoy.
Stage Door Canteen, estrenada en España como Tres días de amor y de fe, es una película estadounidense de 1943 sobre la Segunda Guerra Mundial, con algunos números musicales y otros espectáculos, intercalados con escenas dramáticas. La película fue dirigida por Frank Borzage.
Se trata de un musical patriótico muy similar a la de otras películas de la misma época. Su gran originalidad estriba en contar con un elenco de actores casi desconocido interpretando su papel junto a un magnífico reparto de estrellas que se interpretan a sí mismas.
Durante la Segunda guerra mundial, Dakota, un joven soldado que está de permiso en Nueva York, visita la famosa Stage Door Canteen, un local situado en Broadway donde todo tipo de artistas entretenían a los soldados de permiso o que volvían del frente. Dakota (William Terry) y sus dos amigos, Tex (Sunset Carson) y California (Lon McAllister) pronto caerán rendidos ante la belleza de tres chicas, Eileen (Cerril Walker), Jean (Marjorie Riordan) y Ella Sue (Margaret Early). Conocerán a artistas del calibre de Katherine Hepburn, Merle Oberon, George Raft, Johnny Weismuller, Ralph Bellamy o Harpo Marx y bailarán acompañados por la música en directo de las bandas de Xavier Cugat, Count Basie y Benny Goodman.
El guion corre a cargo de Delmer Lawrence Daves un estupendo director de cine estadounidense de los llamados artesanos cuyos westerns y películas bélicas lograron gran fama en su día, rozando, e incluso alcanzando alguna, la categoría de obra maestra. A finales de la década de 1920 y principios de la década de 1930, trabajó como extra en algunas películas. Como guionista, trabajó con directores importantes como Leo McCarey, Frank Borzage y Archie Mayo, entre otros. Su trabajo como guionista más reconocido y recordado es el de Tú y yo que el director Leo McCarey convertiría en un clásico, interpretado por Irene Dunne y Charles Boyer, y que sería versionado en dos ocasiones.
Como película, puede ser criticada por los antiamericanos dado su perfil, pero no deja de ser un documento histórico y sociológico que nos sitúa en una época en la que América era garante de libertad frente a la barbarie de la dictadura Nazi. Dado que la guerra no había finalizado y acababan de entrar en ella como país me gusta ver esta obra como un musical especial. Así, el violín de Yehudi Menuhin con el Ave María de Schubert y el Vuelo del Moscardón de Rimski-Kórsakov es casi una bendición que estremece. Se convierte en una oración sobre los jóvenes soldados que se divierten antes de partir hacia la batalla.
Tres días de amor y fe es una película que podemos considerar refrescante. La única diversión que tenían los soldados era reunirse en una cantina para disfrutar del baile y la música, de las conversaciones con las voluntarias y de la camaradería entre ellos. Sencillez en el descanso de tantos que perdieron la vida en las batallas. Obtuvo dos nominaciones al Oscar: por la mejor canción We Mustn’t Say Good Bye de James V. Monaco y Al Dubin y por la mejor banda sonora de Freddie Rich.
Freddie Rich fue un músico polaco, fallecido prematuramente a los 58 años, afincado en EEUU. Fue nominado en 1944 por esta película a la mejor orquestación de una película musical. Las grabaciones de la banda de Rich se convirtieron en típicos temas de baile. Sin embargo, produjo versiones excelentes de jazz en músicos de la categoría de Bunny Berigan, Eddie Lang o Joe Venuti entre otros.
Harry J. Wild fue un director de fotografía de cine y televisión. Wild trabajó en los estudios RKO Pictures desde 1931 hasta la década de 1950. A principios de la década de 1950, fue el director de fotografía de Jane Russell con la que trabajó en siete de sus películas como actriz. Wild participó en 91 proyectos cinematográficos importantes y dos series de televisión extendidas. Nominación a los Premios Óscar: Mejor fotografía por Army Girl (1938).
Frank Borzage es su excelente director. Nació el 24 de abril de 1894 en Salt Lake City (Utah), de ascendencia ítalo-austriaca y suizo-alemana, y murió en Hollywood el 19 de junio de 1962, tras haber realizado 99 películas. Como señalaba La Vanguardia en uno de sus artículos: “Frank Borzage ocupa un lugar muy especial entre los numerosos artesanos que poblaron el Hollywood clásico, capaces de saltar del western a los filmes bélicos o las comedias sofisticadas mostrando una eficacia narrativa y unos conocimientos técnicos dignos de admiración” y añadía: “La singularidad de este cineasta radica en que, aun sabiendo desempeñar excelentemente el papel de simple trabajador al servicio de un complejo engranaje industrial, supo mantener siempre unas constantes de estilo visual caracterizadas por la poética sensibilidad de sus imágenes y el romanticismo de su puesta en escena”. Tenemos ya comentada en esta sección la película El séptimo cielo, emblemática obra de 1927.
