SINOPSIS
En los asfixiantes pasillos de la Estación Central de Brasil, en Río de Janeiro, una antigua maestra se gana la vida escribiendo las cartas que le dictan los analfabetos. Endurecida por la soledad y por la adversidad, Dora ha ido cayendo en una estoica indiferencia. Sin embargo, cuando una de sus clientes muere atropellada a la salida de la estación, decide hacerse cargo de su hijo y llevarlo a casa de su padre en una remota zona del nordeste de Brasil.
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CRÍTICAS
[Carmen Lucena Hidalgo. Colaboradora de CinemaNet]
Un hada madrina muy urbana
Un niño sencillo, sin doblez. Una mujer complicada, falsa. Sólo hay un personaje con objetivos, y solo hay un personaje que cambia. Son ellos dos ¿con quién nos quedamos?
El niño, Josué ( un prodigioso Vincius de Oliveira) tiene clara su meta, encontrar a su padre. Es único. Sufre, pero sabe que dejará de hacerlo cuando encuentre a su padre, y en todo caso, es sincero. El niño es niño, sí, pero sólo al principio, cuando juega con su peonza de la mano de su madre, y al final, cuando ve a sus hermanos con una peonza recién hecha. Es niño cuando tiene peonza, cuando juega. El resto del tiempo es el mayor de la película. En un momento determinado de la película le dirá a Dora (Fernanda Montenegro) que la odia, pues ve en ella una falsedad que le horripila. Pero se sobrepone, le falta dinero y se lo pide a ella, está solo y se baja del autobús para estar con ella. Es maduro; Dora le inspira compasión y se ve responsable de cuidarla, aunque ella parezca la adulta.
Dora da un cambio radical. Ella lo dice, sin quererlo, al principio y al final. Cuando Josué le pregunta por su marido o hijos ella responde enfadada que no tiene marido, familia, hijos ni perro… cuando vuelve a Río, al final, en el autobús escribe una carta a Josué en la que le dice “Tenho saudade de tudo”. Saudade. No tiene nada, y tiene saudade de todo. Saudade de la infancia, de Josué y de una felicidad que fue incapaz de construir. El fracaso con el camionero en otra situación, le hubiera afectado mucho más, ahora se ha dado cuenta de que es capaz de amar. Josué le ha enseñado. Para ella un kilómetro son mil metros y nada más; si mira a Josué sabe que tiene que dar más de sí, se pone a su altura y le contesta que las medidas se las inventan. De todas las personas que podían haber ayudado a Josué, le toca la más desapropiada, y acaba siendo la salvación de los dos.
Cualquier melancólico podría haber deseado otro final; que acabaran juntos en cualquier sitio (podría haber sido; hay una falsa epifanía) o algo así… Pero sin duda es mejor el que la historia nos prepara… pues ella ya está preparada para construir algo sobre las ruinas que tenía.
El sentido de las cartas es importante. Las cartas que escribe al principio son de desgracias, de problemas, de disgustos. Y no las manda a correos, las acumula. Las cartas que escribe en el santuario son de alegrías, de buenas noticias, de favores recibidos, y las quiere enviar. Es como su vida, ciertamente. Lo malo lo acumula, y lo bueno tarda en llegar y lo quiere compartir.
El motivo religioso es una constante. Se representa claramente en tres momentos. Cuando el niño reza ante una Virgen de la estación, que le echan, porque ya es tarde, muestra la fe del niño. No sabemos lo que pide, pero a lo largo de la historia es un niño al que la Providencia va salvando. El camionero es un evangelista, un hombre de fe, su lema del camión es significativo “Todo es cuestión de voluntad, sólo Dios tiene poder”. Y el tercer momento es el del viaje con los de la romería y la llegada al Santuario. Se ve la fe popular, pero que recuerda bastante a aquel fervor popular exagerado tan representado por Fellini en películas como La Strada. Personajes sin fe rodeados de un agobiante fervor, de imágenes rocambolescas, velas, canciones, muletas esperando milagros… Dora se desmaya en un plano muy rápido que sólo da vueltas. Sentimos lo mismo que ella, ya que como en otros momentos de la película, el plano es subjetivo.
Los cambios de vestuario a lo largo del filme no son nada gratuitos. Se podría decir que cada cambio en vestuario está justificado y mostrado en el guión. Cuando Josué sabe que empezará el viaje, quiere una camisa nueva y hace que Dora se compre otra. Cuando ganan dinero, le regala un vestido a Dora, muy distinto, que ella se pondrá cuando haya cambiado realmente, que es cuando deja al niño con sus hermanos. Es curiosa la utilización de los tonos en escenas como la de la camioneta de los que van rezando. Todos van de blanco, y ellos dos van de un beige manchado. Son distintos a los demás, y en pantalla queda claro.
Las películas de niños a los que el destino maltrata y buscan algo mejor se ha empleado últimamente en películas como I am David o Vete y vive, pero en ninguna como esta hay cambios tan radicales a partir del propio niño. El hada madrina o la bruja buena ha sido empleado desde Blancanieves y los siete enanitos hasta El señor de los anillos, y siempre está claro que el hada empieza buena y acaba siendo aún mejor. En Estación Central de Brasil el hada madrina comienza siendo una bruja despiadada y sin corazón, pero un niño es el que la transforma.
El niño sí tiene quien le cuide
Por favor. Que nadie se asuste. Que nadie diga: «Ni borracho me pongo a ver una película brasileña». Éste es un film maravilloso. Su Oso de Oro en Berlín y sus 2 candidaturas al Oscar son más que justos. Estamos en la Estación Central de ferrocarriles de Río de Janeiro. Dora se gana allí la vida escribiendo cartas que le dictan personas analfabetas. Un trágico accidente y una serie de circunstancias le obligan a hacerse cargo de Josué, un niño que busca a su padre.
Drama social de primera calidad. Fernanda Montenegro (actriz premiada en Berlín y candidata al Oscar) compone un formidable personaje: ella es una mujer que, pese a ayudar a la gente con sus cartas, se ha endurecido, olvidando que detrás de la miseria hay individuos que sufren. Y el niño le ayuda a recapacitar, a confiar en la fe, el amor y la solidaridad. Walter Salles, el director, cree que es una película de búsqueda: «Un niño que busca a su padre, una mujer que busca su corazón y una nación que busca sus raíces»; y continúa: «Dora representa un orden que, para mí, es necesario cambiar. El niño representa la posibilidad del cambio. Cuando muere su madre, recusa su destino de «niño de la calle» y reescribe su propia historia a través de la búsqueda de su padre».
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