[Guillermo Callejo – Equipo de Cinemanet]
Hablar de las películas, en el sentido amplio de la expresión, resulta demasiado arduo. Son muchas y muy diferentes entre sí. Pero llama la atención comprobar cómo en un buen puñado de ellas predomina la venganza como raíz de la trama. Las peripecias de los personajes principales, sus esperanzas y frustraciones, sólo se explican a partir del choque moral y supuestamente inevitable entre protagonistas y antagonistas. Y cineastas, guionistas y actores nos los plantean como algo loable. Como algo justo.
En la reputada Ocean’s Eleven, un variopinto grupo de ladrones liderado por Danny Ocean (George Clooney) trata por todos los medios de robar el desorbitado capital de los tres casinos del multimillonario Terry Benedict (Andy Garcia). En Historias de Filadelfia, Dexter Haven (Cary Grant) vuelve a la ciudad norteamericana para evitar como sea que su antigua esposa (Katharine Hepburn) contraiga matrimonio con un indeseable (John Howard). Y al final de Rambo: First Blood Part II, el ex combatiente de Vietnam (Sylvester Stallone) vuelve para buscar a Murdock (Charles Napier) y hacerle pagar por sus prejuicios y su aborrecible cobardía.
Aunque a primera vista no lo parezca, todos estos largometrajes, tan dispares entre sí, coinciden en un punto: su argumento tiene como fin último la destrucción de alguien, o al menos su perjuicio personal. Mientras el espectador mastica las palomitas y contempla entretenido -e incluso divertido- las acciones de sus héroes, no repara en la trascendencia moral de la historia en sí. Es fácil que no se pregunte por el sentido de lo que observa: basta con que el protagonista en cuestión le caiga bien. Si el robo de Danny Ocean es lo suficientemente magistral y eficaz, si las sutilezas de Dexter Haven resultan tan sutiles como para ganarse de nuevo los encantos de ex mujer, y si la llegada de Rambo a su cita final con Murdock alcanza las cotas de epopeya bélica, todo lo demás parece dar igual. En estos casos, el fin justifica los medios.
Los ejemplos arriba citados no son una excepción. Un análisis detenido de las películas que han cosechado importantes éxitos entre los millones de espectadores del mundo entero muestra que muchas de sus tramas tienen un idéntico nervio central: la venganza. Claro que ahora, pensándolo en frío y con la debida ecuanimidad, cuesta admitirlo. La venganza, entendida como «satisfacción que se toma del agravio o daño recibidos» -así la define el DRAE-, no suena políticamente correcta ni moralmente aconsejable. Y sin embargo, por lo general, aunque tendemos a rechazarla de nuestras vidas, en el cine no nos causa tanto desagrado, no siendo raro que lleguemos a una implícita complicidad con el padre herido que busca ajustar las cuentas con los asesinos de su esposa e hijos, o con el prisionero ultrajado que en su fuga de la prisión aprovecha para dar su merecido a los guardias que lo custodiaban.
Hay muchas explicaciones para esa especie de empatía con el mal. Quizá la más sencilla y lógica sea una suerte de concupiscencia, algo así como un signo de la debilidad humana, a la que no le cuesta compadecer los fallos morales ajenos. O sea, que nos identifiquemos con esa debilidad y que la proyectemos cándidamente en los momentos de ocio, cuando la relación con la historia que nos ocupa carece de cualquier compromiso y parece liberarnos de ataduras morales.
Aquí subyace un vasto océano de reflexiones y discusiones sobre qué es el mal y cómo debe tratarlo el cine. En el propio Cinemanet, sin ir más lejos, José María Caparrós Lera ha dado buena cuenta de ello. No quiero, por consiguiente, ahondar en un tema que exige mucho más tiempo y una consideración extensa y detallada al respecto, pero sí deseo al menos apuntar el diagnóstico de que ese mal moral se presenta en el cine con formas verdaderamente atractivas, de la mano de guiones supuestamente inocentes, y dejar constancia de la necesidad de que ello no nos pase inadvertido.
