SINOPSIS
La película se basa en la historia real de Li Cunxin, adaptada de su autobiografía “Mao’s last dancer”, que cuenta cómo, en pleno caos de la Revolución Cultural China, Cunxin tuvo que dejar a los suyos, una familia de campesinos, para embarcarse en un asombroso viaje que acabó encaminándole hacia la libertad y el triunfo personal. La película nos relata cómo Li superó la adversidad, y cómo descubrió y exploró sus habilidades naturales y su gran talento como bailarín clásico. Para ello, no sólo tuvo que lidiar con sus propias limitaciones físicas, sino también con el castigo que le impuso el desconfiado gobierno chino tras su deserción a Estados Unidos.
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CRÍTICAS
No hay ética sin estética, no hay estética sin ética.
[Alejandro R. Luque, CinemaNet]
Es esta una película arquetípica, una película clásica, en la que el guión se centra en el muy manido pero siempre atrayente espíritu de superación. Es esta una película diferente y poco convencional.
Desde el momento en el que ustedes, queridos espectadores, ocupen sus butacas asistirán a un grandioso despliegue estético en el que la fotografía de Peter James realza de forma precisa la ya de por si sublime plasticidad de la danza, con cantidad de guiños a la imaginería totalitaria, algo que ya habrán podido apreciar en el mismo cartel de la película.
Es El último bailarín de Mao un Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000) sin mineros, sin canciones de The Jam, sin revueltas y sobre todo sin libertad. Es precisamente su localización (La China Popular pre Deng Xiaoping) lo que hace que las casi dos horas de ficción basada en un hecho real sean cautivadoras y sumamente didácticas. Aquellos que vean China sólo como un paraíso donde especular, superpoblado de rascacielos y Yuanes, se sorprenderán con el retrato de una población sometida al férreo control ideológico de una dictadura. Es justo en este aspecto en el que la película cobra su verdadera dimensión: El conflicto que mueve constantemente la trama es el existente entre política y arte. ¿Debe ser el arte un instrumento al servicio de una ideología? ¿Son los artistas marionetas en el juego político? ¿Cuáles son los réditos propagandísticos que obtienen los países de las hazañas de sus bailarines, pintores, deportistas…?
En la película del australiano Bruce Beresford, todas estas preguntas son respondidas puntualmente. Desde cómo un niño desnutrido de provincias es llevado a Pekín, dónde es instruido en la disciplina del ballet clásico a la par que es adoctrinado en los conceptos de la Larga Marcha maoísta. Desde el enfrentamiento entre los profesores, defensores de la danza europea decimonónica, a profesores que son capaces de denunciar a sus compañeros por anteponer ésta al ballet revolucionario promovido por el régimen. Y como todo ese mundo anterior choca frontalmente con la llegada de Li Cunxin a unos EEUU en plena era Reagan. Allí él, ya convertido en bailarín de prestigio, tendrá que elegir entre su proyección artística internacional y sus raíces. Drama que alcanzará su apogeo en la escena crucial en el consulado chino. Esta secuencia sintetiza todas las preguntas anteriormente formuladas. Li Cunxin es efectivamente utilizado al servicio de los propios intereses del consulado y del ministerio de cultura chinos. Ellos, sabiendo que Li teme por lo que le pueda ocurrir su familia en China, se sirven de sus miedos para convertirlo en el Baryshnikov chino.