No me resisto a reproducir parte de un artículo sobre este director publicado por Miguel Marías, gran crítico cinematográfico de larga trayectoria: “Pocos cineastas hay en la historia del cine tan profundamente románticos, a lo largo de toda su dilatada carrera, como Frank Borzage. Si hubiese que elegir un solo representante de ese espíritu en el cine, mi voto iría, sin duda, al autor de El séptimo cielo (1927): hay algunos directores —pero no muchos— mejores, pero ninguno fue tan auténtica y consistentemente romántico, desde su juventud hasta el fin de su vida. Uno de los grandes, y entre ellos, además, uno de los que han realizado un número más impresionante de obras maestras. Para mi gusto, nada menos que 24.”
Miguel Marías comenta algunas de las características que lo hicieron grande, entresaco algunas ideas que me parecen ilustrativas.
El imperio de la luz: “Lo primero que llama la atención de una película de Borzage, cualquiera de ellas, y antes de que nos haya contado nada, es su luz. Una luminosidad extraña que parece emanar de los propios seres que las pueblan, como si desprendiesen un aura o tuviesen halo, y que ilumina hasta los más deprimentes y oscuros callejones y suburbios.”
Más allá de las palabras: “Es un cine desgajado de las tendencias de su época, intemporal, con una extraña vocación de eternidad. En Borzage hay una profunda mezcla de lo físico y lo espiritual, de lo cotidiano y lo ultraterreno, de lo vulgar y lo milagroso, que le acerca, curiosamente, al Dreyer de Ordet.”
Un canto al amor: “Un radical absolutismo amoroso. Sus personajes no eran nunca seres extraordinarios, ni tampoco héroes, sino personas normales y corrientes, modestos trabajadores, no muy alejados de los que poblaron el cine de Renoir y Pagnol en los años treinta o las primeras muestras del neorrealismo italiano. Pero eran engrandecidos y sublimados por su resistencia a esa adversidad y su entrega absoluta e incondicional al sentimiento amoroso.”
Y Miguel Marías concluye diciendo: “Creo que no cabe mayor romanticismo ni en los argumentos ni en la forma de narrarlos. No hay películas donde la pasión sea tan real y al mismo tiempo tan poco espectacular y proclamada, tan alejada de los aspavientos y las frases convencionales. Ni cabe una forma tan discreta y respetuosa de hacernos compartir la emoción de los personajes… No hay en el cine imágenes de felicidad tan radiantes como las que nos dio Borzage, ni momentos de pesadumbre tan intensa e hiriente como los que supo captar.”
Tres días de amor y de fe, obra tal vez menor y en consonancia con las necesidades patrióticas de la época en que fue filmada, responde a estas características señaladas por el crítico Marías. Se trata de un “personalismo fílmico” en alto grado porque, cumple con su misión esencial que es hacer reflexionar sobre la realidad de manera que permita superar la desesperanza y escapar del escepticismo que nos rodea. Su enfoque está en las personas y sus vicisitudes anímicas.
Este “personalismo fílmico” del que hemos hablado en otras ocasiones consiste en poner en el centro al ser humano y su dignidad intrínseca en los distintos escenarios en que se manifiesta. En el caso de esta película lo vemos en la familia, la amistad, el compromiso militar de los soldados y la acción cooperativa y solidaria de los que se quedan. Como explica José Alfredo Peris en una de sus entrevistas: “Un cine que cortocircuita la esperanza pone en bandeja la sumisión a los poderes políticos y económicos… El cine personalista, por el contrario, llegó a provocar esperanza en el ser humano, que creo que es lo propio de toda obra estética: proyectar luces reales sobre las posibilidades de lo humano que nos ofrece la cotidianeidad y cuya realización está a nuestro alcance”.
“Yo siempre miro hacia arriba. ¡Por eso soy un tipo muy especial!” esta frase de Chico en El séptimo cielo bien puede aplicarse a Frank Borzage, director de esta memorable película repleta de solidaridad, de amor y de fe dentro y fuera de cámara.