Dirección y guión: Woody Allen. Países: España y USA. Año: 2008. Duración: 96 min. Género: Comedia. Interpretación: Javier Bardem, Patricia Clarkson, Penélope Cruz, Kevin Dunn, Rebecca Hall, Scarlett Johansson, Chris Messina, Zak Orth, Carrie Preston, Pablo Schreiber. Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Gareth Wiley. Fotografía: Javier Aguirresarobe. Montaje: Alisa Lepselter. Diseño de producción: Alain Bainée. Vestuario: Sonia Grande. Estreno en España: 19 Septiembre 2008. |
SINOPSIS
Dos jóvenes americanas, Vicky y Cristina, llegan a Barcelona para pasar sus vacaciones de verano. Vicky es una mujer sensata y está prometida. Cristina es aventurera en el terreno emocional y sexual. En Barcelona, se ven envueltas en una serie de líos amorosos poco convencionales con Juan Antonio, un carismático pintor, que sigue manteniendo su relación con María Elena, su temperamental ex-mujer.
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CRÍTICAS
[Pantalla 90]
Woody Allen llevaba unos años de excelente cosecha, con títulos memorables como Cassandra´s Dream o Match Point. Con su nuevo film Allen da un respiro a su talento y nos ofrece una de las peores cintas de su carrera. Rodada íntegramente en España, entre Barcelona y Oviedo, y con Javier Bardem y Penélope Cruz acompañando a Scarlett Johansson y a Rebecca Hall en el reparto, Vicky Cristina Barcelona naufraga en el tedio de una historia plana y aburrida.
A pesar del fracaso de la aventura española de Allen, es posible señalar en ella algunos puntos de interés. La sinopsis argumental, si prescindimos de contextos, es la siguiente: Juan Antonio (Javier Bardem) es un pintor asturiano bohemio que se lo monta que con tres chicas simultáneamente (su ex-mujer María Elena –Penélope Cruz-, Cristina, una turista americana promiscua –Johansson-, y otra, Vicky, casada – Rebecca Hall-). Con las dos primeras forma un trío de sabor lésbico, con la tercera tiene una relación de adulterio más tradicional. Todo acaba como el rosario de la aurora. De fondo, una Barcelona castellanoparlante convertida en recurso de agencia de viajes.
Con un argumento así alguien se puede preguntar qué se puede hacer que merezca la pena. Echemos una mirada a los personajes. Vicky se presenta al principio como la defensora del matrimonio, de la fidelidad y de los valores tradicionales. Pero es una casa edificada sobre arena, y bastan un par de copas románticas acompañadas de música de Albéniz en guitarra para acabar retozando en la hierba con el macho ibérico encarnado por Bardem. Vicky representa en el film el tema mejor tratado por Allen en los últimos años: la conciencia de culpa.
Cristina es sin duda el personaje más interesante desde una perspectiva antropológica. En principio se presenta como una ligona profesional. A la primera oferta de un desconocido total, “¿Haces el amor conmigo?” ella accede sin el menor reparo. Después de liarse con el pintor se lía con su ex-mujer, para pasar al trío completo. Pero Cristina tiene un problema: su corazón está hecho para otra cosa, para algo “más”, cualitativamente superior y diferente. Ella busca a ciegas, lo prueba todo, no por perversión sino por insatisfacción, y nada de lo que prueba llena su corazón. En este sentido es más auténtica que Vicky, que vive en la mentira, luchando por preservar su proyecto y las apariencias.
Juan Antonio es un cínico radical, aunque llamativamente sincero. María Elena es una desequilibrada pasional, mala copia de muchos personajes de la inolvidable Ana Magnani.
Al margen de las peripecias sexuales de estas turistas estivales, el film refleja muy bien una sociedad en la que la “búsqueda” y el “deseo”, motores de cualquier civilización, están condenadas al fracaso por crecer en un humus sin certezas. Es como buscar caminos en el desierto. En ese sentido, el relativismo que transpira el film no es fruto complaciente y victorioso de una rebelión anti-metafísica, sino consecuencia de una perplejidad confusa, errática y sumamente frustrante.
Estas interesantes cuestiones que contiene el film, están presentadas en un envoltorio fallido, sin humor, sin giros, sin originalidad. La película transcurre ante la indiferencia del espectador, que sólo se ríe forzadamente ante algún diálogo artificiosamente almodovariano entre los dos actores españoles (ofreciendo, por cierto, al público internacional, una imagen patética de la idiosincrasia hispana).
En fin, esperemos que en el próximo septiembre, Woody Allen vuelva a alegrarnos con una obra inolvidable.
Amor y desamor
Dos íntimas amigas estadounidenses, Vicky y Cristina, viajan en verano a Barcelona. Aunque se aprecian sinceramente, no pueden ser más distintas. La primera es cerebral, tiene su vida muy ordenada, se piensa mucho las cosas antes de actuar; su prometido le aguarda en Nueva York, y está haciendo entretanto un máster en identidad catalana. Su amiga, en cambio, no tiene muy claro lo que desea en la vida; le gusta el cine y ha rodado un corto, pero no sabe si ésa será su futura dedicación profesional; es impulsiva, le gusta vivir la vida intensamente, se deja llevar. Una noche conocen a Juan Antonio, un pintor español, que les hace una insólita propuesta: viajar a Oviedo en su avioneta, y compartir habitación y cama los tres. Vicky y Cristina se quedan alucinadas, aunque previamente habían sabido de la agitada trayectoria vital de Juan Antonio, separado de su esposa, quien le agredió en el pasado. El caso es que el pintor hispano y sus planes resultan excitantes, y de momento aceptan acompañarle a Oviedo. Aquello resulta ser una inmersión muy especial en la cultura española.
