Dirección: Tim Burton. País: USA. Año: 2003. Duración: 125 min. Interpretación: Ewan McGregor (Edward Bloom joven), Albert Finney (Edward Bloom mayor), Billy Crudup (William Bloom), Jessica Lange (Sandra Bloom), Helena Bonham Carter (Jenny/Bruja), Alison Lohman (Sandra joven), Robert Guillaume (Doctor Bennett), Marion Cotillard (Josephine), Matthew McGrory (Karl), Danny DeVito (Amos), Steve Buscemi (Norther Winslow). Guión: John August; basado en la novela de Daniel Wallace. Producción: Richard D. Zanuck, Bruce Cohen y Dan Jinks. Música: Danny Elfman. Fotografía: Philippe Rousselot. Montaje: Chris Lebenzon. Diseño de producción: Dennis Gassner. Dirección artística: Jack Johnson y Richard L. Johnson. Vestuario: Colleen Atwood. Estreno en USA: 25 Diciembre 2003. Estreno en España: 5 Marzo 2004. |
SINOPSIS
Edward pasa el día leyendo la Enciclopedia Mundial, porque es un niño de ocho años confinado en una cama a causa de un crecimiento sobrenatural. Se fija en un artículo sobre los peces grandes, en el que aprende que «si los peces grandes se guardan en una pecera pequeña se quedarán pequeños. Con más espacio, el pez puede doblar, triplicar o cuadruplicar su tamaño». Diez años más tarde, tras convertirse en el joven más popular de Ashton, Carolina del Sur, se da cuenta de que, como los grandes peces, para crecer, debe abandonar su hogar y explorar el mundo. Y entonces, comienza un viaje mítico e increíble. Muchos años e incontables aventuras después, Edward Bloom es muy conocido como contador de historias sobre su colorida vida de joven poco ordinario, cuando su pasión por los viajes lo llevó por todo el mundo y de vuelta otra vez. Las fabulosas historias de Bloom encantan a cualquiera que se encuentra excepto a su hijo Will, que también ha abandonado su hogar, pero en este caso para escapar de la gran sombra de su padre. Cuando Edward enferma y su mujer, Sandra, trata de reconciliarlos, Will se embarca en su propio viaje personal para separar el mito de la realidad de la vida de su padre y aceptar los grandes éxitos y los grandes fracasos de éste.
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CRÍTICAS
El gran cuentista
Un homenaje a los contadores de historias. Una reivindicación de la imaginación, como modo de mostrar la realidad. Si el lector nos apura, en Big Fish estamos ante una unión improbable de Tim Burton con John Ford y su apuesta por «imprimir la leyenda» a la hora de contar la historia de El hombre que mató a Liberty Valance. Todo esto subyace en el último film del director de Eduardo Manostijeras, título con el que mantiene una íntima relación; podría decirse sin exageración que Big Fish es su versión madura.
Con guión de John August, a partir de una novela de Daniel Wallace, Burton entrecruza hábilmente el presente, en que Will Bloom acompaña en el lecho del dolor a su padre Ed, gravemente enfermo, con un pasado de relatos hermosos pero increíbles. Éstos, escuchados una y mil veces, se han convertido a los ojos del hijo en una impostura, que oculta una verdad que cree ignorar: en efecto, a Will le atormenta la idea de que su padre esté a punto de dejar este mundo, y que no haya llegado a conocer quién es.
En manos de otro director, la película que nos ocupa sería un plato acaramelado de muy difícil digestión, sobre todo en lo que se refiere a los relatos de juventud de Ed. Pero en Burton habita un alma poética y sensible, capaz de mostrarnos un mundo pasado donde conviven lo luminoso con lo feísta, fotografiarlo con colores pastel, y lograr que no chirríe el engranaje. De nuevo, marca personalísima de su entera filmografía, asistimos a un desfile de criaturas desvalidas, auténticos «patitos feos» que buscan alguien que les entienda: además de Ed, ese tipo optimista a machamartillo, auténtico flautista de Hamelín para todos los que le conocen (magnífica a este respecto, la escena del desenlace), tenemos el gigante, el empresario circense, el escritor, las hermanas siamesas, la bruja con el ojo de cristal que muestra el futuro…
También se las arregla el cineasta para que la mezcla imposible de drama (con el problema de comunicación padre-hijo), fantasía (los detalles surrealistas, divertidísimos, que salpican toda la cinta), romanticismo (la conquista por Ed de la amada) y lirismo (el pueblo idílico en medio de ninguna parte) funcione. Ha procurado además suavizar algún detalle zafio, del que podía haber prescindido, sencillamente. Magnífico el reparto, en especial los trabajos de Ewan McGregor y Albert Finney, que encarnan a Ed Bloom de joven y anciano.
Entre lo real y lo fantástico
Edward Bloom (Ewan McGregor/Albert Finney) se ha pasado su vida contando historias, fábulas entre lo real y lo fantástico. Pero su hijo (Billy Crudup), al casarse y estar a punto de tener un niño ?y ante la cercana muerte de Edward? se pregunta quién es realmente su padre. Rememorará toda la vida de su padre, con los hechos tal y como se los contó, e intentará descubrir dónde acaba el mito y dónde empieza la realidad.
Tim Burton juega siempre con la delicada línea que separa lo real de lo fantástico. Y siempre nos sorprende muy gratamente. En este caso, big fish se convierte en una especie de manifiesto de la forma de hacer cine que tiene el peculiar director. En esta película se reúnen todos los ingredientes que ha ido sembrando, desde su Pee Wee?s hasta la última Corpse Bride.
