Título original: Le hérisson. |
SINOPSIS
‘El erizo’ es la historia de un encuentro inesperado entre algunos de los habitantes de un inmueble de la calle Eugène Manuel, en París: Paloma Josse, una niña de once años tremendamente inteligente y con un plan secreto; Renée Michel, portera discreta y solitaria que bajo su apariencia de inculta y arisca oculta en realidad una personalidad inteligente y cultivada, y el enigmático señor Kakuro Ozu, un japonés que acaba de mudarse al edificio…
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CRÍTICAS
[Juan Orellana, Pantalla 90]
De Francia nos llega esta singular película, dirigida por la desconocida Mona Achache , y que adapta la popular novela La elegancia del erizo, de Muriel Barbery. La película tiene tres protagonistas que viven en el mismo edificio: Paloma, una niña cargante y existencialista; Renée, la fría y distante portera, y Ozu, un maduro japonés que acaba de llegar como inquilino. Es este último personaje el que va introducir una esperanza en el sórdido y asfixiante mundo de las otras dos.
La película es muy francesa en su tratamiento de lo existencial, con una puesta en escena que deja espacio al humor inteligente, que es, sin duda, su gran acierto. La trama más conseguida es el discreto romance entre la portera y el vecino japonés, siendo por el contrario muy artificial y engolada la trama de la niña Paloma. Con toques de Amelie y Delicatessen, pero mucho más contenida, El erizo es una propuesta positiva, aunque agridulce y algo minimalista en lo antropológico.
El film denuncia el vacío de la sociedad contemporánea, y Paloma encarna la inocencia de una niña a la que han arrebatado su mirada infantil. Pero ella recorre un interesante arco que va de afirmar que la vida es absurda y que es mejor morir, hasta aceptar que las cosas pueden tener sentido aunque a ella se le escape. La metáfora de la vida como una pecera sin salida, se rompe en el film cuando alguien está en disposición de amar.
[Julio R. Chico, La Mirada de Ulises]
Caparazones ásperos para corazones sensibles
Fue, sin duda, la mayor sorpresa en la pasada Seminci y la mejor película que estuvo en la Sección Oficial, donde se llevó el premio del público y de la juventud, y mereció alguno más. “El erizo” es la opera prima de la francesa Mona Achache, un cuento moral con tres seres arrinconados en su soledad, necesitados de cariño y compañía, que se encuentran en las escaleras de su edificio para tener una experiencia dulce y trágica a la vez, como sucede con el paso a la madurez de su pequeña protagonista Paloma. Una película cercana a los cuentos de hadas, construida con personajes dotados de un magnetismo mágico y a la vez realista, libremente inspirada en la exitosa novela de Muriel Barbery “La elegancia del erizo”.
Los once años de la inteligente niña no le impiden estar ya de vuelta de todo, asqueada de una sociedad individualista y de una familia que se mueve entre el trabajo absorbente y la neurosis obsesiva. Hasta tal punto llega su escepticismo, que ha decidido suicidarse el día de su cumpleaños e incendiar la casa, y dejar su testimonio grabando en vídeo la triste realidad cotidiana junto a sus sesudas reflexiones.
De manera distinta vive su confinamiento la portera del edificio, la señora Michel, una mujer de condición humilde pero rica sensibilidad y cultura, refugiada en su biblioteca y en su carácter arisco y taciturno, entre la indiferencia del vecindario y su propia baja autoestima. Son dos mujeres distantes en edad pero que tienen en común un gran corazón que aún no ha sido descubierto ni despertado en su corta o larga vida, hasta que descubren que el azar puede cambiar el signo de los tiempos y tornar la infelicidad en dicha… esas son las nuevas experiencias que llegan con el nuevo inquilino, el culto, enigmático y afable Kakuro Ozu, un japonés refinado que las mira como personas, y eso es suficiente.
Comienza la historia resultando un tanto pesada con la chiquilla pedante e insoportable haciendo de personita adulta y grabándolo todo. El espectador puede pensar entonces que está ante otra crítica salvaje y poco sutil de cierta burguesía superficial y adinerada, sin sentimientos ni tiempo para la contemplación, perdida en su autocomplacencia y temor. Pero, aún existiendo todo eso, la cinta se va cargando de humanidad y poesía conforme van cogiendo fuerza las relaciones entre los vecinos, gracias al matizado personaje de la señora Michel y a la convincente y magnífica interpretación de Josiane Balasko. Entonces, hasta la niña sabionda y cargante cobra humanidad y el espectador se compadece y enternece con ella, a la par que siente como verdadera la amistad que nace entre esas dos criaturas de especial sensibilidad.
Sin embargo, estamos ante una cinta sobre la pérdida de la inocencia, que se quiere acercar a la realidad desde una cámara de vídeo y no desde los sueños de Hollywood… y eso supone un punto de dramatismo y tragedia, que convive de todos modos con otros momentos entrañables y conmovedores, y más de un deje de ironía y comicidad y también de crítica social.
El carácter de fábula de iniciación crece por la diversidad cultural y social que la cinta ofrece, dispuesta a abrir sus puertas a lo distinto e invitando a la superar las apariencias. Frescura en la puesta en escena, una pudorosa cámara que mira y respeta la intimidad de sus personajes (como en el encuentro final entre la señora Michel y Ozu), un guión que les retrata con delicados y ricos matices lo que hay bajo la aspereza o el escepticismo, y unas interpretaciones que dan cuerpo a la soledad y al desarraigo.
Una buena muestra del cine francés más poético y humano, escrito en clave de cuento entrañable y moral sin derivar a lo sensiblero ni complaciente, con una hondura insospechada que aflora tras el caparazón de sus arquetípicos personajes y donde unos que esconden un sutil lirismo y otros la total vaciedad.
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Vi esta película gracias a esta crítica y me encantó.
Una película diferente, fresca, pero para mí lo que más destaca es la actuación de la niña. Realmente prometedora, con un físico peculiar y una expresividad precoz.