En «Timbuktu», la nueva película del director mauritano Abderrahmane Sissako, se nos plantea un conflicto entre razón y fe. Una reflexión profunda del daño que supone el fanatismo religioso para la sociedad.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Le chagrin des oiseaux (Timbuktu) |
SINOPSIS
Silencio en Timbuktu. Las puertas están cerradas y las calles desiertas. No se escucha música, no se juega a fútbol, nadie fuma. No se ven colores, nadie ríe, las mujeres son sólo sombras. Los extremistas religiosos han sembrado el terror.
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CRÍTICAS
[Pablo Gugel. Colaborador de Cinemanet]
En un tiempo en el que el objetivo mediático está focalizado en la amenaza de la expansión yihadista en Europa Occidental, llega a los cines de España «Timbuktu», la última película del director mauritano Abderrahmane Sissako («La vida en la tierra» o «Bamako»).
Sissako toma como punto de partida un hecho real que ocurrió en la ciudad maliense de Aguelhok en 2012, y lo utiliza como fuente de inspiración para su película con el objetivo de denunciar el acoso que los extremistas islámicos llevan a cabo en África. Una tortura invisible para los medios de comunicación occidentales, que el director mauritano se propone revelar.
La belleza de la película radica en la forma en la que están contados los acontecimientos. Mediante un ritmo lento, el espectador se imbuye en el día a día del poblado de Tombuctú y sus alrededores, y asiste a la transformación de la vida de sus habitantes cuando llegan a ella miembros yihadistas. Sin recurrir a la violencia gratuita, el filme muestra con toda su crudeza la dictadura que sufren sus ciudadanos y el expolio de sus derechos fundamentales y costumbres.
Gracias a una fotografía muy cuidada, en la que destacan algunos planos generales de gran belleza, Sissako realiza una radiografía perfecta del África desértica y la utiliza como núcleo de su reivindicación fundamental: hay que diferenciar entre los creyentes musulmanes y los extremistas. Esto se ve a lo largo de todo el metraje en la diferente forma que tienen de interpretar unos y otros la Sharia o ley islámica, y de forma particular, en el Imán de la mezquita del pueblo.
El tema que plantea el director mauritano consigue que el espectador presencie por momentos un documental y se convierta en un ciudadano cualquiera de Tombuctú, que sufre como uno más ante las injusticias que ve ante sus ojos. Asimismo, el hecho de que la mayoría de personajes que aparecen no son actores profesionales confiere una gran naturalidad a la película y provoca el efecto de transformar la ficción en realidad.
En definitiva, «Timbuktu» es un canto a la libertad individual y un rechazo profundo al fanatismo religioso. Una historia diferente, alejada del cine comercial, que incluye una reflexión implícita del mundo en el que vivimos. Una película que muestra una realidad para muchos desconocida, pero desgraciadamente muy latente.
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