Os presentamos Conducta, una conmovedora y emocionante película sobre marginalidad, escuela y educación, que ha arrasado en los cines de Cuba, su país de origen.
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ESTRENO Título Original: Conducta |
SINOPSIS
Chala es un niño de once años que vive con su madre drogadicta en un barrio de La Habana, y cuyo único ingreso es el que obtiene del entrenamiento que hace con perros de pelea. Carmela es la profesora de Chala, por la que él siente una gran admiración y respeto; sin embargo todo cambia cuando ésta enferma y es sustituida por otra que no siente el mismo cariño hacia Chala, enviándolo a una escuela de conducta. Cuando Carmela regresa a las clases, se opone a que Chala esté en esa situación y lucha por otras malas prácticas con las que no está de acuerdo.
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[Julio R. Chico – Colaborador de CinemaNet]
Ernesto Daranas nos lleva a La Habana más pobre y nos introduce en la clase de primaria de Carmela. Ella es una maestra de las de antes, de las que sabían querer a los niños y por eso darles lo que necesitaban. Pero la salud de Carmela es precaria y el corazón le da un aviso, mientras que el difícil entorno de unos de sus alumnos, Chala, empuja constantemente al chaval al precipicio. Él tiene once años, no conoce a su padre y su madre está enganchada a la droga, cuida perros de pelea para llevar dinero a casa, y en la escuela se muestra tan despierto e indomable como sensible y maduro. Entre Carmela y Chala hay una relación especial, pero todos los niños de la clase quieren a esa abuela entrañable que les enseña con un corazón de oro y con una conciencia que supera las reglas impuestas y que les permita volar como las palomas que cuida Chala. Ese es el escenario de “Conducta”, película cubana de título que apunta a la escuela-internado que amenaza a un Chala incorregible en sus travesuras y comportamiento pero noble y leal.
Daranas recoge un ambiente de miseria en el que resaltar la calidad humana de sus personajes. Ahí contrasta la categoría de la maestra con la estrechez de miras de la asistente social, la sensibilidad y candidez de los niños con la dureza de una mujer atrapada por la droga y el alcohol, la dulzura de una escuela que es lugar de encuentro con la agresividad de una sociedad sumida en la corrupción y la pobreza. Entre esos polos, Chala tiene que sobrevivir y reparte su tiempo entre los perros preparados para la lucha y las palomas destinadas a volar, mientras su corazón sufre tanto el dolor por esa madre atrapada o ese padre ausente como el amor por esa niña palestina. En su vida han encontrado eco, a pesar de su carácter vivo y rebelde, los principios de Carmela para la educación: rigor y afecto han conformado un sentido de la lealtad y un cariño capaz de soportar las mayores adversidades, y las personas que quiere -su madre irresponsable, su abuela adoptiva, su novia de la infancia, su amigo atacado- se convierten en resorte de cada uno de sus actos.
La narrativa que imprime el director a la historia es ágil y su estética está imbuida de naturalismo sin perder el sentido de humanidad. Los diálogos son rápidos y espontáneos -tanto que a veces queda dificultado su entendimiento-, los sentimientos afloran con autenticidad y dejan paso a momentos de emoción nada artificiosos, mientras que el retrato social de la Cuba actual es tan fidedigno como respetuoso. Las reglas y el miedo a la autoridad hacen que una simple estampita de la Virgen de la Caridad del Cobre sea motivo grave de sanción y amenace con el futuro de unos niños inocentes, que los educadores se conviertan en altavoces del Partido para acallar su propia conciencia y corazón -excelente es la evolución de la maestra sustituta, imagen de todo un pueblo-, que el peso de la fuerza aplaste la humanidad de un pueblo silenciado y atropellado. De ahí, la importancia de esa estructura de la trama en que la lectura del texto de la maestra hilvana una historia de resistencia y se erige en voz para la lucha.
Este milagro cubano que recientemente ha comenzado a aflorar no podría darse sin la antológica interpretación de Alina Rodríguez, mujer de mirada profunda y corazón valiente y entrañable, y sin la frescura de Armando Valdés Freire al dar vida a un niño convertido en paradigma de la inocencia y defensa de la propia personalidad. Los distintos desenlaces no hacen si no remachar la idea básica de Carmela y que algunos no acaban de comprender: que las personas están por delante de las reglas y que cada uno debe actuar con prudencia pero con convicción. Estamos ante un emotivo drama social, ante un ejemplo de lo que es la buena educación, y ante un retrato humano -lírico y esperanzado- de quienes sobreviven en la miseria gracias a su conciencia y a su corazón.
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