El principal punto del cine de Burton ?y, por tanto, de esta película, ya que, como hemos dicho, es algo así como un manifiesto de su cine? es esa mezcla de lo real y lo fantástico. Ya lo comenté con Eduardo Manostijeras, pero vuelvo a insistir dada su importancia. En big fish, esta característica se percibe con toda su claridad: el hijo que intenta descubrir qué hay de real y qué de leyenda en la vida de su padre. De esta encantadora manera, Burton nos deleitará visualmente como bien sabe hacer: desde la casa de la bruja del pantano hasta el pueblo de Espectro, pasando por el bosque o por el circo de Calloway. Todo un espectáculo de colores y detalles a cual más espectacular.
Y creo que el director nos transmite una idea con todo eso y con el resultado final de la película de la que ahora hablamos: tenemos que aprender a vivir la realidad como un sueño, como una fantasía, con ese buen humor y esa alegría, sin desfallecer, como los niños. Tim Burton nos propone una especie de infancia espiritual con sus películas: creer en los sueños, creer en los milagros, en la fantasía que se esconde en nuestra vida.
El resultado, esta proeza que es big fish. Aunque, como ya he dicho, aquí encontramos un compendio del director, es cierto que esta película se encuentra en su línea emotiva, más cercana a Eduardo Manostijeras que a Pesadilla antes de Navidad, por ejemplo. Y Burton demuestra manejar tan bien este campo como aquél. Nada se resiente en la película, todo encaja perfectamente, con su emoción, su buen humor y sus toques de delirio. Una genialidad del manejo de estos últimos es, por ejemplo, el círculo atemporal que cierra con Jenny-la bruja. ¡Espectacular!
Ewan McGregor se entrega totalmente en su papel del joven Edward Bloom, mientras que Albert Finney mezcla el humor a la cruda realidad para interpretar al moribundo Edward. Helena Bonham Carter nos sorprende con su doble vertiente de mujer abandonada en Espectro y bruja piruja. Sólo hacer una última mención al trabajo de Danny Elfman. Supuso su vuelta a lo más alto de la música de cine, con temas entrañables, tétricos o delirantes. Y le mereció la nominación para el Oscar.
Como pude leer en fechas del estreno del filme en una intensa crítica firmada por Hilario J. Rodriguez, parece que hoy en día no interese demasiado hacer películas como esta deslumbrante, luminosa Big Fish. Esos códigos sensoriales, entroncados en la iconografía del género fantástico en su percepción popular tradicional, y que rigen la forma y el contenido de la obra de Tim Burton, parece que hoy, días mediáticos del siglo de la high-tech, aparecen desfasados. Incluso daba la sensación que el propio Burton había empezado a obviarlas en sus últimas obras, y muy especialmente en la servil y mediocre The Planet of Apes, que precedió a la presente. Por suerte para quien esto suscribe, Burton volvió aquí al cine fuera de (su) tiempo, a su cauce natural, y Big Fish supone un reencuentro de lo más feliz, especialmente porque la película acaba erigiéndose, desde todo punto, en un sentido homenaje a esos códigos que dieron aliento cinematográfico a Burton en sus inicios.
Los días de Edward Bloom llegan a su fín. Bloom es y ha sido siempre un cuentacuentos de tradición oral, un hombre que ha pasado su vida entera por el tapiz de la ficción, en una confusión entre fantasía y realidad que cosechó la simpatía y el afecto de todos cuantos le conocieron, con la importante excepción de su hijo, novelista afincado en el extranjero, que acabó frustrado por la falta de Realidad de la biografía conocida de su padre. El filme parte de dicha premisa y va desgranando, en una lujosa sucesión de flash-backs, los acontecimientos vitales de Bloom, en una suerte de falso y brillante biopic de visos alucinógenos ?en el sentido conceptual y hasta narrativo del término-.
Y Burton se despacha a gusto: una bruja cuyo ojo revela el hado, un pueblo espectral, un gigantón, un amor bigger than life, un periplo circense bajo la batuta de un hombre-lobo solitario, dos artistas niponas siamesas, un antiguo poeta reciclado en ladrón y después en yuppie próspero… Personajes, lugares y situaciones tan imposibles como entrañables; dibujados, emmarcados y coreografiadas con el enardecedor y sugestivo savoir faire del director de Beetlejuicie.
Pero en Big Fish la robustez del guión va más allá, y se lleva el pez al agua: Will Bloom (el hijo de Edward), y con él nosotros, salva la ecuación en el último instante, casa la realidad con la ficción, y descubre que quizás, al fin y al cabo, no sólo su padre sino todo ser humano debe vivir una vida sin el corsé asfixiante de la objetividad pura, y en esa cualidad vital su padre se reveló como auténtico maestro. Todos somos hijos de Bloom, y la riqueza ?Bloom es un pez gordo- radica en el irreductible optimismo para afrontar los embates de la vida. Una hermosísima lección, emparentada con el otro maravilloso Edward de Burton ?Ed Wood-, otro héroe sonriente y tranquilo, impregnado de la ilusión y la convicción necesarias para realizar cualquier sueño y a cualquier precio.
Y antes de bajar el telón, hacer mención especial al elenco interpretativo ?fruto, también debe decirse, de un brillante casting-, que leyó a la perfección las intenciones de Burton, y eleva con su presencia los postulados de la película: Cudrup, Alison Lohman y Ewan Mc Gregor, más especialmente Albert Finney, Jessica Lange y Danny DeVito, los tres superlativos.
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