En Kill Bill, ya sea el vol.1 o el vol. 2, Tarantino representa uno de los paradigmas más claros e incontestables del deseo irrefrenable de venganza que mueve al protagonista. Pero ocurre lo mismo con Sin perdón, con La venganza del conde de Montecristo, Furia, con todas y cada una de las entregas de las series de El Padrino y de Mad Max, con Hasta que llegó su hora, con Scarface, con las incontables versiones de Hamlet, con la polémica V de Vendetta -a la que Pablo dedicó una certera crítica– o con la violenta El fuego de la venganza. A su manera, son filmes en donde los protagonistas, nos guste o no, poseen una dudosa entereza ética. Incluso la apoteósica Gladiator entremezcla en su historia, de un modo demasiado ambiguo, la justicia con ciertas compensaciones personales.
Pues bien, ¿es esto preocupante, dramático? No tiene por qué. A mi entender, lo preocupante no es que haya venganza en las películas; lo preocupante es que el público asista pasivamente a ese espectáculo y no sea consciente del mal que aquélla esconde; y lo preocupante es, sobre todo, que muchas veces, sentados en nuestras butacas, deseemos que tal acto vengativo se consume con éxito. Porque nos apetece, porque el drama se resuelve y, de paso, se elimina cualquier opción de futuras malas acciones por parte del antihéroe.
No es tolerable que nos manipulen de ese modo. Sabemos que el fin no justifica (siempre) los medios, y sin embargo consentimos que las artes de un director, que los encantos de un actor o actriz y que las argucias de un guionista trivialicen nuestra moralidad disponiendo de ella a su gusto. Ojalá sus intentos no cosechen el éxito que esperan.
Guillermo, muy buena reflexión, aunque tengo mis discrepancias.
En primer lugar (en esto no discrepo), más allá de que la venganza sea un recurso clave para montar el argumento de una película, es que es la excusa perfecta para hacer segundas y terceras partes: en la gran mayoría de los casos parten de ese deseo.
Por otro lado, creo que en el tema que desarrollas la frase de «el fin justifica los medios» debería transformarse para mayor adecuación a «el final justifica los medios»; puede que no se vea la diferencia, pero para mí es clave.
Además, creo que en todo este tema lo que hay que ver es la función de estas películas holliwodienses y comerciales: el entretenimiento. Y sí, sé que ahora me podrás decir: pues eso «el fin justifica…»; pero no. Creo que el uso de la venganza puede tener como fin el deseo del éxito de una película porque sabemos que funciona; sin embargo, eso no quiere decir que ese uso de los valores tenga el fin de inculcarlos en la sociedad. Pienso que hay que diferenciar bien los dos niveles…
Bueno, no sé si me he explicado; pero aparte de todo, muy buen artículo. FELICIDADES
Muchas gracias, Lydia, por tus apuntes.
Sí, efectivamente la venganza sirve como estupendo recurso para estirar las historias sin límite. Y de hecho es un medio muy socorrido en incontables series de ficción.
Puedes decirlo como quieras, por supuesto también «el final justifica los medios», pero a fin de cuentas hablamos de lo mismo: una historia preconcebida por los guionistas en la que el final se construye sobre un guión sumamente discutible (desde el punto de vista moral).
De lo que tú hablas, sobre todo, es de la diferencia entre que los cineastas nos entretengan y nos adoctrinen. O sea, según entiendo, para ti una película suele limitarse a hacernos pasar el rato. Mi opinión es que sí, pero que no sólo. Lo quiera el director o no, le guste al guionista o no, se refleja una moralidad que las personas pueden incorporar a sus vidas, en mayor o menor grado. Ninguna película -repito, ninguna- es inocente.
Gracias de nuevo!
Hola Guillermo, me ha gustado tu artículo, desde luego hace reflexionar sobre el tema, y tienes mucha razón en que en el cine se usa este recurso y sin darnos cuenta nos va calando…aunque eso no tiene por qué hacernos vengativos en la vida real…Pero tampoco es bueno.
En lo que no estoy de acuerdo es en meter en ese saco a todas las películas, y en este caso concreto a Historias de Filadelfia. Es cierto que se persigue evitar una boda, pero no es por venganza, sino por otras razones bastante diferentes. Y en ella no veo la venganza por ningún sitio…sino más bien el destapar corrupción, mantener un matrimonio roto por motivos absurdos e incluso el perdón en otro matrimonio.