[Juan Orellana, Pantalla 90]
El director australiano Bruce Beresford, al que debemos películas tan entrañables como Evelyn o Paseando a Miss Daisy, vuelve a ganarse al público con un delicioso biopic sobre el bailarín chino Li Cunxin, película en la que el guionista Jan Sardi adapta la autobiografía del citado artista. Li Cunxin nació en 1961 en Qingdao, en el corazón de la china maoísta. Sus padres eran pobres campesinos, y cuando Li tenía once años, fue seleccionado por unos delegados del partido comunista para irse a la Academia Oficial de Danza de Beijing. Allí se convirtió en un bailarín extraordinario, lo que propició que en 1979 fuera invitado a una estancia de tres meses en la Academia de Baile de Houston, en Texas (EE.UU.). Todos sus esquemas mentales, inyectados por la fuerza en la Revolución Cultural, hacen crisis cuando Li experimenta la libertad y en bienestar económico en la “tierra de promisión” americana. Además, en Houston se enamora de otra bailarina, lo que le empuja a no querer volver a la China comunista. Pero el consulado chino no va a permitir semejante deserción y harán lo que sea para llevar a Li de vuelta a la tierra de Mao.
La película tiene una estructura temática que recuerda a films como Together (Chen Kaige, 2002) en el sentido que la creación artística acaba siendo la forma de expresar agradecimiento y sentimientos familiares. La película, que es obviamente crítica con la irracionalidad del comunismo y del maoísmo, no es sin embargo maniquea ni caricaturesca, humaniza a los personajes, y presenta también una cierta crítica moral a los defectos del capitalismo. Pero lo que el film pone por encima de la bipolaridad comunismo-capitalismo es el arte como lenguaje universal, la belleza como territorio común. Indirectamente, la película también indaga en el drama del inmigrante, que nunca puede dar la espalda a sus vínculos nutricios con su familia, su pueblo, sus tradiciones, su historia,… En ese sentido, en algunos momentos recuerda a películas como El sudor de los ruiseñores (Juan Manuel Cotelo, 1998), donde música y nostalgia se entrelazan. O El concierto (Radu Mihaileanu, 2009), cuyo solemne final se emparenta con el de la cinta de Beresford.
El film es emotivo, con un final apoteósico, ciertamente melodramático pero contenido, y ofrece una mirada última positiva y superadora de desencuentros. El ritmo del film puede resultar irregular, quizá debido a las secuencias de bailes (El lago de los cisnes, La consagración de la primavera,…)
De entre las películas de danza esta se encuentra entre las más interesantes, junto a títulos como Billy Elliot, de Stephen Daldry o The Company, de Robert Alman o Flashdance, de Adrian Lyne.
Tribulaciones de un chino en Chicago
Bruce Beresford es un director recordado sobre todo por Paseando a Miss Daisy, película que obtuvo cuatro Oscar en 1990. En esta ocasión reconstruye la historia real del prestigioso bailarín chino Li Cunxin, a partir de su autobiografía. El libro ha sido transformado en guión por Jan Sardi, experimentado en biopics musicales, pues fue el autor del libreto de Shine.
Hijo de unos humildes campesinos, Li Cunxin fue separado de sus padres a los 11 años por el régimen comunista para convertirlo en alumno de la Academia de Baile de Pekín. Allí tiene un trascendental encuentro con el profesor Xiao, que le ayudará a progresar. Convertido ya en un adulto, es seleccionado para recibir entrenamiento durante seis meses en una prestigiosa academia de ballet de Houston, donde dejará a los occidentales omnubilados por sus dotes para el baile. Por su parte, él se queda admirado al comprobar que el capitalismo no es tan horrible como se lo habían pintado, y se enamora de una americana…
La historia daba para hacer un film tan memorable como Noches de sol, de Taylor Hackford, muy similar argumentalmente, aunque en aquella cinta el protagonista venía de la Unión Soviética. Beresford ha elegido como protagonista a un excepcional y reputado bailarín, Chi Cao, recomendado por el propio Li Cunxin, que cumple como actor, a pesar de su inexperiencia absoluta en este área, y como era de esperar se luce muchísimo cuando baila. En el reparto destacan los secundarios Joan Chen -como madre del protagonista- y su compañero en la legendaria serie Twin Peaks Kyle MacLachlan, en un papel de abogado de inmigración, así como Bruce Greenwood como director de escena.
