Pozos de Ambición
Dirección: Paul Thomas Anderson. País: USA. Año: 2007. Duración: 158 min. Género: Drama. Interpretación: Daniel Day-Lewis (Daniel Plainview), Paul Dano (Paul Sunday/Eli Sunday), Kevin J. O’Connor (Henry), Ciarán Hinds (Fletcher), Dillon Freasier (H.W.), Randall Carver (Sr. Bankside), Coco Leigh (Sra. Bankside), Sydney McCallister (Mary Sunday), David Willis (Abel Sunday), Kellie Hill (Ruth Sunday). Guión: Paul Thomas Anderson; adaptación libre de la novela "Petróleo" de Upton Sinclair. Producción: Joanne Sellar, Paul Thomas Anderson y Daniel Lupi. Música: Jonny Greenwood. Fotografía: Robert Elswit. Montaje: Dylan Tichenor. Diseño de producción: Jack Fisk. Vestuario: Mark Bridges. Estreno en USA: 26 Diciembre 2007. Estreno en España: 15 Febrero 2008. |
Ambientada en el boom del petróleo en la frontera de California a principios del siglo XX, la historia relata el éxito de Daniel Plainview, que pasa de ser un minero extremadamente pobre que cría a su hijo sin ninguna ayuda a convertirse en un magnate del petróleo hecho a sí mismo. Gracias a un misterioso soplo, Plainview descubre la existencia de un mar de petróleo bajo la tierra de un pequeño pueblo del oeste, y se lleva a su hijo, H.W., a probar suerte en el polvoriento Little Boston. Y es este pueblo perdido, en el que la única diversión gira en torno a la Iglesia Pentecostalista del carismático pastor Eli Sunday, donde Plainview y H.W. van a dar el golpe de sus vidas. Pero a medida que el petróleo les va haciendo cada vez más ricos, los conflictos van apareciendo: la corrupción, la mentira y las ingentes cantidades de petróleo pondrán en serio peligro valores humanos como el amor, la esperanza, la solidaridad, la confianza, la ambición e incluso el vínculo entre padre e hijo.
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CRÍTICAS
Perforando en el alma
[Decine21]
Poderosa adaptación de la novela "Petróleo" de Upton Sinclair (1878-1968). Sigue las evoluciones de Daniel Plainview, un hombre duro como una roca, parco en palabras, que recorre Texas en busca de "oro negro", o sea, petróleo. Con tesón y arriesgando su vida, ha aprendido cómo perforar el suelo y el modo de moverse para hacerse con los derechos de explotación de las tierras adecuadas. En una de sus prospecciones muere uno de sus hombres, que deja un bebé; Daniel decidirá adoptarlo, de modo que todo el mundo, incluido el chaval cuando crezca, creen que es su hijo de verdad. Un día el joven Paul Sunday acudirá a Daniel dispuesto a señalarle un lugar rico en petróleo y aún sin explotar; Daniel se muestra suspicaz, pero cuando acude allí descubre que todo es cierto, y que Paul le ha dado la información para conseguir un dinero rápido y huir del ambiente asfixiante de su familia. En efecto, Daniel conocerá al hermano gemelo de Paul, Eli, un tipo iluminado, investido de la seguridad ciega del fanático, que ha fundado la Iglesia de la Tercera Revelación.
Sinclair es un autor estadounidense conocido por sus inquietudes sociales, reflejadas en su credo socialista. Esto queda claramente plasmado en la adaptación de su novela, recorrida por una visión desesperanzada del hombre. Así las críticas se dirigen en dos direcciones. Por un lado, la ambición que propicia el capitalismo, el deseo de poseer riquezas y explotar los recursos; lo curioso es que en este film contrasta Daniel con otros petroleros que nadan en el dólar porque él lleva un estilo de vida muy sobrio, desea dominar la tierra, acumular barriles del líquido negro, pero no se sabe para qué, él desde luego no lo sabe. Esto resulta patente en lo relativo a su hijo adoptivo, que bien podríamos decir es su principal tesoro, algo para lo que parece ciego, sencillamente no lo ve; hay gestos de cariño, pero cuando acontece un suceso terrible, se ve cómo el afán por el petróleo le ha podrido el alma; también va en esa línea la subtrama del hermanastro inesperado, donde la desconfianza tendrá graves consecuencias.
La otra explotación que se pone en la picota sería la religiosa. Todos necesitamos creer en algo, parece pensar el peculiar pastor Eli, que funda una extraña iglesia, que ofrece consuelo a gente sencilla, que necesita canalizar su relación con Dios. Tal como maneja la cosa Eli, se diría que su pretensión es, como la de Daniel, pura ambición. Él ha encontrado una forma de ganarse la vida y de financiarse, y pervierte las inquietudes espirituales para servir sus propios intereses, lo que queda especialmente de manifiesto cuando Daniel se acerca a su iglesia por intereses bastardos.
Más allá de la trama, bien atrapada, destaca el tratamiento formal de Paul Thomas Anderson, verdaderamente audaz y original. En los primeros veinte minutos del film apenas se pronuncia una palabra, y mientras seguimos la búsqueda de petróleo de Daniel, podríamos decir que estamos asistiendo a "El amanecer del hombre petrolero", la influencia de 2001: una odisea del espacio parece innegable, también en el tratamiento fotográfico, jugando al contraste de iluminación, y en el uso de un sonido que recuerda a la alarma espacial del monolito. Hay un magnífico uso del formato ancho de pantalla. Resulta llamativa la espectacularidad de las escenas de los pozos, pero eso no impide una agradecible sobriedad frente a los efectos visuales apabullantes que dominan el cine actual.
El reparto es una maravilla. El camaleónico Daniel Day-Lewis entrega otra de sus composiciones con sabor a Oscar. Aunque lo que más llama la atención es el resto del reparto, sembrado de desconocidos. Algo suena Ciarán Hinds, pero el inquietante Paul Dano compone muy bien al dudoso predicador, mientras que Kevin J. O’Connor atrapa bien la tristeza del hermanastro. También es muy expresivo el niño Dillon Freasier.