Un saludo
Gracias, Belvis, por tus palabras.
Tienes razón en que el elenco de películas que cito resulta bastante desordenado. Pero entiende que no trato de ser riguroso ni sistemático; me limito a enumerar algunos ejemplos que ilustren la tesis que sostengo, por muy dispares que sean las tramas -y los géneros- entre sí.
En cuanto a Historias de Filadelfia, desde luego aparecen cuestiones como el perdón y la reparación del matrimonio. Es más, me atrevería a decir que el filme en sí intenta, sobre todo, lanzar una crítica a la burguesía norteamericana, tan llena de frivolidades e incoherencias. Pero tienes que reconocerme una cosa: desde el primer instante en que aparece Cary Grant en pantalla, decidido a que el inminente matrimonio no se consume, el espectador siente una secreta simpatía hacia él: quiere que logre su propósito, quiere que Katharine Hepburn no se una a un tipo tan perfectito y tan soso, y espera que los movimientos de James Stewart y su amigo no entorpezcan su propósito. Lo que pasa es que el director, el prodigioso Cukor, expone las situaciones con mucha gracia y levedad, y las rodea de otras muchas ideas y diálogos que pueden ocultarlo. Pero yo lo veo así. Lo cual no significa, por supuesto, que el público se haga vengativo en la vida real. Simplemente no tiene reparos, inconscientemente o no, en distanciarse un poco de sus principios éticos durante dos horas.
Otro saludo.
Lo que quería decir con es que lo que se quiere justificar es un final u otro en una película a través de sus argumentos, como es obvio; y no que el fin de una película, se trate como se trate, sea el adoctrinamiento; aunque sea bueno. Porque, de hecho, es que no debería ser así.
Claro que comparto contigo que ninguna película es inocente; pero somos los espectadores, en una segunda instancia, los que vamos a utilizar esa película para crear un juicio moral; cuando las películas tienen moraleja pensamos: mira qué bien, el mensaje que transmite esa película es tal o cual…; pero es más difícil caer en la cuenta de todo lo que tu expones en tu texto, y no por ello quiero decir que sea desacertado. Mi tesis es que ninguna película debe tener el fin de adoctrinar, sólo de entretener y que luego nosotros ya veremos qué pensamos; he ahí los dos niveles de diferenciación de los que te hablaba antes
Gracias de nuevo por tus líneas, Lydia. Tampoco yo he dicho que el fin de una película sea siempre -ni siquiera generalmente- el de adoctrinar. No es su fin, pero sí una consecuencia. Entiéndeme: el director, los actores, el guionista… todos ellos labran una historia humana que nos afecta de alguna manera, que busca decirnos algo, y aunque su pretensión se limite a la del mero entretenimiento, obligatoriamente llevará consigo un cierto adoctrinamiento. ¿Por qué? Porque siempre subyace una moralidad, más o menos acertada, y siempre nos identificamos o distanciamos de los personajes. ¿Y cómo lo sé? Porque ninguno nos resulta neutro. Ninguno. Con uno simpatizaremos por su gracia y su optimismo o por su valentía y su generosidad; a otra la amaremos por su candidez; y a otro lo ingoraremos o despreciaremos por sus ademanes arrogantes.
Por lo demás, suscribo tus palabras.
Claro que no te niego que el espectador sienta simpatía por Cary Grant desde que aparece, lo que niego es que esto sea malo o implique algún tipo de sentimiento moralmente reprobable. Quiero decir que esa simpatía y el deseo de que el inminente matrimonio no llegue a celebrarse, no lleva implícito ningún sentimiento de venganza. Podía habernos resultado también muy atractivo James Stewart como sustituto del «novio», pero es que Cary Grant es su marido de verdad, pues aunque se haya disuelto el matrimonio es para toda la vida 😉
Vamos, que estoy de acuerdo en tu razonamiento, pero no en incluir Historias de Filadelfia en él. Y como además aparece una foto de dicha película…puede resultar engañoso para quien no la haya visto 😉
Un saludo
En el fondo creo que estamos de acuerdo. Pero entiéndeme bien: no digo que sea moralmente reprobable sentir simpatía por Cary Grant en «Historias de Filadelfia». De hecho yo la siento. Simplemente digo que es preciso reparar en que sus acciones no persiguen un fin noble, y lo malo o preocupante tiene que ver, sobre todo, con que el director, el guionista o quien sea nos lo presenten como algo baladí, inocente, loable o, incluso, digno de admiración.
