Os presentamos una nueva película sobre el siempre interesante mundo de la educación. En este caso, viene de Italia, y su director es un viejo conocido de CinemaNet: Giacomo Campiotti, que el año pasado recibió nuestro premio Familia.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Non è mai troppo tardi |
SINOPSIS
1946: Alberto Manzi acaba de regresar de la Guerra y está buscando un trabajo como maestro, pero para él, aspirante a docente sin recomendación alguna, no es tarea fácil. Finalmente encuentra un trabajo como profesor de los niños y jóvenes que nadie acepta: los de un reformatorio de la ciudad. A los pequeños no les interesa aprender ni le ven la utilizad, pero el maestro logra ganarse su confianza día a día y ellos acaban por confiarle sus sueños y sus verdaderas historias.
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CRÍTICAS
[Juan Orellana. Alfa y Omega]
La educación puede cambiar el mundo
Se estrena otra película de tema educativo, en la línea de las recientes Conducta y La historia de Marie Heurtin, reseñadas en este semanario. Una historia real que subraya aspectos esenciales de una verdadera educación.
El director italiano Giacomo Campiotti, ojito derecho de la cadena estatal RAI para miniseries de ficción, vuelve a un biopic después de haber adaptado notablemente la novela Blanca como la leche, roja como la sangre. Ya antes había realizado con éxito las series biográficas sobre Bakhita, san Felipe Neri (Prefiero el Paraíso), Moscati (El médico de los pobres), María de Nazaret, y un largo etcétera de producciones acogidas calurosamente por el público. Con El maestro, Campiotti afronta la historia de Alberto Manzi, un profesor que fue conocido por el público italiano cuando se convirtió en el presentador del programa educativo de televisión Nunca es demasiado tarde (Non è mai troppo tardi, que coincide con el título italiano de la película). Este programa, emitido desde 1960 a 1968, representó un importante hito en la batalla contra el analfabetismo en Italia.
La miniserie llega a nuestras pantallas en una versión para cine que necesariamente acorta sustancialmente el metraje original. Por ello se nos cuenta exclusivamente la época en la que Manzi trabajó con los presos de la cárcel de menores Aristide Gabelli de Roma. La otra parte de la serie, no recogida en el film, relata sus trabajos en la escuela y la televisión.
Manzi fue un maestro que nadó siempre contracorriente. Desde posiciones moderadas de izquierda, luchó sin descanso por enseñar a leer y escribir a los más pobres, para que pudieran llegar a tener un pensamiento libre y propio. Al menos, esto es lo que destaca Campiotti de su interés por el personaje. La película muestra algunos factores esenciales de la tarea educativa, en especial esa fe inquebrantable del educador en la condición humana, que, por muy deteriorada que se encuentre, siempre está herida por un deseo de bien y belleza que alimenta el interés por la realidad despertado por el maestro. Otro factor muy interesante es el constante riesgo de la libertad que señala el film, expresado de manera muy persuasiva en la secuencia de la excursión al campo, en la que los reclusos, si quieren, pueden huir. Saben que si lo hacen perjudicarán a su profesor, que ha arriesgado tanto por ellos. Por tanto el dilema es muy interesante: ¿qué valoran más? ¿su fuga de la cárcel –tantas veces soñada y deseada–, o su relación con el maestro, que es una esperanza para su vida más real que una torpe huida?
El actor Claudio Santamaria encarna con mucha fuerza al personaje de Manzi. Al prepararse el personaje, Santamaria llegó a la conclusión de que a través de la educación se puede cambiar el mundo. Muy importante en la vida de Manzi fue el amor de su vida, Ida (Nicole Grimaudo), que no solo fue la madre de sus hijos, sino también un ferviente apoyo en todos sus a menudo incomprendidos proyectos.
[Juan Jesús de Cózar . Fila 7]
Cuando se estrena en la gran pantalla una película que procede de una serie para la televisión, parece obligado que el crítico incluya en su reseña frases como “no puede ocultar su condición de producto televisivo” o “desprende un tufillo a telefilme”, o alguna otra equivalente. Expresiones peyorativas que se han convertido en lugares comunes y en recursos fáciles, porque actualmente se realizan series con igual o mayor calidad que muchos largometrajes.
El Maestro (Giacomo Campiotti, 2014) tiene su origen en una miniserie de dos capítulos producida por la RAI, con una duración total de 200 minutos. Su presupuesto, 4 generosos millones de euros. En Italia existe una larga tradición de este tipo de series, que suelen conquistar a una audiencia de unos 6-8 millones de espectadores por capítulo. En este caso, además, ambas partes se han rodado con la previsión de que puedan ser emitidas de forma independiente, circunstancia que ha facilitado el estreno de la primera mitad en las salas de cine de nuestro país.
El filme se inspira en la vida de Alberto Manzi, un profesor muy reconocido en Italia por su labor educativa y docente. La acción se sitúa en 1946, cuando Manzi acaba de regresar de la guerra y está buscando trabajo como maestro; una tarea nada fácil para alguien que no cuenta con recomendación alguna. Finalmente consigue un empleo que nadie acepta: enseñar a los niños y jóvenes de un reformatorio de la ciudad. Aunque se trata de unos alumnos difíciles que no tienen interés por aprender, el maestro logra ganarse poco a poco su confianza -no sin gran esfuerzo‑ y ellos acaban por confiarle sus sueños y sus verdaderas historias.
Se suele decir que dirigir niños y adolescentes es de las tareas más complicadas para un realizador -quizá otro lugar común‑, pero Campiotti acumula una amplia experiencia en este apartado, como lo demuestra su buena labor en Prefiero el paraíso (2010) o en Blanca como la nieve, roja como la sangre (2013). En esta ocasión también sale airoso, y consigue arrancar unas actuaciones naturales y simpáticas a los más jóvenes, muy bien arropados por Claudio Santamaria en el papel de Manzi.
La cuidada ambientación -calles, automóviles de época, vestuario…‑, una emotiva banda sonora de Stefano Lentini y la fotografía en tonos sepia de Fabrizio Lucci, contribuyen a la credibilidad de la cinta, que quiere ser también un homenaje a Alberto Manzi (Roma, 1924-Pitigliano, 1997). Profesor de escuela, escritor y presentador de la televisión italiana, Manzi es conocido sobre todo por conducir el programa Non è mai troppo tardi (Nunca es demasiado tarde), retransmitido entre los años 1959 y 1968. Se estima que casi millón y medio de espectadores fueron capaces de conseguir conocimientos similares a los adquiridos en la enseñanza primaria, a través de sus innovadoras clases de aprendizaje a distancia. También publicó varias novelas, entre ellas la famosa Orzowei (1955), que dio pie a una serie televisiva para niños.
Con motivo de su estreno en Italia, Giacomo Campiotti, el director de la película, declaró: “Contar la historia del maestro Manzi es importante no solo para recordar a un gran hombre, sino también para poner en el centro de atención, en este momento dramático, la importancia de la escuela y de la educación de los chicos, como base necesaria para la supervivencia de una convivencia social civilizada. Alberto Manzi es un maestro que no enseña nociones a los niños: les enseña a pensar. Trabaja con ellos para formar hombres libres, capaces de decisiones libres. Para lograrlo, lucha con tenacidad contra cada obstáculo: la ignorancia y la pereza de cada uno, o el embotamiento de las grandes instituciones. Pero nunca se rinde y nunca encuentra excusas para renunciar a hacer todo lo que puede”.
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