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Título original: Extraordinary measures. |
SINOPSIS
John Crowley es un ejecutivo de éxito cuya vida da un vuelco cuando le informan que sus dos hijos pequeños padecen una enfermedad incurable. Con su mujer siempre a su lado, John se asocia con un científico brillante pero poco apreciado y anti-convencional: el Dr. Robert Stonehill.. Conducidos por diferentes razones, juntos crean una compañía biotécnica, donde por un lado uno quiere encontrar la cura que salve la vida de sus hijos y el otro busca conseguir probarse a sí mismo y sus teorías científicas. Esta extraña alianza termina desembocando en un respeto mutuo, mientras luchan contra el sistema médico y empresarial.
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CRÍTICAS
[María Dolores Valdés, CinemaNet]
Basada en hechos reales e inspirada en el libro The Cure de la periodista Gesta Anand, ganadora de un premio pulitzer, nos cuenta la lucha de unos padres al intentar salvar a sus hijos afectados por una rara enfermedad, y cómo para ello se ponen en contacto con un científico pionero en la investigación de una enzima que puede ser vital para el tratamiento. Entre los productores de la cinta encontramos a Shamber y Sher (Erin Brockovich, Diarios de la Calle y World Trade Center) y al mismo Harrison Ford, que llevaba tiempo buscando una historia de interés humano, y esta sin duda lo es.
Lo primero que llama la atención en la película es la manera que tienen los personajes de afrontar la enfermedad. Nos presentan a una madre leyendo un cuento a su hijo postrado en cama, mientras una niña en silla de ruedas, con un respirador, juega y pelea con el tercer hermano. Al poco rato nos damos cuenta de que los niños tienen la enfermedad de Pompe, que supone un deterioro muscular progresivo y cuya esperanza de vida no es superior a nueve años. Esta situación ha sido asumida por la familia con la naturalidad de lo cotidiano, aunque lo cierto es que los paros respiratorios y la asistencia médica
El matrimonio, bien interpretado por Brendan Fraser (Crash, Dioses y monstruos) y Keri Russell (August Rush, el triunfo de un sueño y Waitress) nos muestran en todo momento lo importante que es el apoyo mutuo para salir adelante, el tomar decisiones conjuntas y el sacrificio personal por el bien de la familia completa. El dinero no lo es todo, ni tampoco un buen trabajo, aunque haya costado mucho esfuerzo conseguir una posición elevada. Cuando las cosas se tuercen, la familia es lo primero.
La cinta trata el tema de la enfermedad y la dignidad de los enfermos, que luchan por salir adelante. Así, la niña, interpretada por Meredith Droeger tiene un importante papel en el desarrollo de la trama, siempre con una sonrisa y con la chispa e inocencia de los 8 años. Su pérdida no supone un alivio para nadie, ni para ella misma ni para sus padres…que rezan para que si tiene que ocurrir, suceda del modo menos doloroso para ella, colocando así un punto de trascendencia en la trama.
Pero además, como contrapunto de la familia que lucha por salvar a sus hijos, encontramos la parte del científico, interpretado por Harrison Ford (La Guerra de las Galaxias, la trilogía de Indiana Jones, El Fugitivo), un hombre difícil y solitario que sólo vive para su investigación. ¿Cómo conseguir que un hombre así, cuyos logros científicos en esta enfermedad son los más prometedores, pueda ayudarles? La respuesta es sencilla, no dejándose vencer por el desaliento ni por el orgullo. La lucha del padre por sus hijos pasa por encima de esto. Y poner al científico en contacto con el enfermo, que le hace pisar la realidad, con nombre y apellido, con juegos y risas…y con esa dura enfermedad.
Y finalmente el tema del dinero, la medicina como negocio: una investigación se financia o no en función del beneficio que la compañía farmacéutica pueda obtener, sin importar demasiado las vidas humanas en juego. Sólo son números, impersonales, objetivos. Si son pocas…no es rentable. En vez de personas se trata en términos económicos, por eso un ejecutivo puede formar parte de ese mundo…sólo que en este caso, aporta la humanidad que parece faltar al resto, porque conoce de cerca la enfermedad.
En definitiva una película entretenida, con muchos valores, que puede recordar la temática de Lorenzo´s Oil por la implicación de los padres en la curación del hijo, pero que no alcanza sus cotas de dramáticas, aunque no deje de emocionar en algunos momentos. Se hace eco de la solidaridad de las iglesias y vecinos, de la perseverancia, la lucha para salir adelante cuando todo parece estar perdido y en definitiva del valor de la familia, a la vez que critica el individualismo, el protagonismo del poder y del dinero o la falta de compasión por el prójimo.
Una enzima para mis hijos
John y Aileen son padres de tres hijos. Los dos pequeños, Megan y Patrick, de ocho y seis años, padecen un raro desorden genético conocido como síndrome de Pompe. Da lugar a una atrofia muscular que les obliga a ir en silla de ruedas; la ausencia de una enzima conduce a que los órganos internos no crezcan a la par que el resto del cuerpo, lo que hace muy corta su esperanza de vida. Sabedor de que en Nebraska se encuentra el mayor experto en dicha enzima, el doctor Robert Stonehill, John apostará todo el futuro profesional y familiar en apoyar su investigación, en busca del fármaco que salve a los chicos.
Película basada en hechos reales, que recuerda a títulos como El aceite de la vida. Supone un desafío para el director de la comedia Algo pasa en Las Vegas, Tom Vaughan, que cambia de registro para sumergirse en un drama lacrimógeno. El resultado es correcto, logra atrapar la preocupación de unos padres por la salud de sus hijos. Hay varias bazas para sostener la trama, pero una principal es la diferencia de caracteres de los dos protagonistas, el padre -un hombre dispuesto al sacrificio para salvar a sus niños, de mentalidad empresarial muy adecuada para llevar a buen término la estructura financiera que requiere la investigación- y el investigador principal -un tipo de personalidad difícil, sabio pero poco práctica, siempre en las nubes, convencido de lo que hace pero con escaso don de gentes-. Brendan Fraser y Harrison Ford comparten buenas escenas, que permiten su lucimiento actoral, cuando chocan sus puntos de vista, pero también cuando ceden y se ponen en el lugar del otro.
La narración es de agradecible clasicismo, quizá con algún modo de resolver poco sutil -las explicaciones acerca de la enfermedad-, pero con contención en los pasajes que invitan al espectador a la lágrima. También hay realismo en la forma de dibujar el funcionamiento de una empresa de investigación, donde la eficiencia colisiona con la humanidad, necesaria en cualquier ocupación laboral; aquí se presentan intereses conflictos, que sin duda invitan al debate sobre el necesario «rostro humano» en el trabajo, ver personas y no sólo números, resultados.
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