Primera película de Woody Allen coproducida por España, a través de Mediapro, y con los dos actores hispanos más internacionales del momento, Javier Bardem y Penélope Cruz, que están estupendos, especialmente el primero. Pues el actor compone a un personaje rebosante de sensibilidad, en lo que al aprecio de la belleza se refiere, lo que le aleja de otras interpretaciones de tipos decididamente brutales; también es encomiable el trabajo de «Pe», aunque su composición esté más cercana a los personajes femeninos latinos de carácter, al estilo de los de Sophia Loren o Gina Lollobrigida, algo previsibles. También está muy bien, como suele, Scarlett Johansson, aunque quizá la gran sorpresa interpretativa del film de Allen sea la desconocida Rebecca Hall, vista fugazmente en El truco final, y que está sobresaliente como la amiga cerebral, un papel muy medido.
El cineasta neoyorquino explora sus temas habituales, entre los que sobresale la eterna búsqueda del amor. Los personajes anhelan la felicidad, un amor que les llene… Y lo encuentran… por un tiempo, pero se hagan las combinaciones que se hagan, parece decir el pesimista Allen, es imposible encontrar la dicha completa. En tal sentido juega el director a varias bandas: el matrimonio convencional y programado, el de los artistas bohemios, el arriesgado… e incluso las «nuevas formas de familia» (qué disparatada e inadecuada expresión, perdón por usarla), manifestadas en un segundo «trío», el compuesto por el pintor, su esposa, y una de las turistas, donde habría espacio para la variante lésbica. «No sé lo que quiero, pero no es esto«, llega a decir uno de los personajes teóricamente más desinhibidos… Mientras que la joven convencional, cuando parece decidida a «quemar las naves» de su convencionalismo, va a tener dificultades por donde no se lo esperaba… Azar, libertad, insatisfacción… Todo anda flotando por ahí, dejando mal sabor de boca. Resulta curioso, pero Woody Allen no parece confiar en el compromiso, ni en lo que es la lucha día a día por alimentar el amor, tales posturas no asoman en su film, como tampoco lo que sería, de verdad, formar una familia, engendrar hijos y cuidarlos…
Uno de los aspectos más interesantes del film es observar la mirada a España de un extranjero como es Woody Allen. En la mirada subyugada por la belleza de las dos turistas hay algo del propio Allen, así como su guía podría representar a los amigos españoles del cineasta, que le han descubierto el país. Así se entiende la inclusión de una iglesia románica y su Cristo, la guitarra española, y por supuesto Gaudí.
Por supuesto Allen no sería Allen si renunciara a su singular sentido del humor. Y aunque este film tiene su punto patético, porque está hablando de la infelicidad (mucho más que de la felicidad, una utopía desde su punto de vista), hay algunas buenas ideas, con su punto socarrón, que en parte se diría dirigidas al público hispano, al que se diría ha «pillado», al menos en parte. Así se entiende que cuando Vicky explica sus estudios de identidad catalana a un maduro matrimonio americano, él pregunte «Y eso, ¿para qué sirve?»; tampoco parece casual la inclusión de la rotulación en español de los precios de una frutería catalana. Se diría que alguien le ha dicho, «a ver si haces un bonito ‘spot’ promocional de Barcelona», y Allen asume el reto, pero apostando por su amado Gaudí, arrimando el ascua a la sardina de su gusto personal. Y nos queda la duda de si la boda en el ayuntamiento de Barcelona respondía al «caprichito» de algún concejal que quería salir en la peli; en cualquier caso, Allen salva la situación con dignidad.
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El indiscutible genio Woody Allen nos ofrece aquí una de las peores cintas (por no decir la peor) de toda su filmografía. Incluso la floja «El dormilón» es mejor que ésta. Parece que, desde hace unos años, Woody Allen se ha vuelto a poner de moda y se ha hecho mucho más comercial en nuestro país. Según recuerdo, fue más o menos a partir de «Misterioso asesinato en Manhattan» cuando el gran público empezó a re-interesarse por Allen. Está claro que tanto ésta como otras nuevas cintas (Granujas de medio pelo, La maldición del escorpión de jade, y las posteriores) son buenas, pero ¿quien habla de «Annie Hall», «Manhattan», Maridos y mujeres» y «Delitos y faltas»? Los temas recurrentes de Allen (influenciados por su gran admirado Ingmar Bergman) se ven en algunas de sus cintas. Temas como los de culpa, castigo, moralidad, Dios, etc, están presentes en la aclamadísima «Match Point», pero debo recordar que el tema de este filme ya fue el que trató de igual manera en «Delitos y faltas». Volviendo a «Vicky Cristina Barcelona» sólo diré que no vale la pena hacer demasiados comentarios por no ser ni originales ni buenos ni los diálogos, ni la temática, ni la banda sonora. Como admiradora del gran talento de Allen sólo espero que la próxima, por lo menos, me haga reír algo.