En cuanto al tema del matrimonio y su indisolubilidad, pienso que se incluye en un plano distinto al que estamos tratando.
Sí, yo también creo que en el fondo estamos de acuerdo, y entendía lo que querías decir con lo de «moralmente reprobable». Lo que pasa es que yo no veo nada reprobable en el personaje de Cary Grant…quiere recuperar a la mujer que quiere…pero tampoco es un fin innoble.
Totalmente de acuerdo en otros casos, ya te digo 😉 De cualquier forma, puede que no estemos de acuerdo con esta peli en concreto, pero tampoco pasa nada 😉
Excelente artículo Guillermo, y aún más interesantes los razonamientos que expones en los comentarios. Además, estos debates son de lo mejor, enriquecen muchísimo.
En cuanto al tema, me plante un dilema importante. Esto es, técnicamente (filosófica y moralmente) creo que llevas razón. Precisamente porque llevas razón personalmente estoy en contra de la pena de muerte, aunque el reo sea un bastardo violador, bla, bla, bla….
Pero, cuando veo una peli, lo cierto es que me gusta ver acción, venganza del bueno contra el malo, etc. Me entretiene enormemente. Y, de algún modo, si no tuviera algunas películas así quizás las echaría de menos. Probablemente me ha acostumbrado a este recurso, la venganza, del bueno contra el/los malos. Y ya tengo una cierta adicción jeje….
Lo anterior no quita que tiene un mérito mucho mayor construir una historia entretenida, con acción, con marcha, que no te deje respirar, y donde la venganza no sea el recurso fácil.
Y podríamos seguir. Porque tú has tratado el tema de la venganza. Pero lo cierto es que muchos otros temas, mucho más espinosos y polémicos, se adornan maravillosamente bien y son acogidos por el espectador. Y, a menudo, el director sí busca conscientemente inculcarnos los valores X (aquí entrarían el aborto, la fidelidad en el matrimonio, etc.etc.). En fin, felicidades Guillermo. Espero tu próximo artículo pronto 😉
¿Cuál es la alternativa a la venganza?
El perdón o el olvido.
Se pueden hacer película sobre el olvido que no sean cristianas pero… ¿se pueden hacer películas sobre el perdón que no sean cristianas?
Lo cierto es que por cada película sobre el perdón (escasas y cristianas) hay 20 películas sobre la venganza.
La venganza es género épico. El perdón tiende a ser género lírico. La venganza puede ofrecer violencia intrascendente, de entretenimiento (acción, Kill Bill). Pero ¿un perdón intrascendente, de entretenimiento?
Conclusión: la venganza es más divertida y entretenida para contar una historia.
Gracias a los dos por vuestros comentarios.
Jorge, desde luego una historia sobre venganza, y bien expuesta, entretiene muchísimo. Soy el primero en emocionarme al contemplarla. Pero de ahí a defenderla o promoverla, hay un trecho. Creo.
José Ángel Antonio, en mi opinión sí se pueden hacer películas sobre el perdón que no sean cristianas. Las hay, aunque no muchas, y además buenas. Pienso, por ejemplo, en «Gandhi», de Richard Attenborough. Y claro que puede haber un perdón intrascendente o de entretenimiento. Sólo que dar con él no resulta sencillo. El mal siempre ha sido más seductor. Más asequible.
gracias Guillermo por respondernos a todos. A ver….pasan las horas y sigo reflexionando, en off, sobre este asunto…Creo que, aunque quizás se ha producido un abuso en el recurso a la venganza, hablar de «defenderla o promoverla» es demasiado, es decir, creo que no hay que darle tanta importancia, al menos de momento. Quizá algún día haga mella en la Sociedad y la gente comience a tomarse la justicia por su mano, pero creo que aún se contempla, en general, como ficción, como recurso para entretener. Esto no quita que, además, hay una amplia escala de grises en esto de la venganza, y muchas formas de plantearlo. A veces, el bueno no quiere matar al malo, pero no le queda más remedio (en defensa propia, por ejemplo 😉
El tema, realmente, son otras cuestiones de mayor calado, que sí influyen en la Sociedad, y que sí se adornan de modo que el espectador las asuma con facilidad, casi sin darse cuenta, como señalaba en mi último comentario.