Es cierto que Beresford no se luce especialmente en la puesta en escena, y que un realizador más inspirado le habría sacado más partido. Pero el film tiene momentos emotivos y además ofrece un convincente retrato de la China totalitaria de los años de Mao y posteriores.
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¿Cómo puede ser arquetípica y clásica a la vez que diferente y poco convencional? Me ha surgido esa duda al leer la crítica 😉
Merece absolutamente la pena ver este film por : vision de china rural de la época, fotografia, vestuario,escenas danza.Enfin un pequeño repaso de historia que podemos comparar en el tiempo con nuestra casposa España del regimen Franquista.Os la recomiendo…para todos los públicos en especial padres con adolescentes en casa que quieran que sus hijos adquieran un minimo de cultura!!
Muy bien narrada, atrapa y seduce. La película tiene tres escenarios: La tierna china campesina. El cautivante mundo del ballet y el oscuro mundo de las redes totalitaristas. Hace llorar tanto como Bilyl Elliot y no asusta tanto como Cisne Negro
he llorado solo con la foto de la portada, es mas, aún estoy llorando y la vi el año pasado.
es mejor que billy eliot
MAO <3
Una amenísima y estupenda película donde se resalta el arte muy por encima de la política, como algunos pretenden contradecir. Parece ser que éstos, al verla, se les ha atragantado la magnífica visión que ofrece la película sobre la China de Mao, narrada exquisitamente al estilo costumbrista que dice más verdad sobre la historia que todas las propagandas políticas comunistas. Más aún cuando la época es reciente, situada en décadas de los 70 y 80 del siglo pasado y está tratada de un modo respetuoso y objetivo. En este aspecto el guión está muy cuidado y en modo alguno critica a nada ni a nadie sino que se dedica a dejarlo como un fresco pictórico o como un dignísimo telón de fondo donde enmarca, parcialmente, la historia humana del protagonista.
El relato humano del protagonista tiene momentos sublimes, esta parte es asombrosamente bella por la calidad de la puesta en escena de las actuaciones presentadas, la coreografía magnífica de los ballets y la maravillosa música de los mismos. En suma, un fantástico espectáculo digno de ver.
Es una lástima que los prejuicos empañen la mente de algunas personas a la hora de apreciar las cosas buenas de la vida. Este film supone, sin duda, al menos dos buenas horas en la vida de cualquiera que siquiera tenga un poco de sensibilidad.
Pero hay quienes, bien por ignorancia o sectarismo político, dejan de apreciar el tesoro escondido que tiene esta bella historia y, además, muy bien contada. A veces ocurre que algunas personan van a los museos y al sentir una profunda emoción, contemplando una obra de arte, la transfieren a un estado anímico contrario porque en la base del cuadro o escultura leen después el nombre del autor, persona no grata a sus gustos. Estas fobias repentinas, mezcla de ignorancia y fanatismo es como una venda que ciega la mente, deconstruye la percepción objetiva de las cosas y lo que, en principio les parecía sublime, luego lo critican como cosa aberrante. Que sucede, tristemente.
Otra variante son aquellas personas que ven la realidad a través del color del cristal con el que miran. Maryluz Galindo, seguramente tiene lentes bastante opacas de color rojo oscuro. Para su desgracia no ha visto, ni apreciado, lo mejor y mayor parte de la película. Es muy posible que en su universidad bogotana no sea persona afín a la disciplina de la Facultad de las Artes y sí a la de Educación, comunista tal vez. Su comentrario parece una mala tesina de fin de trimestre. En su derecho está, por supuesto, pero minimizar e ignorar las excelencias del film pasándolo por su tamiz rojo me parece aberrante. De miopía mental.
viva el comunismo… lo que hubiera echo este bailarin en su pais, hubierado sido mas de lo que personalmente logro en eeuu, el hubiera forjado el arte en china y no ganar dinero en america.
Magnifica, real, bellisima, romántica en todo sentido, fraternal, desgarradora hasta las lagrimas. ¡Exelente un gran film!! (lo increible es que es real)