Dirección: Priyadarshan. |
SINOPSIS
Billu Barber es la historia de un hombre sencillo que lleva una vida fuera de lo normal. Bilas Rao Pardesi vivía en su pueblo con su esposa, Bindiya y sus dos hijos. Su vida era dulce y amarga… Podríamos decir que más dulce que amarga. Un día una súper estrella entra en sus vidas y lo cambia todo. La vida cambia, la gente cambia los amigos cambian, el pueblo cambia, pero un hombre no cambia… Billu.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
La vida es cantar y bailar. Así podría titularse un reportaje sobre el cine indio, uno de los más prolíficos del mundo, por encima incluso del realizado en Hollywood. Tan potente es la producción de Bombay —la capital fílmica de India—, que a su industria del cine se le denomina Bollywood. Sin embargo, a pesar de ese poderío —se producen allí casi mil películas al año—, la cinematografía india tiene una distribución internacional muy escasa, quizá por el localismo de sus argumentos y por la pobreza de medios de muchas de sus producciones.
De hecho, después de Satyajit Ray —el gran maestro del cine indio, autor de obras maestras como la Trilogía de Apu—, y con permiso de M. Night Shyamalan, el director de El sexto sentido, El protegido, La joven del agua o El incidente —nacido en la India, pero formado en Estados Unidos y nacionalizado norteamericano—, sólo dos cineastas indios han triunfado fuera de su país: Shekar Kapur (La reina de los bandidos, Elizabeth, Elizabeth: La edad de oro) y Mira Nair (Salaam Bombay, La boda del monzón, El buen nombre). Mención a parte merecen dos cineastas británicos que han triunfado con películas al estilo Bollywood: la angloindia Gurinder Chadha (Bhaji on the Beach, ¿Qué se está cociendo?, Quiero ser como Beckham), autora de la colorista Bodas y prejuicios, singularísima versión, ambientada en India, de la decimonónica novela Orgullo y prejuicio, de Jane Austen; y el inglés Danny Boyle (Trainspotting, Millones), que este año ha arrasado en los Oscars y en la taquilla con la sobresaliente Slumdog Millionaire.
Aprovechando el exitazo de este último filme, se estrena es España la última superproducción de Bollywood, Billu Barber, un entretenido culebrón musical, parecido en sus planteamientos a Lagaan, de Ashutosh Gowariker (Pehla Nasha, Baazi), que optó al Oscar 2002 al mejor filme en lengua no inglesa. Si en Lagaan la estrella era el popularísimo Aamir Kahn, en Billu Barber el detonante de la historia es otro ídolo del cine indio, Shahrukh Khan, que se interpreta a sí mismo a través del personaje de Sahir Khan.
En efecto, esta imaginaria megaestrella decide rodar su nueva película de acción futurista en un perdido pueblo de India, que se revoluciona con la llegada del actor y con la noticia de que un pobre peluquero del lugar, Billu, fue amigo suyo hace años. Hasta su esposa y sus dos hijos acosan al bueno de Billu, que lucha por sacar adelante su modesta peluquería frente a la competencia de un local ultramoderno y a las presiones de un rudo mafioso local.
A partir de esta sencilla anécdota, el veterano Priyadarshan —autor de más 70 películas, algunas tan populares Kala Pani o Snegithiye— ofrece un abigarrado musical, de colorista y agitada resolución visual, y en el que caben todos los géneros: el melodrama rural, la ciencia-ficción, la aventura, la comedia disparatada, el cine dentro del cine, la intriga… Todos ellos hilvanados con un ritmo endiablado y una enfática banda sonora, que se despliegan con un concepto de continuidad distinto al occidental, en el que no importan los más abruptos cambios de tono.
Esta descarada trepidación audiovisual —por otro lado, muy refrescante y divertida— disimula el esquematismo entre naïf y kistch del guión, la cursilería de muchos de los diálogos y el histrionismo de la mayoría de las interpretaciones, sin debilitar por ello el vigor de la dramática historia central de Billu, magistralmente interpretado por Irrfan Khan. En esta trama se desarrolla una preciosa reflexión sobre la amistad, la familia y el inconmensurable valor de la honradez, que siempre es premiada de un modo u otro por Dios, al que invocan sin complejos muchas de las larguísimas canciones del filme —incluso las más sensuales—, todas ellas coreografiadas con potencia arrolladora.
Ciertamente, no es un cóctel para todos los gustos. Pero ofrece una narración tan fresca, un humanismo tan entrañable, una perspectiva moral y social tan vitalista —siempre respetuosa con el delicado equilibrio racial, cultural y religioso de la India—, que genera una adicción parecida a la que siguen provocando las viejas comedias de Frank Capra o los mejores musicales del Hollywood clásico.