En cuanto al perdón, afortunadamente sí tenemos buenas películas que lo muestran y no son por ello aburridas: Los miserables, La Pasión de Cristo, Cuando un hombre ama a una mujer…(menudo pupurri!)…
Gracias, Jorge. Intentaré explicarme brevemente. Que conste que no quiero sacar las cosas de quicio.
Parece claro, y en eso estoy contigo, que la gente no acostumbra a tomarse la justicia por su mano. Y menos mal. Lo que digo, simplemente, es que nos resulta cómodo contemplar el mal en el cine, porque lo hacemos sin sentirnos implicados. Es como si, por tratarse de ficción, careciéramos de responsabilidad respecto a lo que vemos. Y, sinceramente, no sé hasta qué punto existe un vínculo moral entre el espectador y la historia que contempla. porque el público no se convierte en malo por el mero hecho de querer ver al antagonista pagar por sus malas obras. Pero sí considero esencial que el espectador reconozca qué acciones merecen nuestra aprobación o nuestra reprobación, independientemente de que sea el héroe de la pantalla sea inventado o no.
También considero esencial no equivocar nociones. Si el bueno mata al malo por defensa propia, no estamos hablando de venganza, sino justamente de eso: de defensa propia. Y en la misma línea, por mucho que haya gradaciones («grises») en el tema de la venganza, ello no impide que cualquier accion vengativa deba definirse como mala, al igual que robar -ya sean 20 euros o 200 000- estará siempre mal.
Gracias por tus palabras!!
Gracias Guillermo por tus matices, muy acertados 🙂 Ciertamente, he mezclado un poco en mi último mensaje. Y, así, no es equiparable la acción de «Al límite», de Mel Gibson, donde todos los malos malotes que mataron a su hija mueren que la venganza de Kill Bill, por poner un ejemplo.
Creo que es esencial que el espectador sea capaz de ver si está bien o mal la conducta del héroe/protagonista, más allá de su entretenimiento. Por supuesto. Pero no tengo claro que, de suyo, sea malo que haya películas donde el «héroe» termine por ajusticiar a los «malos», con el fín de entretener. A priori, y entendiendo todo lo que dices, no rechazaría todas de plano (de ser así, ya no las vería). ¿Tú que opinas?
«No tengo claro que, de suyo, sea malo que haya películas donde el «héroe» termine por ajusticiar a los «malos», con el fín de entretener». Verás, Jorge, creo que justo en la cuestión del entretenimiento reside la polémica. Porque si por «entretener» entendemos pasar un buen rato, cándido y desenfadado, sin conceder más importancia a la historia que se contempla, sabiendo distanciarse lo suficiente como para no perder el criterio moral, entoces no hay ningún problema. Ahora bien, si «entretener» significa deleitarse con el mal, renunciar a un juicio ético -supeditando la conciencia al ocio o la diversión- o deformar los propios principios durante un intervalo determinado de tiempo, entonces sí nos hallamos ante un entretenimiento desvirtuado. Dañino.
Gracias Guillermo!
Si en eso estamos de acuerdo. Te decía:
«Creo que es esencial que el espectador sea capaz de ver si está bien o mal la conducta del héroe/protagonista, más allá de su entretenimiento. Por supuesto»
Dicho esto, mi pregunta iba dirigida a si los directores de cine debían renunciar a este tipo de películas, si debíamos nosotros rechazarlas de plano (no pienso en ti, o en mi….o en el otro). Mi opinión es que no….que el espectador ya tiene criterio (debería tenerlo) para contextualizar la película, en el orden de la ficción.
Llevo unos días liados, por eso he tardado en volver, sorry.
Sí, en ese sentido entonces estoy contigo.
Gracias a ti!