El Ultimátum de Bourne
Dirección: Paul Greengrass. País: USA. Año: 2007. Duración: 111 min. Género: Acción, drama, thriller. Interpretación: Matt Damon (Jason Bourne), Julia Stiles (Nicky Parsons), Joan Allen (Pamela Landy), David Strathairn (Noah Vosen), Paddy Considine (Simon Ross), Scott Glenn (Ezra Kramer), Edgar Ramírez (Paz), Albert Finney (Dr. Albert Hirsch). Guión: Tony Gilroy, Scott Z. Burns y George Nolfi; basado en un argumento de Tony Gilroy; sobre la novela de Robert Ludlum. Producción: Frank Marshall, Patrick Crowley y Paul L. Sandberg. Música: John Powell. Fotografía: Oliver Wood. Montaje: Christopher Rouse. Diseño de producción: Peter Wenham. Vestuario: Shay Cunliffe. Estreno en USA: 3 Agosto 2007. Estreno en España: 14 Agosto 2007. |
SINOPSIS
Treadstone, el programa de operaciones secretas que creó a Jason Bourne, ya no existe. Ha sido absorbido por el programa Blackbriar, del Departamento de Defensa, que ha lanzado a la calle una nueva generación de asesinos profesionales a disposición del gobierno y cuya existencia es desconocida. Para ellos, Bourne debe ser eliminado; para él, ellos son el único eslabón que le une a una vida que se ha esforzado en olvidar. Bourne ha llegado al final del camino. Esta vez no le bastarán las promesas vacías de sus antiguos amos; tampoco se detendrá al matar a los que le persiguen sin tregua. No le queda nada que perder y se servirá de todo lo que le han enseñado, de todos sus instintos para llegar hasta sus creadores y acabar de una vez por todas.
CRITICAS
Matt Damon es considerado el actor más rentable de Hollywood, y en las taquillas tardoestivales en España ha vencido a la familia Simpson, a La Última Legión, y a Robin Williams en el papel de cura. Es la tercera parte de la saga de Bourne, el asesino amnésico.
En El caso Bourne (2002) aparecía medio ahogado en aguas europeas, intentando recordar quién era, y asombrándose al comprobar sus reflejos y entrenamiento como agente asesino. En la segunda película, El mito de Bourne (2004), quizá la mejor, su amor por Marie Kreutz y sus sentimientos de culpa por la gente que muere en su entorno humanizaban a Bourne en su búsqueda por conocer su identidad.
Y así llegamos a la tercera, El ultimátum de Bourne, dirigida por Paul Greengrass, en el mismo estilo de acción realista pero espectacular que ya usara en Bloody Sunday o United 93. La acción es incesante desde las primeras escenas en un cochambroso barrio de Moscú. Una espectadora moscovita me confirmaba la credibilidad de las secuencias en Rusia, y que los actores que hablan en ruso son rusos de verdad, y no nietos norteamericanos de emigrantes ucranianos con acento de EEUU (como sucedía, por ejemplo, con la familia de Nicolas Cage en "El Señor de la Guerra").
También es realista y fidedigno el París y el Londres que nos muestra el film. ¡Y Madrid, con sus tiendas de Telefónica, su teléfono supletorio blanco con botones de colorines, sus calles y su Policía Nacional!
Pero donde se nota que los realizadores han disfrutado más es sobre todo con Tánger, con su luz, sus callejas, su construcción "a varias alturas": aquí las persecuciones son de tejado en tejado y entre los balcones. Y cuando pensamos que después de tanto correr toca respirar, nos encontramos con vigorosas peleas entre Bourne y los tiradores y asesinos que la CIA envía a matarle. Decir trepidante es decir poco.
Un hombre atormentado
Bourne no es un James Bond dandy e increíble en ciudades glamurosas: es un hombre atormentado porque no sabe quién es, por qué mata y como dejar de hacerlo. En ese sentido, no es muy lejano al Lobezno de las películas de X-Men.
Pero esta tercera película pierde algo en humanidad del personaje. Sin su amada Marie, Bourne no tiene a nadie con quien abrirse, sincerarse, de quien aprender humanidad. Le ayudará la agente Nicky, y en la distancia la agente Landy, ambas hartas de las falsedades y corrupción de la CIA y sus subdirecciones secretas. Pero no dará tiempo a que Bourne establezca lazos humanos con ellas.
La seriedad de su soledad queda patente cuando vemos que la película ni siquiera tiene una típica escena de cama (hombre y mujer juntos de fuga, sexo obligatorio, como en la reciente "Next", por ejemplo). Aunque lo "exija" la rutina hollywoodiense, rompería la autenticidad de la serie de Bourne: eso es un mérito para esta película.
Finalmente, en Nueva York, Bourne vuelve al lugar donde "nació" como asesino y recuerda: recuerda cuando le dijeron que matase a un inocente, a un desconocido "para salvar vidas", "para ser de los nuestros", como en las maras y las mafias (y los colegios ginecológicos: piden a los estudiantes hacer abortos en varios países si quieren "salvar vidas" como médicos, para ser "profesionales"). Bourne recordará que sí, que aceptó asesinar: que libremente se convirtió en el monstruo que, en realidad, no quería ser.
Al final, la película no traicionará la idea subyacente en toda la saga: puedes elegir, nacer de nuevo ("born again"). Del agua nacía en el primer film (un Leteo, río de la amnesia, lo opuesta a la aletheia, la Verdad) y al agua vuelve al terminar el tercero. ¿Habrá otra película de Bourne ahora que recuerda su pasado… y su pecado? Para nacer de nuevo no basta el agua, hace falta "espíritu", es decir, amor. Hay materia para contar otra historia más: la redención de Bourne no es completa aún.
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