Os presentamos esta comedia dramática francesa, que nos muestra los primeros pasos de un médico novato en un gran hospital, sometido a los consabidos recortes productos de la crisis.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Hipocrate |
SINOPSIS
Benjamín está seguro de que se va a convertir en un gran médico y para iniciar su formación comienza en la empresa de su padre, pero nada sale como tenía previsto. La práctica se hace más difícil que la teoría y la responsabilidad que debe tomar es abrumadora, porque su padre brilla por su ausencia y uno de los colaboradores internos, Abdel, es un médico extranjero con más experiencia que él.
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CRÍTICAS
[Guillermo Altarriba. Colaborador de Cinemanet]
Recién graduado, Benjamín (Vincent Lacoste) entra como interno en el hospital público de París en el que trabaja su padre. Una vez dentro, se encuentra con que no todo es tan sencillo como lo veía en la facultad, y desde el inicio ha de tomar la responsabilidad que ser médico implica. En su entorno, el personal de un hospital cada vez con menos fondos donde destaca un médico extranjero, Abdel (Reda Kateb), con mucha más experiencia que él.
“- Quiero dejarlo, no estoy hecho para este trabajo
– La medicina no es un trabajo
– ¿Y qué es entonces?
– Una especie de maldición”.
La esencia de “Hipócrates” se encuentra en esta conversación entre Benjamín y Abdel: una mirada idealista pero nada ciega a la realidad de la Medicina. Con formato de viaje iniciático, el relato de los primeros días de un recién graduado en un hospital público de París sirve de marco para desplegar las luces y las sombras de esta vocación.
Con mano firme, el director francés Thomas Lilti guía al espectador con esta dualidad en mente durante toda la película. En primer lugar, el film no gira la cabeza ante las sombras. El director trata con sensibilidad, pero sin azúcares añadidos, temas punzantes como la precariedad de la Sanidad pública o los dilemas morales de la Medicina. De hecho, uno de los debates fundamentales que presenta la cinta es la tensión entre el ensañamiento terapéutico y la muerte digna, o eutanasia. Benjamín, desde bien pronto, ha de enfrentarse a la realidad de la muerte, el lado más triste del trabajo de médico.
No obstante, el mensaje de la cinta es positivo. Frente a todas estas (y otras) dificultades, Lilti despliega una apología de la profesión que no es profesión, sino vocación. El hospital se muestra como un segundo hogar o una segunda familia de personas comprometidas con sus pacientes, con volcarse por ellos. En definitiva, que el tono ligero, a veces cómico, que transmite “Hipócrates” no engañe: la cinta francesa presenta la vocación médica como un camino lleno de obstáculos pero que merece la pena ser vivida.
[MªÁngeles Almacellas . Cinemanet]
Benjamín Barois empieza a trabajar como médico residente en el servicio de medicina interna de un hospital público de París, cuyo director es su mismo padre, el todopoderoso Dr. Barois. El joven médico afronta su nuevo trabajo con ilusión pero con ingenuo y excesivo optimismo sobre su capacidad. Empieza a impresionarse un poco cuando se entera de que, desde el primer día, va a tener no menos de dieciocho pacientes bajo su entera responsabilidad.
No tarda en tomar conciencia de su inexperiencia al fracasar en una punción lumbar. Afortunadamente un colega argelino, Abdel Rezzak, llega en su ayuda y le saca del apuro. Pero sus vicisitudes y problemas no han hecho más que empezar. Al hilo de la historia de la iniciación de Benjamín en su profesión, centrándose en dos pacientes concretos, Lilti presenta algunos graves conflictos en el ámbito de la atención a los enfermos en el sistema sanitario francés.
Una noche de guardia, Benjamín es requerido para atender a un paciente recién ingresado, alcohólico, con el organismo muy deteriorado, aquejado de fuertes dolores en el abdomen. Le prescribe analgésicos y manda hacerle un electrocardiograma. Las enfermeras aducen que los aparatos, además de obsoletos, están fuera de servicio, Benjamín no insiste y la prueba no se lleva a cabo. Por la mañana, el paciente aparece muerto por un fallo del corazón. La negligencia médica es encubierta por la Dra. Denormandy, jefe de servicio, y por el Dr. Barois, director del Hospital y padre de Benjamín.
A dicho error médico –disimulado con evidentes falsedades– le sigue un conflicto ético que merece toda una profunda reflexión. Ingresa en el Centro una anciana con insuficiencia respiratoria, en estado prácticamente terminal. Lo único que pide la pobre mujer es que le alivien los insufribles dolores, puesto que es consciente de que no le queda ninguna esperanza de mejoría. Abdel, el médico compañero de Benjamín, le coloca una bomba de morfina que la misma paciente se administra según el dolor del momento.
Cuando la enferma entra en coma, actúa de inmediato el equipo de reanimación, le quita la morfina y le instala una serie de cables y sondas que evitan la muerte inminente pero le causan un terrible sufrimiento. Abdel convoca a la familia de la anciana y, de común acuerdo, “desenchufan” los aparatos y la anciana fallece. La sutil frontera entre encarnizamiento terapéutico y fidelidad al juramento hipocrático acaba resolviéndose en un acto de eutanasia.
Por debajo de ambos conflictos –negligencia médica y distanasia vs. eutanasia–, aparece, como causa detonante, la penosa situación de un centro hospitalario francés, más interesado en ser rentable que preocupado por la salud de los pacientes. Esta actitud cicatera conlleva falta de recursos técnicos y financieros y excesiva presión sobre el personal, que debe cumplir labores y horarios desmesurados. Obviamente, los grandes perjudicados son los pacientes.
Los actores encarnan perfectamente a sus personajes, la película está bien realizada y, en conjunto, Thomas Lilti, que conoce bien el mundo de la sanidad puesto que él mismo es médico, nos ofrece una descripción, por lo menos, convincente del caos que puede llegar a reinar en un hospital.
Se trata de una película para reflexionar sobre la dignidad de cualquier persona y su derecho a ser atendida como es debido ante la enfermedad, así como sobre la diferencia entre cuidados paliativos y arrogarse el derecho a decidir sobre una vida humana. Es un tema de la mayor urgencia y gravedad en nuestro mundo de hoy.
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