Os presentamos una auténtica filigrana fílmica: una película rodada en un aparentemente único plano secuencia. Además, una tragicomedia que bucea en temas como la fama, el fracaso, la identidad y la simulación. Película difícil, a veces excesiva, incluso grotesca, pero sin duda interesante.
SINOPSIS
Comedia negra que cuenta la historia de un actor —famoso por dar vida a un emblemático superhéroe— que lucha por montar una obra de teatro en Broadway. En los días que preceden a la noche del estreno se enzarza con su ego y trata de recuperar a su familia, su carrera y a sí mismo.
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CRÍTICAS
[Guillermo Altarriba – Colaborador de CinemaNet]
El último drama de Alejandro González Iñárritu presenta a Michael Keaton en el papel de Riggan Thomson, un actor de Hollywood que se hizo famoso en la década de los 90 por interpretar a un superhéroe disfrazado de pájaro, Birdman. Años después, Thomson se encuentra en Nueva York con un proyecto para recuperar su prestigio y su carrera: una ambiciosa obra de teatro en Broadway entre cuyas bambalinas se desata una lucha de egos entre los protagonistas.
Por más incómodo que resulte escribir una reseña sobre una película en la que se tilda a los críticos de vagos resentidos incapaces de crear, lo cierto es que “Birdman” sobresale en forma y fondo. Sobre lo primero, la película está montada como si fuera un larguísimo plano secuencia –es decir, sin cortes ni cambios de plano- que se extiende a través de los días. Respecto al fondo, destaca porque Iñárritu despliega una cuadrilla de personajes complejos y alienados que pueden dar pie a diversas reflexiones.
Hay quien dice que “Birdman” es una película sobre las segundas oportunidades, pero no es cierto. Es más bien una historia triste sobre un hombre –el encarnado por Keaton– fuera de sí, que busca la grandeza pero se queda en la miseria. Un personaje que quiere ser feliz como cualquiera de nosotros y por ello está inquieto, desesperado, pero que tiene el punto de mira mal enfocado. En su lucha por revivir la gloria y la fama de sus días dorados, Thomson se pierde irremediablemente.
Más allá de esto, juega a favor de “Birdman” el hecho de que la construcción de personajes no se limita al protagonista de la función. Cada una de las psiques a las que ponen cara y alma Edward Norton, Naomi Watts o Emma Stone tiene su propia lucha y su propio conflicto. Una historia en la que actores interpretan a actores y en la que, más allá del metajuego, hay reflexión sin moralina.
No es, en definitiva, una película sencilla ni masticada. “Birdman” te zarandea y en ocasiones te echa en cara tu actitud como espectador ante el arte, pero establece un juego que va más allá de la rotura ocasional de la cuarta pared. Hay que reconocerle a Iñárritu que, a pesar de que a la película se le notan las pretensiones de trascender, respeta la inteligencia del espectador. Y eso, por desgracia, es algo que hoy en día no se prodiga demasiado.
Esta crítica ha sido publicada simultáneamente en Diario El Prisma
[Julio R. Chico – Colaborador de CinemaNet]
Hay veces que el individuo se ve tan superado por el afán de éxito y de protagonismo, que sucumbe a su propio ego y a su orgullo hasta límites insospechados. En el mundo de la interpretación, donde el actor debe asumir papeles distintos a su forma de ser, la persona corre el peligro de ser destruida y sustituida por el personaje. La realidad es fagocitada por la ficción, y el fracaso vital se disfraza con una máscara de representación engañosa. En “Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)”, Alejandro González Iñárritu nos presenta a uno de esos actores que un día fue superhéroe del cine y que ahora trata de levantar una obra de teatro… a la vez que su propia vida familiar y personal. Entre el drama existencial y la comedia negra, entre la representación simbólica y el teatro surrealista, el director mexicano nos habla del fracaso de una vida labrada sobre la simulación, de la esquizofrenia que la fama produce cuando uno deja de tener los pies en la tierra, del vacío de un entorno escénico y de las etiquetas de una crítica destructiva (¡menudo repaso le da el protagonista!).
Pocos aspectos del mundo cinematográfico-teatral quedan al margen del sarcasmo de Iñárritu, aunque su mordacidad se ceba sobre todo en el individuo que es incapaz de distanciarse de esa aureola de irrealidad. Riggan es un ser frustrado en lo personal, un hombre que no ha conseguido ser amado, que ha volado con sus super-poderes pero que ha caído en lo más bajo de la condición humana. Su objetivo real en la vida era ser admirado -que confundía con ser querido-, pero acabó convirtiéndose en una ruina como marido, padre y persona. Y derrotado en el escenario, algo dentro de él le dice que la gente no quiere la vida ordinaria con sus dramas y desengaños de poca monta, que prefiere las aventuras fantásticas de Birdman… y entonces el héroe vuelve a adueñarse de su pobre personalidad. Huyendo de la realidad se da de bruces con ella, y queriendo volar tan alto cayó al abismo de lo patético.
En la película hay otro personaje que tampoco congenia bien con la realidad. Se trata de Mike, el actor comparsa que busca en la representación la vida que no tiene fuera del escenario. Es otro fracasado, otro simulador… y eso aunque en el juego con la joven Sam diga que él siempre quiere “verdad” y no “acción”. En realidad, anhela una verdad que no encuentra en la vida, y carece de una acción real porque su existencia está vacía. A Riggan y Mike les acompañan unas mujeres desencantadas -salvo la esposa del protagonista- que mariposean en su entorno sin peso específico, y también una historia teatral de infidelidad y muerte. Por eso, en la vida y en la representación, Iñárritu nos dice que el mundo se ha vuelto loco (“¿cómo hemos acabado aquí?”, dice Riggan al comienzo), y nos lo muestra con una cámara que recoge largos planos-secuencia en su recorrido por los laberínticos pasillos del teatro, por ejemplo. Un guión extraordinario nos lleva de la realidad a la ficción, del mundo artístico al personal, del cine al teatro… y no hay puntada que se dé sin hilo, diálogo que no vaya envenenado.
Pero la historia no sería tan trágico-patética sin la interpretación de Michael Keaton, que consigue habitar varios mundos y pasar del escenario a la vida y de ésta a la fantasía sin solución de continuidad, y que rivaliza magníficamente con Edward Norton. Keaton ha ganado el Globo de Oro como mejor actor de comedia, mientras que la película se llevaba el premio al mejor guión. Una tragicomedia audaz e imprevisible, de humor grotesco y ácido, con varios niveles de lectura y crítica, que sabe volar alto y bajar a los infiernos, donde todos tratan de huir de la realidad y de buscarse un lugar para el ego renacido.
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