El filme que nos ocupa, realizado en 1994 en el lugar y lengua del personaje hagiografiado, Polonia (es de comprender que como vehículo artístico para la reivindicación de la figura), propone una aproximación a la vida de Santa María Faustina. Tomando en consideración los elementos de relevancia de su biografía, el relato se centra en el que será más bien objeto de la doctrina católica que la Santa divulgó.
SINOPSIS
Conmovedora película que narra la intensa pero corta vida de Santa María Faustina Kowalska. Es un retrato fiel de su vida mística y del mensaje de misericordia que recibió de Cristo.
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CRÍTICAS
[Sergi Grau – Colaborador de CinemaNet]
Para quien no esté puesto en antecedentes, Helena Kowalska (Głogowiec, voivodato de Łódź, 1905-Łagiewniki, Cracovia, 1938) fue una monja católica polaca que escribió un diario con más de seiscientas páginas donde plasmó los mensajes que afirmaba recibir de Jesús en diversos episodios de visiones y encuentros místicos. Aquella experiencia y aquellas anotaciones sirvieron para difundir la llamada Divina Misericordia, devoción cristiana católica centrada en la misericordia de Dios y su poder, particularmente como una acción de confianza en que la misericordia de Dios y su pasión es el precio ya pagado por nuestros pecados, de lo que se sigue que si confiamos en Jesús nuestros pecados nos serán perdonados. La devoción se propagó después de los desplazamientos de polacos causados por la Segunda Guerra Mundial, y durante años fue cuestionada hasta que recibió un gran impulso durante el pontificado de Juan Pablo II, quien proclamó la fiesta de la Divina Misericordia, a celebrarse todos los años el segundo domingo de Pascua, el 30 de abril del 2000, al canonizar a Santa Faustina, Apóstol de la Divina Misericordia.
El filme que nos ocupa, de cuya edición en DVD en España reciente por parte de Goya Producciones no podemos por menos que congratularnos, fue realizado en 1994 en el lugar y lengua del personaje hagiografiado, Polonia (es de comprender que como vehículo artístico para la reivindicación de la figura), propone una aproximación a la vida de Santa María Faustina. Tomando en consideración los elementos de relevancia de su biografía, el relato se centra en el que será más bien objeto de la doctrina católica que la Santa divulgó. El cineasta firmante, Jerzy Lukaszewicz, con la colaboración de la guionista Maria Nowakowska-Majcher, toman como patrón narrativo el citado diario de la Santa y edifican un filme religioso que, guardando las distancias que se quieran, participa de la tradición de maestros como Dreyer o el Robert Bresson de la majestuosa Diario de un cura rural (1951), priorizando una mirada marcada por lo ascético y una aproximación –sin duda encomiable, por resultar de plasmación cinematográfica mucho más compleja y arriesgada que la mera recreación de la superficie biográfica– que pretende incidir en las más profundas latitudes espirituales del tema que explora, aquí concretamente el mensaje de misericordia que la monja recibió de Cristo.
De breve pero intenso metraje, Faustyna progresa a través de una sucesión de flash-backs, que utilizan a un personaje externo, su compañera de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Piedad Hermana Feliksa (Danuta Szaflarska, y la más joven Agnieszka Czekanska, en esos flashbacks), como punto de partida para explorar, a través de esa mirada llamémosla “iniciática” (que es la que se parangona con el espectador), los avatares vitales y las experiencias místicas de la Santa, Faustina (una muy expresiva Dorota Segda), cuyos pensamientos, íntimos sentimientos se impresionan en la película de forma doble y bien conjugada. Por un lado, a través de soliloquios en over de la monja en imágenes que recogen lo contemplativo de su oración –siempre en enfáticos primeros planos– que recogen sentencias trascendentes de las páginas de su diario. Por el otro, a través de la plasmación “de choque” de esas visiones, tour de force visuales entre los que podemos citar esa secuencia que se corresponde con la visión extraordinaria que tuvo de niña y que marcó decisivamente su camino –apartándose un poco de lo que registran los anales, la película propone y hasta establece como leit-motiv al después reiterarla constante el metraje una imagen lírica y de fuerte impronta en la imaginería cristiana, la de un árbol seco que arde, signo de purificación. Por supuesto también aparece la secuencia que corresponde a la más conocida de las revelaciones de la Santa, la que tuvo lugar el 22 de febrero de 1931, la primera revelación de la Divina Misericordia transcrita en su diario, donde cuenta -y el filme traduce en imágenes- que Jesús le pidió que pintase una imagen suya, caracterizada por un corazón traspasado del que emanaban rayos de luz blanca (el agua del bautismo) y roja (Su Sangre), encomendándole a través de dicho signo la misión de dar a conocer Su misericordia a todos los hombres.
Allende su sustancia y constataciones sobre lo biográfico y sobre la doctrina de la Divina Misericordia, lo que da carta de naturaleza a esta intensa Faustyna como exponente honesto y bien trenzado de filme religioso es su desarrollo a través de mimbres subjetivos que, utilizando el espinoso (en lo vital) y trascendente (en lo espiritual) trayecto de la Santa, nos habla de la dualidad y en última instancia pugna entre lo humano y lo divino, confrontación en el sentido teórico que el cineasta arbitra mediante el compartimentado entre, por un lado, lo luminoso, el sentido de lo bucólico en estampas de la naturaleza, lo místico y el equilibrio en lo trascendente, y, por otro, los peajes oscuros relacionados con el sufrimiento del cuerpo, los diversos achaques que padece la joven y que terminan en una tuberculosis, los desencuentros y desconfianzas que suscitan sus visiones entre los sacerdotes y su propia Madre Superiora (Miroslawa Dubrawska) e incluso ese episodio, fatídico para Faustina, en la que debe entrevistarse con una psiquiatra para zanjar las suspicacias que sus visiones despiertan entre los demás. La auténtica labor de escultura de la luz firmada por el cameraman Zdzislaw Najda y la envolvente partitura de Wojciech Kilar terminan de dotar de especial empaque cinemático a este hermoso relato sobre la pugna interior, la duda, el sufrimiento y, finalmente, la elevación y la celebración de la Verdad.
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